En recuerdo del Negro Fontanarrosa
Filosofía de lo popular
Siempre me pareció que podría encontrármelo a la vuelta de la esquina. Si bien mi sueño de conocer El Cairo, aquel ya mítico bar “de cabecera” al que siempre acudía quedó en el ámbito onírico, ya es como un mantram de los recuerdos o una evocación segura y cálida: ver y reconocer desde cualquier otra “La mesa de los galanes”.
Para quienes hemos tenido el honor y el placer de haber leído todos sus libros de cuentos, decodificar la argentinidad será, por siempre, una tarea más sencilla y más alegre. Máster en sociología sin haber hecho el pertinente peregrinaje académico, Fontanarrosa nos describe y, al mismo tiempo, nos formatea.
Ninguna de las palabras que estoy utilizando buscan subterfugios o paráfrasis. Este artista del humor gáfico y de la literatura, es un exponente insoslayable para detenerse en la entretela de la producción cultural nacional. Al mismo tiempo funge de enlace generacional entre las primeras décadas del siglo XX y la eternidad.
“Entre fútbol, amigos, literatura y perspicacia, un libro cuenta el mundo del popular dibujante y escritor Roberto “El negro” Fontanarrosa, padre de “Inodoro Pereyra” y de “Boogie, el aceitoso” y consagrado como uno de los cuentistas argentinos más entrañables de todos los tiempos.
“El Negro era un tipo parco pero simple, sin divismos y siempre muy solidario con sus colegas”, explica a la agencia de noticias Efe el periodista argentino Horacio Vargas, autor de “El negro Fontanarrosa”.
“Humorista ‘querido por todos’ según su biógrafo, Fontanarrosa fallecido en 2007. Conquistó los hogares latinoamericanos en las décadas del ’70 y ’80 con “Boogie, el aceitoso”, una tira de humor negro acerca del homicidio, el racismo y el machismo.
“Si bien el “matón” Boogie traspasó fronteras, fue el gaucho Inodoro Pereyra quien, sin pasaporte, reflejó el carácter argentino y consagró al “Negro” como “retratista de su propia cultura”.
“Los diálogos del Inodoro eran de humor muy local, con mucha ironía, política y humor negro”, relata el periodista, de ahí que sea “muy difícil verlo en países que no fueran Argentina y Uruguay”.
“Amigo de muchos” pero “amargo, como diríamos los argentinos”, el cuentista sorprendió con su timidez a curiosos que “peregrinaban” a conocerlo al bar “El Cairo”, en la ciudad de Rosario, lugar de culto donde se reunía con sus amigos “sistemáticamente” todas las tardes”.
(Entre comillas, retazos biográficos de distintos autores)