Todos los caminos conducen a resolver el problema, que en buena medida es consecuencia de la propia existencia del hombre sobre un planeta que hemos ayudado a fragilizar, poniéndolo en una situación que preocupa.
Pero de lo que se trata es de ocuparnos del mal que le hacen a la Tierra aquellos tan insensibles como poderosos señores que deciden las políticas públicas como quienes, desde la faz privada -las corporaciones-, ponen en riesgo la casa de todos.
Hace años que la problemática ambiental fue ganando las tapas de los diarios y de ciertos horarios destacados en las emisoras de radio y televisión. En este sentido, ríos de tinta se dedican a informarnos acerca del devenir del paso de la humanidad por su hábitat.
Estamos en problemas y la cuarentena planteada a propósito de la pandemia de la Coronavirus, dejó al desnudo buena parte de lo que Gaia parecía querernos decir desde hace mucho tiempo. Bien podríamos entonces blandir aquella verdad bíblica que señala: “quien quiera oir, oiga”.
En el silencio que por algunos meses produjo este parate planetario, muchas especies de animales que se creían inexistentes volvieron a encontrarse, cumbres de altos montes se distinguen desde cientos de kilómetros porque el humo de fábricas y automóviles se ha reducido a su menor nivel y el agua de ríos y mares vuelve a ser lugar propicio para la vida de las criaturas que allí habitan.
Cuando uno utiliza el término TODOS, solo lo hace para hacerse cargo de lo que le toca hacer a cada uno de los terrícolas. Las grandes decisiones están en manos de los hombres de la política y los gobiernos, de los empresarios y magnates.
Pero no cabe ninguna duda que todos somos interpelados por este momento en que el cambio climático parece haber llegado para quedarse. Entonces no se trata de algo supuesto o que deben resolver personas lejanas e inalcanzables. La hora es mucho más compleja.
Por ello es dable apurar el tranco y hacernos cargo de esta realidad, aportando cada uno desde su lugar. En este sentido, los ciudadanos de a pie tenemos una gran carta que jugar, haciendo sentir nuestra voz y lo que ella señale en bien de la Vida, así con mayúsculas.
La tarea es imperiosa y apasionante, pero triste es subrayar lo trágico de la hora, que supone involucrarse porque la situación no da para más. No olvidemos que somos nosotros, todos los habitantes de los casi doscientos países del Globo, quienes emitimos votos para encumbrar o para darle salida a quienes nos gobiernan y, por tanto, toman decisiones que claramente pueden enfocarse en resolver esta problemática o, por el contrario, en patear la pelota y “que se hagan cargo los próximos”.
Ya no hay tiempo para dudar. Hay que actuar. El primer paso, sin ninguna duda, es leer e informarse. De esta manera quizás estemos en pie de igualdad -poco a poco- con aquel puñado de hombres y mujeres que vienen denunciando desde hace tiempo esta suerte de callejón sin salida en el que se encuentra la actualidad ambiental mundial.
Lo que sigue al saber es el actuar. Por eso te estoy convocando a articular ideas y motorizar acciones, en este espacio que tímidamente comienzo en mi página personal y que, de vos y de mi depende, ha llegado para quedarse. ¿Nos hacemos cargo?
Marcelo Sapunar
9 de julio de 2020