A lo largo de las historia, el hombre necesitó expresarse y eligió escribir y/o leer… un libro.
Si tenemos en cuenta que todo puede ser lectura o hacerse lectura, comprenderemos cómo cada uno a su manera, con sus ideas, emociones y sentimientos, permite conocer al otro; hay una comunicación permanente en el escrito con la realidad y con la imaginación.
Hablamos del autor de ese contenido y somos todos un poco autores de contenidos propios llevados de alguna manera, antes o más tarde, a un papel.
No nos damos cuenta que comenzamos con un libro y seguramente, nuestra vida, culminará con él.
Ese que escribe, es el que lee y ese que lee también necesita en algún momento expresarse. Hay tanto para decir, si estamos atentos al devenir de la vida, que sin dudas aparecen infinidad de temas para desarrollar, o al menos, contar, analizar, comunicar.
Cuántos verbos, cuántas acciones a tener en cuenta; un sinfin de actividades que ese autor no se quiere perder. El lector se entusiasma, se concentra en la lectura.
El conocimiento que imprime la lectura hace que estemos conectados todo el tiempo.
Es inevitable que aparezca un texto, aún con la tecnología o adelanto digital al que podamos acceder; se hará todo a través de esa comunicación al lector, siempre será con una frase, un mensaje. Todo es y será a través de un texto.
Esta es la comunicación palpable de todos los días. En la escritura también está formulada la imaginación, que nos permite situarnos y disfrutar de paisajes, momentos y emociones que gracias a la redacción podemos trasmitir mejor que hablando.
Por ahí se piensa que a la lectura hay que dedicarle ratos perdidos, que se pierde vida mientras se lee; lo cierto es que es un pasatiempo agradable y un beneficioso ejercicio mental.
La lectura crea, recrea y transforma, es muy buena siempre. Dedicarnos a ella termina siendo como una buena selección de alimentos, nos nutre.
De esta manera se entiende la inagotable prevalencia de la escritura, que tiene que ver con la vida y sus constantes cambios y transformaciónes.
Somos comunicación, imaginación, realidad, presencia, estamos animados por el espíritu y llamados a encontrarnos en cuerpo y alma.
Siempre será por el camino de la escritura y la lectura.
Columnista invitado
Hugo Bayón Cervero
Técnico Químico y en petróleos; recibido en la E.T.I.E.C. (Escuela Técnico Industrial Emilio Civit) de Maipú, promoción 1971. Trabajó en la actividad privada desde 1972 a 1980: Destilerías de Alcoholes Orandí y Massera S.A.; laboratorista en Bogedas Arizu de Godoy Cruz; control de calidad en Embotelladora Pepsi Cola; en el laboratorio de Bodegas Sáenz, Briones y Cía. Desde 1980 a 1992 se desempeñó en la Municipalidad de Maipú en Control Industrial y Comercial; y como para técnico de veterinaria estuvo en el Frigorífico Vildoza y en el frigorífico de ganado menor Naser Hnos. En 1993 comenzó a trabajar en el Departamento General de Irrigación en el Control de Efluentes industriales y Cloacales, hasta llegar a ser Jefe de División, hasta 2018 cuando se jubiló en esa repartición del Estado. Participa en radio desde 1993 en F.M. Familia con temas de comunidad y sociales. En 1997 comenzó el programa “Argentina…Tierra Nuestra” por Radio Nacional, abordando temas ecológicos y ambientales. Con esta misma temática y desde la conducción estuvo en LV10 Radio de Cuyo. Por esa tarea fue nominado tres veces al Premio Martín Fierro del interior del país (2001, 2006 y 2008). Trabajó dos temporadas en LV8 Radio Libertador y en FM Carrodilla, obteniendo el premio Gaviota Federal de A.A.D.A. (Asociación Argentina de Artistas) como el mejor programa de rubro ecológico. También fue futbolista desde 1.971 a 1.984, en la primera división del fútbol mendocino, jugando en varios clubes.
(23 de abril, Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor)