Llegar y pedir un café, como para poder empezar a ordenar los pensamientos. Luego, ya arranca otra historia. Es que hecho de mil sensaciones, cada momento en esos templos de la contención es único e inolvidable. Además, tiene el beneficio extra de ser una de las válvulas de escape de cada vida, cuando te atenazan ideas inquietantes.
Comienzo a leer una novela que tenía enredada en la entretela de los días. Me mando a disfrutar de esta historia que escribió una amiga y desea verla publicada. Voy entrando en el relato tímidamente y con las prevenciones que suelen acompañarme al transitar la lectura de una obra nueva. Camino entonces por sus oraciones y sigo.
Un disparador del escrito me disparó muchas preguntas y, arrellanado en la tranquilidad que da saber que la novela puede pasar la primera lectura, ya que posee ese tenor, ese ritmo que le son tan propios, pido otro café. Me volé a transitar en todos esos mundos que son como hilos desprendidos de una catedral de ideas y sueños.
“El Café de los Angelitos es un bar de tango histórico de la Ciudad de Buenos Aires, ubicado en la esquina de la Avenida Rivadavia y Rincón, en el barrio de Balvanera. Era el lugar en el que Carlos Gardel estableció su “barra” a partir de 1912, cuando comenzó su carrera artística formando dúo con José Razzano. Este último, en 1944 compuso un célebre tango con letra de Cátulo Castillo, titulado precisamente “Café de los Angelitos”:
“Este bar pertenece al selecto grupo de bares notables de la Ciudad de Buenos Aires, grupo que reúne a los bares y cafés más representativos de la ciudad y está oficialmente apoyado por programas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
“El café fue inaugurado en 1890 con el nombre de Bar Rivadavia por el inmigrante italiano Bautisto Fazio en el barrio de Balvanera, con instalaciones precarias y piso de tierra. En aquellos años se trataba de un barrio ubicado en las orillas de la ciudad, habitado por sectores populares, que se convirtió en punto de reunión y sociabilidad, caracterizado por la presencia de compadritos y mujeres referidas como “negras”, “pardas” y “chinas”. El lugar se convirtió en uno de los principales centros de payada, forma principal de la canción popular porteña hasta 1920, con payadores afroargentinos como Gabino Ezeiza e Higinio D. Cazón, y José Betinotti, entre sus habitués.
“Desde 1912, Carlos Gardel y José Razzano establecieron en el Café de los Angelitos la mesa de su “barra”, hasta comienzos de los años ’30. Aproximadamente en 1920 fue comprado por Ángel Salgueiro, quien lo refaccionó y le dio el nombre de Café de los Angelitos.
“En 1927 se construyó a pocos metros la Casa del Pueblo del Partido Socialista, razón por la cual el café comenzó a ser frecuentado por muchos dirigentes políticos pertenecientes a ese partido, como Alfredo Palacios. Otros personajes habiuales fueron Osvaldo Pugliese, Cátulo Castillo, Aníbal Troilo, Juan B. Justo y Florencio Parravicini.
“Luego de sucesivas crisis económicas, en enero de 1992 sus dueños decidieron cerrar el negocio luego de 100 años de existencia y la casa quedó abandonada, deteriorándose a tal punto que se ordenó su demolición. En 2006 fue reconstruido y en 2007 reinaugurado por la misma empresa que ha reinaugurado el Café Las Violetas.
“El espectáculo de reinauguración fue creado por el bailarín, director artístico y coreógrafo Luis Pereyra. La obra fue titulada El Tango. Pereyra trabajó con la técnica del Pani Projección donde la escenografía se proyectó en blanco y negro. El espectáculo quedó en cartelera hasta el 2010. Nicole Nau trabajó como partenaire de él, participó como codirectora e intervino en el diseño de vestuario conjuntamente con Hilda Curletto. Los ensayos se hicieron durante todo el año 2006. El espectáculo fue mencionado en todos los diarios de Buenos Aires y también diarios internacionales”.