Mi cerebro y sus manos
Mi cerebro no era así ni era mío.
Era una masa informe de circuitos
y lo tenía prestado
un abuelo del abuelo
de mi ascendiente más lejano.
Entonces mi cerebro no sabía
comportarse en sociedad,
ignoraba el infinito y sus designios.
Tenía, mi pobre cerebro
apenas dos faroles
para distinguir el mundo instintivo
de las plantas y los bichos.
Dos pantallas auditivas al costado
para creer que los truenos y volcanes
eran dioses o pájaros furiosos.
Dos canutos pilosos,
una lengua ruda
con los cuales descubrió la sal
y el aroma de los yuyos de la pampa.
Y bruto mi cerebro, torpe
como un sapo con guantes
incapaz de lucirse tan siquiera
sumergido en un frasco de formol…
Las manos lo adoptaron tiernamente
cuando aún era criatura a la deriva.
Le enseñaron el camino del amor
para que pudiera hacer su historia
deslindando lo que percibía
en líquidos, medidas y volúmenes
y entender finalmente lo social
del alimento y la sabiduría.
Caminando en cinco dedos
por todas las superficies
que su curiosidad miraba.
Le explicaron qué hacer con el agua
cómo dominar la piedra, la madera,
civilizar las bestias.
Y el humo que empezó a salir
desde las primitivas cuevas
confirmó lo eficaz de la enseñanza.
Ingrato mi cerebro se me olvida
que es un hijo dilecto del trabajo
y en cuanto me descuido
se me pone a concebir almohadas
se abandona a un reposo anquilosante.
Cuando las adiposidades y los vicios
lo ensucian, lo envenenan,
cuando abandona mis músculos
o se dispone reventar mi digestión.
Me dan ganas de patearlo
removerle las circunvoluciones a sopapos…
Es mucha mi indignación pero no puedo,
lo comprendo, lo consiento, lo malcrío.
Entiendo que no es toda su culpa
ni está tan maduro como parece.
Entonces lo engaño
le invento algún cuento piadoso,
le digo, por ejemplo,
que correr y chivatear por los bosques
en riguroso traje de aerobista
o practicar algún deporte distinguido
da status y es un claro signo de elegancia.
El cree todavía en esas cosas.
Es capaz de negarse a si mismo
darle crédito a supersticiones y leyendas
y hasta, temerle a la muerte…
Las manos,
que todavía se comunican con su centro
mediante filamentos
nervios y circuitos.
Las manos, sí las manos
¡Tendrían que hacer algo…!
Palabra y poesía
Ahora tal vez sea
una expresión codificada
de la sensibilidad humana.
Lo profundo y sonoro del sentimiento,
que fue primero verbo
y luego un oficio consagrado,
nominado como un arte
con toda su belleza y contenido
que debidamente encuadernado
adornó la humilde mesa bohemia
o alguna lujosa biblioteca.
Antes habían sido sentimientos, emociones
o quizás, una segunda voz
estrictamente cantora y comunicativa
que habita en ese interior nuestro
donde las cartas, las señas
ni toda la parentela del lenguaje
y la elocuencia, pueden decir;
esa palabra sencilla, ese concepto fácil
que acierta en pleno centro
de hombres y mujeres,
de niños y de locos
recorriendo su participación más íntima
y despertando cosquillosamente
su esencia sensible y emotiva.
Todo comenzó
cuando el gigante humano
se embarcó en la aventura de los siglos.
Cuando socialmente fue armonizando sus rugidos
para poder designar las cosas
y las partes de las cosas
en su justo objetivo de quedarse sin misterios.
así fue que le crecieron
a la altura de los labios
unas pompas muy ingeniosas
que hoy conocemos con el nombre de palabras.
Y la palabra
primero elemental y practica
fue creciendo en nuestro territorio
y en otras casas de más lejos
condicionada al vaivén de dialectos y lugares
y en su aventura de acústica y trabajo
afinó sus resonancias,
fue puliendo y mejorando sus matices
hasta competir con el instrumento
de los pájaros más altos.
La primera fue humilde elemental y llana
y al repetirse con sus ecos necesarios
fue madurando sobre su rústico sonido,
hasta volverse arrogante, complicada o tierna.
En tanto nos servía para nominar
la muerte o la belleza,
para acompañar la música y la danza,
concitando el desencanto o el éxtasis
y más, más palabras, toda vez que nos subía
la pena o la alegría a la garganta.
Así llegaron esas pompitas ruidosas
a ser adultas palabras
y fueron aprendiendo
con lo mucho de niñas que traían
a tomarse de las manos.
Y cada palabra, ya no sola
sino coqueta y unida a sus iguales
se fue de ronda, cantando
y contando un contenido.
Fue entonces cuando dejaron
de ser sólo palabras para ser poesía
y definieron como poeta a quien
les dio la vida y la forma
distribuyendo sus vértebras
con el mejor de los sonidos.
La raza
Existe una raza superior
con más aptitudes
y una inteligencia mayor.
Una raza más bella
con los mejores colores,
los ojos más lindos
la más sana piel.
Una raza mejor
exitosa y eficiente.
existe una raza superior
y nosotros
pertenecemos a ella.
Porque la raza humana es una sola
una misma especie,
un único racimo genético
ciertamente emparentado
con los monos y los chanchos.
Pobres, despreciables imbéciles
los que en la diferencia y el color
ven absurdas categorías
en lugar de la gracia sutil
de la diversidad y el color.
El hombre es uno solo
al igual que todos los dioses
creados a semejanza de sí mismo.
La raza humana es una sola
quien esté contra uno solo de nosotros
lo hace contra todos.
No hay etnia
definitivamente roja.
No hay gente de color
o en blanco y negro.
Hay una sola piel
y solo basta con mezclarla.
Una sola sangre
que siempre se ha mezclado.
El ser humano es uno solo
con su variedad de tonos
que van, del negro al blanco
del blanco al negro,
en amarillo, viejos verdes
y hasta, ciertos matices del rosa
en ciudades muy sofisticadas.
Sangre azul, tonta alcurnia,
ridículas dinastías, estúpidas noblezas
grotescas vestimentas
trapos y uniformes coloridos
disfraces…
Infeliz distinción del nulo, del mediocre
incapaz de distinguirse…
Y en este generoso territorio
de Argentina
donde se mezcla y mixtura
la prosapia de todos
los burdeles del planeta;
cuando no les alcanza
el apellido, el status social,
o la apariencia de clase,
nuestros descerebrados
pichones de nazis vergonzantes
harán alusiones despectivas
y calificarán a sus semejantes,
para sentirse distintos
o más importantes
de negros, cabecitas o villeros.
Columnista invitado
Avelino
Avelino Domínguez es recitador, poeta, dibujante y fileteador. Miembro fundador y primer presidente de la “Asociación de Escritores Independientes Quipus”. Actualmente es vicepresidente del Círculo de Poetas de la Ciudad de Boulogne, Buenos Aires y Cónsul en San Isidro del Movimiento Poetas del Mundo. En 1995 publicó con el seudónimo de “Avelino” el poemario Los Verbos Conjugosos Editorial Argenta Sarlep, que fuera presentado en Casa de Mendoza en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ha publicado cuatro poemarios y participado como poeta e ilustrador en catorce antologías publicadas por el Círculo de Poetas de Boulogne. Ha colaborado en tres antologías publicadas por editorial Dunken. También en la antología trilingüe “Senda Poética” editada en Chile por el movimiento Poetas del Mundo, además de en otras tantas editadas en distintas localidades y provincias argentinas. Y es coautor junto a otros siete sobrevivientes de la dictadura del libro No Nos Pudieron publicado por Acercándonos Ediciones, Buenos Aires, Argentina. Difunde también sus trabajos en el formato de video-poemas en su canal de youtube; @videosdeavelino