Así como me niego a vivir en un país con presos políticos -el caso paradigmático al respecto es el de la compañera Milagro Sala- igualmente deleznable me resulta convivir con la proscripción de la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner. No quiero aceptar ni una cosa ni la otra, mucho menos aún naturalizarlas. Pero quizás sea un machismo demodé lo que impide, a lo mismos que pedían por el final de la proscripción al ex Presidente Juan Domingo Perón hacerlo por la única lideresa argentina. Vaya a saber.
Junto con el gobierno encumbrado por esta enooorme compañera, que le sacó 8 puntos de diferencia al ex Presidente Mauricio Macri, el asumido ex Presidente Alberto Fernández -aunque en adelante vamos a revisar varias veces el uso del término “asumido”-, echó andar la Escuela de Judas. Hoy sufrimos muchos de sus peores coletazos. Esa factoría de mentiras perfectamente diseñadas en las usinas que sostienen al capitalismo, comenzó la prédica disolvente apoyándose en los enormes recursos del Estado… ¡manejados por el “peronismo”!
Se trató de un verdadero ejército de empleos públicos vía contratos de todos los estilos, que el “albertismo” entregaba a cambio de practicar y extender todas las mentiras que se te ocurran contra Cristina. No te olvides que su principal objetivo fue “terminar con el kirchnerismo” como bien se le escapara a Judas ante un azorado periodista del orden nacional. Este profesional luego publicó la especie, si bien surgida de un off de récord, sin que el profesor de Derecho que hay en Judas activara cualquier tipo de medida de orden rectificatorio contra el comunicador.
Una a una iremos analizando tales deformaciones de la realidad que, entre otras formas igual de perversas, sirvió a los efectos de hacer implosionar al kirchnerismo dentro del peronismo, algo que aún faltaba hacerse. Por ejemplo, plantear -sin ruborizarse- que Cristina no es peronista, algo que los integrantes de la Escuela de Judas han repetido últimamente tomándonos por estúpidos a los que advertimos la deleznable treta. Pero que bien le ha servido frente a su pequeña pero abigarrada tropa -por lo menos lo era hasta que terminó su mandato y se las tomó a España-.
Ante personas carentes de formación política -ya sean militantes, adherentes o simpatizantes del panperonismo- a las que el odio sembrado por el Poder real y generado desde las usinas de la hegemonía mediática contra la ex Presidenta también los toca a su manera, lo que hizo la Escuela fue generar una serie de conceptos erróneos -en el mejor de los casos, cuando no lisa y llanamente malintencionados para bajarla de un hondazo en la consideración positiva de cientos de miles a lo largo y ancho del país.
Pero como los que han diseñado este fenómeno no han dejado puntas sueltas, los replicadores siempre dicen en el comienzo de sus parrafadas, que “no está en dudas el liderazgo de Cristina, pero…” a lo que siguen consideraciones de diverso calibre, que no hacen más que intentar ponerla en dudas. El principal objetivo es eliminarla -como oportunamente trataron de hacer físicamente otros, en al menos dos oportunidades, también con la complicidad de muchos participantes entusiastas de la Escuela de Judas. Hay mucha tela por cortar.
La base de esta nota, que pretendo construir como una serie de producción semanal, apunta a aclarar algunas cosas, puesto que la agredida resulta ser una de las dos figuras públicas más importantes de la historia, en términos de logros de orden económico. Durante su segundo mandato -no casualmente el mas atacado por los replicadores de la Escuela-, logró el fifty fifty de lo que siguió que la redistribucion de la riqueza fuera de más del 51,7 % del PBI, unas décimas por encima de lo logrado por el ex Presidente Juan Domingo Perón. Dos baluartes.
(continuará)
La yapa será siempre la misma, una de sus destacadas intervenciones públicas que hicieron historia. En este caso Cristina se despide ante una multitud en Plaza de Mayo, el 9 de diciembre de 2015.