Sobreviven aquellos que se lanzan, quienes dejan atrás (o ponen entre paréntesis) el miedo que causa la sola idea la ser felices. Recién entonces sobreviene la felicidad, o algo muy parecido.
Estar cómodos en un buen lugar de la casa ha de ser una parte de la preparación del rito. Las palabras fluirán, buscando en los meandros de nuestro corazón que aflore la poesía.
Quizás se trata de encontrarse con las musas entre una tarea y otra, de las que reclama el hogar. Pero en todos los casos irán brotando los versos para nuestro regodeo, para nuestra sanación.
Memoria del pasado
La piel de nuestro
único cuerpo
se desgarrará.
Pronto seremos
dos extraños.
¿Navegaré entonces
en un río de lágrimas?
¿Desembocaré
en su delta,
y perderé mi rumbo?
¿Qué haré conmigo
a esa hora muerta?
¿Qué haré conmigo
minúsculo brote,
luchando por sobrevivir
en la resaca?
La herida
del desgarro
no sanará.
Siempre será
un colgajo doloroso,
por el que huirá mi alma.
Estaré condenada
a vivir, en la memoria
del pasado.
Liana Castaño
Maestra, integrante del taller de poesía “Más allá de las palabras”, publicó en las antologías: “Fuego en las manos”; “Mujeres de palabra”, “Luz de luna” (IV Concurso Internacional de Poesía, España).