La sociedad barroca latinoamericana
¿Qué es el Barroco?
El Barroco fue un fenómeno artístico complejo de índole social, político, y religioso que tiene sus orígenes en el manierismo italiano de mitad del siglo XVI. El Barroco surgirá entonces en el último tercio del siglo XVI y se extenderá por Europa hasta bien entrado el siglo XVIII. A la palabra barroco se le atribuyó un sentido peyorativo, ya que proviene del vocablo portugués barrueco que significa perla irregular, y lo define como artificioso. El Barroco conservó las formas propias del Renacimiento, pero fue modificándolas hasta hacerlas más flexibles, imprimiéndoles movilidad y sentimiento.
Como arte abandonó la serenidad clásica para expresar un mundo en movimiento, de esta manera dos características principales del estilo fueron la exageración y la ostentación.
Este movimiento fue el arte de la Contrarreforma. Para reaccionar contra la severidad e iconoclastía del Protestantismo, la Iglesia Católica alentó la edificación de templos con profusión de esculturas.También dirigió a los artistas a alejarse de los temas paganos que tanta aceptación tuvieron durante el Renacimiento, así también, como evitar los desnudos y las escenas escandalosas. Tanto en las artes visuales como en la música, la influencia de la Iglesia sobre los artistas iba dirigida a emocionar y enardecer la devoción mediante estímulos psicológicos.Estas normas aparentemente conservadoras y austeras derivaron, sin embargo, en este arte suntuoso y recargado que conocemos (Fernández, 1989).
De mulato y mestiza, oleo del pintor Juan Rodriguez Juárez, ciudad de México (1675-1728)
El siglo XVII europeo fue una época de guerras y violencia. La vida se veía frecuentemente atormentada en dolor y muerte. Por eso también, era más necesaria que nunca la exaltación de la vida agitada e intensa para el hombre barroco. En ese contexto, se experimentó el empuje de amar las pasiones de la vida así como el movimiento y el color, como si de una magna representación teatral se tratase.
Al igual que una representación dramática se apoya en un decorado vistoso y efímero, la arquitectura barroca se subordina a la decoración, que ha de ser espectacular.
Otra de las características que se manifiesta en la arquitectura, escultura y la pintura es el juego de las sombras. En la estética del Barroco, son muy importantes los contrastes, los claroscuros. Esto es apreciable fácilmente en la pintura (por ejemplo el tenebrismo) aunque también en la arquitectura, donde el artista juega con los volúmenes de manera abrupta con numerosos salientes para provocar acusados juegos de luces y sombras.
El Barroco vino al continente americano por medio de los españoles, y alcanzó su mayor expresión durante el siglo XVIII, al mezclarse con los diversos aportes indígenas. Esta mezcla dio origen a un estilo muy característico que ayudó a enriquecer las fachadas de los edificios. Este se hizo totalmente americano al incorporar lo natural a los diversos elementos decorativos de cada región.
Las civilizaciones indígenas más importantes del continente, como las mayas, incas y aztecas, se vieron influenciadas por los españoles. Es por eso que México, Guatemala, y Perú son los territorios donde se desarrolló con mayor importancia este estilo. La influencia de este movimiento se extenderá por el resto de Latinoamérica, el cual sufrió una transformación que se vio evidenciada en las obras arquitectónicas, pinturas y esculturas de la época colonial, producto de las mezclas de elementos de la cultura indígena y española.
El ethos barroco en América Latina
El panorama de la cultura política moderna no compone un escenario unitario, sino, el de una diversidad de culturas políticas que constituyen este panorama en un ámbito complejo, dinámico, y con contradicciones. Del mismo modo, en América Latina, a lo largo de más de trescientos años desde la invasión española de comienzos del siglo XVI, los europeos establecieron sus dominios avasallando los territorios indígenas, con la salvedad de aquellas comunidades que les fueron inaccesibles, las poblaciones conquistadas por estos se volvieron católicas, pero esta creencia no se dio de manera homogénea, sino que fueron, muchas veces, de orden sincrético, uniendo elementos de las religiones aborígenes con la nueva fe impuesta, produciendo importantes variantes según la localidad. De esta cultura mestiza surgió un floreciente arte popular, con pintura (sobre tela, madera, y lienzo, entre otros) y tallas en madera y cera, alabastro y piedra, tanto en los niveles del arte popular, como del oficial, la Iglesia se constituyó como factor predominante dentro de los ámbitos culturales y sociales.
Un ejemplo claro de esto lo encontramos en una de las imágenes más significativa del arte barroco latinoamericano: la Vírgen del Monte, de Potosí, cuya falda se abre convirtiéndose en la montaña de las minas de plata, y adoptando la identidad de la |1Pachamama, la diosa andina de la tierra y la creación (Ades, 1990).
Anónimo. Vírgen del Monte, anterior a 1720, oleo sobre lienzo. Casa Nacional de la Moneda. Potosí.
Bolivar Echeverría realiza una investigación sobre la historia de la cultura latinoamericana en el siglo XVII, el siglo del Barroco, periodo prolongado y fundamental en la historia de América Latina. Para el mismo Echeverría, la modernidad latinoamericana aparece como una cuestión de cultura y de antropología histórica.
El autor destaca que la vida que el ser humano conforma bajo la modernidad capitalista se encuentra afectada por dos principios estructuradores divergentes e incompatibles:
“El primero de estos dos principios o ‘lógicas’ es aquel principio al que Karl Marx llamó ‘natural’, y que sería transhistórico o característico de toda sociedad humana. Se trata del principio que emana de la sociedad en tanto que es una colectividad que se autoidentifica o que se afirma a sí misma como una comunidad concreta; un principio que pretende estructurar ese mundo de la vida en referencia a un telos definido cualitativamente y que actúa desde el valor de uso de las cosas, desde la dinámica de la consistencia práctica de éstas. El segundo principio estructurador de la vida moderna establecida, contrapuesto al primero (…) es el valor mercantil de las cosas, una vez que se ha autonomizado como valor-capital, como valor que se autovaloriza, o, simplemente, como proceso de acumulación de capital” (2002: 4).
En esta cita podemos ver claramente la contradicción específica de la vida social en la modernidad capitalista, entre un modo de ser concreto, natural, o no mercantil de la vida social, por un lado, y el modo abstracto, artificial, o mercantil-capitalista, por el otro. Este ‘espíritu’ del capitalismo es crucial al momento de lidiar con los problemas de identidad cultural en el caso de las sociedades americanas.
Una de las respuestas a esto lo constituyó el estudio de la ética protestante de Max Weber, como patrón de conducta que el sistema capitalista necesita de las personas para que alcancen una vida próspera; pero para Echeverría esta forma no es la única sino sólo una de muchas otras posibles, el cambio de identidad indicado para la modernización de las sociedades de América Latina se halla en una radical reconstrucción de las formas culturales que puedan basarse en otro tipo de ‘ética’ moderna (Echeverría, 2011).
La modernidad es múltiple, ya que son varias las maneras en que las sociedades reaccionan ante el capitalismo y también son varios los tipos de ser humano que las mismas sociedades construyen en el mundo capitalista. La vida que las personas conforman se ve afectada y estructurada por los principios contradictorios antes mencionados.
El ser humano debe entonces buscar una estrategia que le permita neutralizar esa contradicción y convertirla en una vida natural ya que de otro modo se vuelve una realidad hostil e invivible. La estrategia mediante la cual la sociedad moderna responde a este requerimiento consiste en crear un ethos histórico particular.
El concepto de ethos, según Echeverría, refiere a: “una configuración del comportamiento humano destinado a recomponer de modo tal el proceso de realización de una humanidad, que esta adquiera la capacidad de atravesar por una situación histórica que la pone en peligro radical. Un ethos es así la cristalización de una estrategia de supervivencia inventada espontáneamente por una comunidad (…) Al ethos de la modernidad capitalista le corresponde articular como inmediatamente vivible aquello que es profundamente invivible: la contradicción entre la conciencia creativa, que emerge en el cuerpo social, y la ‘voluntad’ destructiva inherente a la valorización del precio de las cosas (2002: 5).
Dicho de otra manera, el ethos es una aptitud que permite sobrellevar la subsunción de lo social natural (o sea la vida y sus valores de uso), por la dinámica de las mercancías y del proceso de acumulación de capital.
Bolivar Echeverría toma como criterio principal para la clasificación de estas estrategias cuatro tipos diferentes según la terminología de las tendencias estilísticas de la historia del arte desde el Renacimiento: el ethos realista, el ethos clásico, el ethos romántico, y el ethos barroco (Echeverría, 2011).
De las cuatro estrategias mencionadas, la barroca es la que resulta diametralmente opuesta a las otras tres, ya que estas internalizan el destino capitalista y aceptan la dinámica del mismo, y adoptan, como en el caso del ethos clásico, una actitud positiva hacia él. La estrategia barroca se muestra reacia a aceptar la dinámica mercantilista, tiene un comportamiento disfuncional y negativo hacia el capitalismo, y busca recrear su experiencia de una manera diferente, imaginaria y ‘transreal’. El concepto de ethos barroco nos brinda un elemento clave para comprender la historia de las sociedades latinoamericanas y su cultura (Echeverría, 2011). El ethos barroco promueve la reivindicación de la forma social – natural de la vida, y de sus valores de uso, a pesar de que estos se ven sacrificados por el proceso de acumulación de capital.
Las formas actuales de la cultura de América Latina se remiten al siglo XVII y a la cultura barroca, en donde también se conforma una economía-mundo latinoamericana caracterizada por la informalidad y el contrabando, abarca un proceso que comienza con la derrota de la Gran Armada española llamada ‘Invencible’, a fines del siglo XVI, y que termina con la expulsión de los jesuitas a fines del siglo XVIII.
Los rasgos característicos de la sociedad latinoamericana se construyeron a lo largo del siglo XVII, mediante una fuerte acción organizativa impulsada por los criollos y por el importante papel que desarrolló la Compañía de Jesús en todo el continente. La actividad de estos estuvo centrada en la construcción de un proyecto de modernidad ‘Católica’ que le brindó a la cultura latinoamericana algunas orientaciones barrocas. El mismo Echeverría aclara que: “no podemos olvidar que la razón por la que Carlos III condenó a la expulsión a los Jesuitas fue porque -de una manera muy Barroca- ellos habían construido un Estado ‘informal’, un ‘Estado dentro del Estado que no podía permitirse que continúe” (2011: 186).
El Barroco emergió entre la población indígena de los centros urbanos de México y Perú como una estrategia de sobrevivencia en un contexto de deterioro general de la civilización de América, las comunidades indígenas destruidas en un noventa por ciento, y, una civilización europea agotada y en franco retroceso.
Los centros políticos, España y Portugal, comenzaron a declinar en el siglo XVII y dejaron prácticamente solas a las colonias. Esta marginación posibilitó una creatividad cultural y social específica, un mestizaje fuertemente enraizado en las prácticas sociales que se constituyó como fundamento del ethos cultural típico de América Latina hasta nuestros días. Esta forma de barroco se manifestó entonces en una instancia de extrema debilidad de los centros europeos, esto posibilitó un campo privilegiado para una imaginación centrífuga, subversiva y blasfema (De Sousa Santos, 2009). El Barroco apareció entonces como una reacción civilizatoria ante esta desesperada situación, que produjo una re-actualización del mestizaje o del cruce cultural.
La población nativa de los centros urbanos tuvo que sobrevivir, y para ello reinventó el proceso de cambio histórico cultural. Su comportamiento fue típicamente barroco según Bolivar Echeverría: “ellos aceptaron que habían sido derrotados, que su mundo antiguo había sido aniquilado y que ya no podía ser revivido; se adaptaron al nuevo mundo de los conquistadores y dejaron que su identidad fuera devorada por la identidad Europea Occidental de los españoles. Lo hicieron, pero también hicieron algo más; asumieron la tarea de la reconstrucción de una civilización Occidental que nunca fue capaz de reproducirse apropiadamente en América. Trabajaron a su propio modo con la estructura cultural Occidental transformándola desde adentro” (2011: 187).
Las poblaciones indígenas y mestizas crearon así una nueva manera de sobrellevar la decadencia de la civilización europea mediante una forma americana de civilización. Así, en América Latina, la recomposición de la cultura se dio bajo el predominio del ethos barroco.
El mejor ejemplo de la versión barroca del ethos moderno es precisamente el arte barroco. La cultura y sociedad quedaron de manifiesto en un arte que vino desde Europa pero que se transformó en el mismo proceso de mestizaje que se dio bajo el dominio colonial europeo, este mestizaje cultural quedó plasmado en las obras pictóricas del Barroco americano.
Juan Cordero, Colón ante los Reyes Católicos, 1850, óleo sobre lienzo, 173 x 244 cm, Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.
Leandro Izaguirre, Tortura de Cuauthemóc, 1893 óleo sobre lienzo, 295 x 456, Museo Nacional de Arte, Ciudad de México.
Consideraciones finales
En América Latina, el ethos barroco se desarrolló inicialmente entre las clases bajas de las ciudades mestizas del siglo XVII y XVIII en torno a una vida económica informal que llegó a tener mayor importancia que la formal establecida por la corona española. Apareció como una estrategia de supervivencia que la población indígena, sobreviviente de la masacre del siglo XVI, inventó.
Ante la probabilidad de que el proceso de conquista, desatendido por completo por la nobleza española, terminara desbarrancando en una etapa de barbarie, los indios de las ciudades virreinales reactualizaron el proceso civilizatorio mediante el mestizaje.
La capa indígena derrotada emprendió la recreación y reconstrucción de la civilización europea en América, lo llevó a cabo de manera tal que lo que esa reconstrucción hizo resultó ser una civilización europea occidental retrabajada por los restos de las poblaciones indígenas. Los indios y mestizos asimilaron lo europeo y montaron una representación de la que ya no pudieron salir, y en la que, según Bolivar Echeverría, nos encontramos todavía (2002).
Este proceso histórico creó las formas culturales que caracterizan a las sociedades latinoamericanas, esas formas que la sociedad ‘criolla’ adoptó y desarrolló en su actividad política.
Se trató de un proceso histórico que siguió una estrategia barroca, el Barroco determinó las formas de vida civilizada que aún prevalecen en las sociedades latinoamericanas. Pero el Barroco no organizó el mundo con el fin de mejorar el modo capitalista de reproducción económica, sino, con el fin de reconstruir las posibilidades de la vida humana que estaban siendo sacrificadas por ese modo de reproducción (Echeverría, 2011).
Pablo Terroba
Profesor y Licenciado en Historia. Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. Diplomado en Estructura y Procesos Sociales en Perspectiva Latinoamericana, por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo
Bibliografía
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- Checa, Fernando; Moran, José Miguel, El Barroco, Istmo, Madrid, 1982.
- Fernández García, Antonio, Los grandes Pintores Barrocos, Ediciones Vicens- Vives, Barcelona, 1989.
- Fornet-Betancourt, Raúl, “Problemas del diálogo intercultural en filosofía”, en: Transformación intercultural de la filosofía. Bilbao, Desclée de Brouwer, 2001.
- Echeverría, Bolívar, “La modernidad múltiple”, en: Crítica de la modernidad capitalista, La Paz, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, 2011, pp. 177- 187.
————————La clave Barroca de la América Latina, en: LateinAmerikaInstitut de la FreieUnivesitätBerlin, 2002.
- Santos, Boaventura de Sousa, Una epistemología del Sur: la reinvención del conocimiento y la emancipación social, México, Siglo XXI / CLACSO, 2009, pp. 225-268.


