2. El incidente que le dio sentido
Compró la Beretta calibre 22 el día que, al salir de su oficina en el centro de la ciudad, se le acercó un tipo con sombrero de ala ancha y lo enfrentó justo al pie de la escalera.
Le llamó la atención el sombrero del tipo ese, porque el ala era un poco más ancha que el de cualquiera. Parecía salido de una película americana del norte. El ala ancha le tapaba la mirada; el tipo avanzó de costado, como viendo de reojo o fijándose que nadie lo siguiera.
Recién habló cuando casi se lo lleva por delante, sin levantar la vista de abajo del ala un poco ancha de su sombrero distinto del que usaba cualquiera en esa época. Le dijo con una voz apenas audible, pero con suficiente volumen como para que no se le pudiera olvidar la frase: “…dejate de joder con el tema del petróleo o sos boleta…”
No podría precisar muy bien si fue porque en la frase que le dijo le patinaban las erres y no acentuaba bien la amenaza, la cosa es que le pareció que la hubiera aprendido como un actor de segunda, algo que se marcaba por el sombrero de ala un poco ancha parecido al de las películas que veía en la función matiné.
Lo que le había quedado claro fue que estaba jugando un partido que tenía reglas escritas en inglés y en otros lugares. Lugares donde no había dudas que eso del negocio del petróleo era para otras personas, muy distintas de él. Otra raza, se podría haber dicho.
Se quedó petrificado a pasos de la puerta de su sobria oficina que se hallaba dentro de una galería en el centro de la ciudad, justo al pie de la escalera donde el tipo le amenazó.
Cuando recuperó el aliento, fue caminando con un paso mas rápido que el usual hasta la playa de estacionamiento a buscar su Bergantín Super 6, manejaría hasta llegar a su casa esquina de un barrio que supo ser elegante. Pero no, en vez de hacer el camino de todas las tardes siguió de largo y fue hasta la armería. Era un negocio pequeño que estaba sobre la avenida central, frente al cual pasaba a media mañana todos los días, cuando iba de camino a la cafetería donde se floreaba de su condición de petrolero.
Sin pararse a mirar la vidriera, se dirigió directamente al vendedor y le sonrió con una sonrisa amplia y canchera que había practicado frente al espejo y que se había preocupado de subrayar con el corte del bigote, de forma que cuando sonreía se hacía una línea recta sobre los labios, lo que realzaba su mirada entradora.
Le pidió algo simple, como para practicar tiro al blanco, un deporte que le quedó de cuando terminó el servicio militar. La oferta fue variada, pero la pistola Beretta calibre 22 le pareció el arma adecuada, no era tan pequeña. Y muy efectiva según decía el dependiente alabando la factura del arma. Le preguntó si había pensado participar en alguna competencia.
Enseguida se dio cuenta de que era esa clase de preguntas capciosas que, con una respuesta incorrecta terminaba en una citación a la comisaria, por lo menos. Por supuesto, dijo, claro que saldré ultimo acotó y le regaló la estudiada sonrisa.
Le tomó media hora llenar todos los formularios para participar en el concurso de puntería organizado por el Club Tiro Federal de la ciudad.
Salió con el arma en una caja y la llevó hasta el Bergantín Super 6 como si fuera un regalo para uno de sus hijos.
Ya en el auto, abrió la caja, armó la Beretta Calibre 22 y la dejó en la guantera del auto. Un par de veces intentó sacarla, como practicando para la emergencia. En una de ellas se enganchó la uña contra el borde de la tapa metálica del gabinete que escondía su secreta arma guardaespaldas. Se dijo que tendría que practicar un poco más, por si se le aparecía el tipo del sombrero de ala un poco más ancha que el de cualquiera en esa época, como salido de una película americana del norte.
La sacó dos veces más, una cuando en una tarde de primavera decidió practicar puntería en el jardín de su casa, ante la mirada azorada de su esposa, mientras quienes jugaban en el patio, como siempre esta vez se divertían curiosos con una oveja. En esa época se le había ocurrido que era una buena idea el engorde del animal con vistas al horno de la fiesta de fin de año. Y jugueteó con la idea de experimentar la sensación de disparar a un ser vivo.
La segunda y última vez fue, cuando en un viaje a la Capital, un camión se le cruzó en la ruta en una maniobra estúpida y peligrosa que puso en riesgo la estabilidad del Bergantín Super 6 y de toda la familia que disfrutaba de aquel viaje de película. Allí fue cuando se le atragantó la bronca a mitad de salir por entre los dientes y estiró el brazo para manotear la Beretta Calibre 22. Esta vez fue la mano de su esposa la que chocó con su uña impidiéndole llegar a tiempo al arma y de allí a la cabeza del camionero, sin paradas intermedias. Menos mal que todo quedó en un griterío de pareja, y el golpe metálico de la guantera del auto cuando la esposa guardó el arma y le dijo: “…¡es la última vez que haces una cosa así!”
Quienes viajaban en el asiento de atrás se mantuvieron en silencio durante el resto del trayecto.
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.


