Se trata de un puñado de hermanos lasherinos que no la pasan bien. Alejados de los centros urbanos, su diario vivir está cruzado por una serie de penurias que nos llegan muy de lejos, en el tiempo. De cuando el campo era aprovechar la luz solar todo lo posible para luego volver “a las casas” a por el descanso reparador. Algunos, al menos, hacían así. Otros y otras volvían a lo que habían alcanzado a lograr como su propio hogar y debían seguir haciendo mil cosas.
Pero el sufrimiento humano de otrora tenía algunos componentes que se han perdido. Uno entiende que no existía el hambre en el campo argentino de hace años atrás, porque cada quien tenía su gallinero, su pequeña granja. Quien más quien menos dibujaba algunas hileras de huerta y aquí, en la tierra del buen sol y del buen vino, había espacio para homenajear al dios Baco generando un rico vino patero. Cero empatía del Gobernador y del Intendente de Las Heras.
Descarnada realidad que sufren los padecientes expulsados de las ciudades, que se las rebuscan como pueden. ya sin aquel bagaje de granjeros y horticultores que el capitalismo erradicó de los saberes ancestrales, son las prefiguradas personas que resultan fácilmente explotables en un mercado laboral hecho a la medida de ese objetivo. Un sólo camión de agua por semana los dota a ellos del líquido vital, mientras esta es una de las cinco provincias más ricas del país.
“Recurso vital
“Vivir sin agua en pleno desierto: el drama de 200 familias que temen por la salud de sus niños
“En el barrio Nova Terra de El Algarrobal (Las Heras), cientos de pequeños viven en medio de la tierra y la escasez de agua. En el lugar no hay conexión a la red de agua potable y el camión municipal lleva el recurso vital un solo día en la semana. Hay casos de asma, neumonías y gastroenteritis.
“En el barrio todos saben que una vez que el camión de la municipalidad pasa para distribuir el agua, ya no hay más chances de llenar otros baldes o acarrear más tachos. Todo lo que llega, se distribuye en unos 200 litros para cada una de las más de 200 familias. Cada una con hasta diez integrantes en muchos casos deberán “estirar” al máximo el recurso en sus hogares durante una semana, cuando el camión municipal regrese al lugar. No existen en este sitio surtidores ni pozos habilitados, ni mucho menos una red de agua potable que garantice el servicio para bañarse, lavar los platos, hacer la comida o tirar la cadena al momento de utilizar el baño. Lo que es aún más crítico, es que la sequedad en el ambiente hace que el polvo y la tierra sean parte de la atmósfera en la que viven los vecinos del lugar, entre los cuales, más de la mitad son niños y niñas pequeños.
“No se trata de una ficción. Al menos 1.500 personas viven en el Nova Terra, una barriada ubicada en El Algarrobal (Las Heras). Se trata de un sector que con los años y el aumento de las necesidades se fue poblando sin poder acceder a los servicios básicos. El agua potable, entre ellos, forma parte de todos los pedidos que los vecinos han llevado adelante con la esperanza de lograr mejorar su calidad de vida. Forman parte del sector de la población que en Mendoza aún no cuenta con una conexión a la red de agua potable.
“Si se tiene en cuenta que el volumen semanal que recibe cada familia en este caso es de 200 litros, en el mejor de los casos cada integrante solo puede usar siete litros de esa agua por día para cubrir todas sus necesidades. Un ejemplo más de la inequidad reinante en la distribución del recurso vital, en una provincia en la que se estima que cada habitante utiliza 400 litros diarios de agua potable.
“Tierra que enferma
“La falta de acceso a este derecho fundamental para la vida, se ha convertido a esta altura, en una amenaza para la salud de las familias que viven en este barrio de Las Heras. El exceso de tierra en el ambiente a causa de la sequedad reinante en las calles y los hogares genera que sus habitantes se vean gravemente afectados De hecho, madres y padres aseguran que sus hijos han tenido que ser internados de urgencia en más de una oportunidad como consecuencia de la complejidad de los cuadros respiratorios. Cuentan que también se han producido casos de gastroenteritis a causa de la contaminación en el agua, ocasionada en la cadena de distribución por el almacenamiento inadecuado.
“Susana Villalba tiene seis hijos y 17 nietos. Hace tres años, no tuvo otra opción más que irse a vivir al barrio. Es una de las vecinas que ha decidido hacer públicas las necesidades extremas que allí se viven a diario a raíz de la carencia de un recurso tan vital y necesario como el agua. “El camión llega un día y allí es cuando vamos a buscar con baldes, tachos y todo lo que tenemos para recolectar el agua; pero no podemos usarla para tomar porque además cuando lleva días estancada es imposible consumirla hervida y todo”, cuenta la mujer.
“Los “malabares” para subsistir están a la orden del día. Desde lavar los platos y la ropa hasta higienizar los ambientes del hogar o humedecerlos para poder aplacar la tierra, son metas difíciles de lograr. Para tomar agua confiable, cocinar e hidratar a sus hijos, las familias que pueden, compran agua envasada. “Hay muchas personas a las que no les alcanza casi para comer y así y todo tienen que ir a comprar el agua para poder hacer la comida y tomar”, asegura Susana.
“La salud en riesgo
“La lluvia del miércoles por la mañana aplacó por algunas horas la tierra suspendida en el ambiente. Pero no ha sido suficiente. Cuenta Susana que su nieta de tan solo cuatro años ya ha tenido que ser internada de urgencia al menos cuatro veces en solo un mes como consecuencia de los problemas respiratorios que esa situación le genera. Los casos de asma crónico, neumonía y alergias respiratorias y de la piel ya son el común denominador que está afectado a la población infantil de la barriada.
“”Cuando corre viento zonda acá no se puede estar; el agua que tenemos en los tachos se contamina y así y todo nos tiene que durar una semana. No se puede respirar y para colmo no tenemos agua suficiente para adecuar los ambientes. La salud de nuestros niños está siendo gravemente afectada”.
“Susana explica esto y tose; lo mismo sucede con todos los adultos que han decidido dar a conocer su problemática. En el lugar no hay casi nada verde en pie, No es posible mantener plantas ni mucho menos jardines. La tierra suelta ocupa todos los espacios y en las casas ya casi no hay forma de evitar que el polvo se quede pegado a la ropa.
“Cecilia Andrada (27) es mamá de tres niños. Su pequeño, de cuatro años, tiene asma que en el último tiempo se le agravó como consecuencia de respirar este ambiente. “Es una vergüenza que tengamos que vivir de este modo, esta situación es insostenible. Cada vez que corre viento directamente me voy a la casa de mi mamá porque acá es imposible estar”, comenta. Para enviar a sus hijos a la escuela, Cecilia comenta que junto a otras mamás ha acordado que todas llevan mudas de ropa extra para sus hijos en una mochila para cambiarlos en la puerta, antes de ingresar. “La ropa no les dura nada limpia a los niños porque hay tierra por todos lados. Solo en el trayecto a la escuela ya necesitan otro cambio “, cuenta la mamá.
“Más de 8 mil pesos mensuales solo para tomar agua
“La realidad de Cecilia es compartida por otros vecinos de este barrio ubicado en El Algarrobal. En el lugar además, viven madres jóvenes que están cursando un embarazo y bebés recién nacidos. Más de la mitad de esas 200 familias, son numerosas y una gran cantidad tiene entre seis y nueve niños. Carlos Valdés (32) es papá de dos pequeños de seis y nueve años. El más pequeño presenta asma y por eso solo sale de su casa con barbijo. Desde que comenzó primer grado, han sido más las faltas que las asistencias al colegio como consecuencia de los problemas respiratorios que el pequeño presenta y que a causa de respirar tierra de manera constante se le han agravado. “Mi hijo ha estado internado muchas veces ya porque su asma es crónico. También ha desarrollado muchas alergias y vive con tos”, expresa con preocupación Carlos.
“Para poder tener agua para beber en su hogar, el hombre compra bidones de agua embotellada. Al menos 2 mil pesos por semana debe tener de manera segura para garantizar al menos darle un vaso de agua a sus hijos y poder llevar un plato de comida a la mesa. “En varias oportunidades el agua que nos entregan ha estado contaminada y hay familias enteras que han terminado con cuadros complicados de gastroenteritis. No quiero saber qué nos depara el verano”, lamenta el hombre que es obrero de la construcción. “No pedimos nada gratis; solo queremos que el agua potable nos llegue”, expresa el hombre al dar cuenta del derecho básico para la vida al que junto a más de mil personas, no puede acceder.
“Mdzol.com
“Zulema Usach
“22 de setiembre de 2022”.