Aquella oportunidad en la que presencié uno de sus espectáculos desde la primera fila fue en el bellísimo Teatro Colón de Mar del Plata. Esa sala es como una cajita de música estilo español, pared colindante con la Municipalidad de General Pueyrredón (frente a la enorme y hermosa Plaza San Martín). El contexto elegante y cuidado, fue una empalizada que esta enooorme artista utilizó muy bien.
Su versión de Che, bandoneón a lo largo de esa noche inolvidable, puso una vez más a la profesional del canto a coquetear con la profesional de la actuación, logrando unos pocos minutos que deslumbraron. Por cierto, los aplausos no se hicieron esperar y sonaron fuerte, al ritmo de emociones que crecían con cada canción, perfectamente elegidas para dar cuerpo a todo un relato.
Como siempre, esperé al final de la cita para saludarla en persona y expresarle mi admiración. Me confieso uno de los que nos sentimos abonados de por vida a su magia, a esa pasión por las ideas que suma a la música popular. Desde el vestuario hasta cada movimiento, desde la puesta lumínica a cada nueva devoción; los músicos que la acompañan no le van en saga. ¡Chapeau!
“Hija de un matrimonio dispar -padre de familia burguesa, madre de extracción obrera-, vivió una infancia dislocada por sucesivas mudanzas a través de las provincias. A partir de 1949, y por ocho años, estudió canto de cámara en el Conservatorio Nacional de Música. En 1955 ingresó a la Escuela de Arte Dramático. Dos años después debutaba en televisión, y en 1959 representaba su primer papel en un teatro, en una compañía encabezada por dos grandes figuras de la escena argentina: Alfredo Alcón y María Rosa Gallo.
“En 1966 los fundadores de un sello discográfico independiente, Madrigal, le propusieron grabar un recital de poesía, pero ella les sugirió en cambio un disco en que cantaría tangos. Tras una prueba, aceptaron, y así, a fines de ese año, apareció su primer álbum, con conducción musical del bandoneonista Roberto Pansera.
“Tras un bache, su carrera de cancionista, apoyada por la crítica, cobró enorme impulso y eclipsó a la de actriz. Cantó en un local donde había estado actuando Piazzolla (en la calle Tucumán 676), y con él compartió después un ciclo en Michelangelo, un célebre club nocturno aún vigente, mientras seguía grabando.
“Es de destacar que registró un disco de cuatro temas con otro gran vanguardista, Eduardo Rovira, y que en 1970 dedicó todo un long play a tangos con letra de Homero Manzi. Este fue editado por otro sello independiente y de gran mérito, Trova, que cinco años más tarde lanzó otro LP de la cantante, íntegramente consagrado a Cátulo Castillo.
“Ella y su marido, el bandoneonista y director Osvaldo Piro, abrieron en 1971 el café concert Magoya en Mar del Plata, el principal balneario de la Argentina, sobre el Atlántico.
“Rinaldi se consolidó así como una exitosa cantante escénica, tanto en locales pequeños como en grandes espectáculos, mientras incursionaba como actriz de cine.
“En 1976, ya instaurada en el país una nueva dictadura militar, debutó en París, ciudad en la que terminó radicándose en 1989 y desde la cual ya había logrado convertirse en la más importante voz internacional del tango”.
Aquella reina del Plata
Uno
Balada para mi muerte
(Fuente: Todotango.com, Julio Nudler)


