En recuerdo del Negro Fontanarrosa
Filosofía de lo popular
Una sensación me acompaña desde siempre en buena parte de mi contacto con el humor del Negro Fontanarrosa. Me parece que todas sus historias son relatadas por un par de argentinos y/o argentinas que, sentados en la vereda, ven discurrir la vida de los otros y las analizan, las relatan; casi las cuchichean.
Esos dos personajes que suelen representárseme cada vez que me engancho con su genial producción de humor gráfico podrían ser unas tías mías, o un vecino, o la mamá de un amigo. En todos los casos personas reales que, desde la medianía de sus vidas, generan sentencias inolvidables, divertidas.
Lo demás es disfrutar de esas historias breves, tan enlazadas con nuestra experiencia de vida. Porque sobrecogen desde la humildad de una casa de barrio o lo que ocurre detrás de la barra del bar o ese entremés en medio de la tribuna del partido de fútbol del equipo predilecto. Desde ese zócalo sube el humor del Negro.
“Fontanarrosa recopiló viñetas sueltas en algunos volúmenes muy difundidos, como por ejemplo ¿Quién es Fontanarrosa?, Fontanarrisa, Fontanarrosa y los médicos, Fontanarrosa y la política, Fontanarrosa y la pareja, El sexo de Fontanarrosa, El segundo sexo de Fontanarrosa, Fontanarrosa contra la cultura, El fútbol es sagrado, Fontanarrosa de Penal, Fontanarrosa es Mundial y Fontanarrosa continuará; títulos en que es patente el amplio abanico de temas que abarcó su agudeza humorística y su habilidad para el comentario gráfico.
“Además de recopilaciones de viñetas, publicó también cómics concebidos directamente como libros, como Los clásicos según Fontanarrosa, Semblanzas deportivas y Sperman. A ello hay que añadir los volúmenes que recogen las correrías y desventuras del gaucho Inodoro Pereyra.
“Publicadas desde 1972 en revistas de humor y, regularmente, en el periódico Clarín, las historias de Pereyra y su perro Mendieta fueron recopiladas en más de quince volúmenes. Una versión de dichas aventuras fue llevada al teatro en Buenos Aires en 1998, con un enorme éxito de público y de crítica. También las historias de Boogie el aceitoso se recogieron en doce volúmenes.
“Como literato, publicó numerosas recopilaciones de cuentos: El mundo ha vivido equivocado (1982), No sé si he sido claro (1986) o Nada del otro mundo (1987). Su dedicación al relato breve se intensificó en sus últimos años: El mayor de mis defectos (1990), Los trenes matan a los autos (1992), Uno nunca sabe (1993), La mesa de los Galanes (1995), Una lección de vida (1998), Te digo más… (2001), Usted no me lo va a creer (2003) y El rey de la milonga (2005)”.
(Entre comillas, retazos biográficos de distintos autores)