El papel de las mujeres en la música clásica, académica, culta, o como quiera llamársele (categorías que por cierto me despiertan poca simpatía, por un sinnúmero de razones que sería ahora difícil de abordar sucintamente) es un tema enorme. Poco a poco luchas como el cupo femenino en los escenarios, que desde el ámbito de la música popular se vienen desplegando, o el hito histórico que significó, no hace mucho tiempo, que mujeres de la Orquesta Filarmónica de Mendoza se negaran a tocar música que les resultaba ideológicamente insostenible, van construyendo nuevas maneras de abordar el hecho artístico.
En excepcionales ocasiones he tenido la oportunidad de tocar música compuesta por mujeres en el seno de la orquesta que integro. Interpretar esta realidad debería no sólo poner en consideración cuestiones relativas al género, sino también blanquear la reticencia hacia el abordaje de nuevas músicas y su consecuente incorporación a las temporadas de concierto, reticencia que tiene que ver tanto con lo económico, como con salir del repertorio canónico que sabemos agrada y convoca. De todos modos, es notorio que muy poca música hecha por mujeres es incluida en los programas. ¿Es que no hay o no hubo compositoras?
Muchas veces buscando repertorio diferente para interpretar con alguno de mis proyectos, o simplemente buscando algo original y bello para oír, he dado con compositoras maravillosas que creo vale la pena conocer. Una de ellas, mi favorita, es Barbara Strozzi (1619-1679). La conocí gracias a la cantante mendocina radicada en Francia, Mariana Flores, quien tiene un hermoso registro de varias de sus obras junto a la agrupación Capella Mediterranea.
Barbara Strozzi era hija de una sirvienta, pero tuvo la fortuna de ser adoptada por Giulio Strozzi (quien fuera, muy posiblemente, su padre en realidad). Giulio fue un reconocido poeta y libretista de obras de importantes compositores de su tiempo, como Claudio Monteverdi o Francesco Cavalli. En ese entorno, Barbara se formó como cantante, y recibió clases de composición del mismísimo Cavalli.
Sus cantatas son particularmente bellas. Es posible que ella las interpretara, pues era una cantante fantástica, y eso explicaría el inusual y conocedor uso que hace de la voz: saltos enormes, disonancias chirriantes, armonías arriesgadas, estructura formal flexible y original. Recomiendo a los lectores explorar este perfil en Spotify: seguramente quedarán admirados de su exquisita y novedosa pluma.
Siempre pienso que es notable que en vida esta mujer haya podido editar su música, y que haya llegado hasta nuestros días. La altísima calidad de su obra lo permitió… pero la vara con la que se midió su excelencia fue sin duda mucho más alta que la de cualquiera de sus colegas contemporáneos.
Las mujeres intérpretes han tenido mejor fortuna en la historia de la música. Amén de las cantantes, que siempre han participado de la vida musical de todos los tiempos, en el resto de los instrumentos las mujeres han ido ganando terreno y ya no quedan relegadas a un puñado de instrumentos “femeninos” posibles de estudiar. La trompetista Alison Balson (1978), la marimbista y compositora Keiko Abe (nacida en 1937), y muchísimas más dan cuenta de ello.
En Mendoza las agrupaciones corales nos tienen acostumbrados a las directoras mujeres con resultados artísticos de excelencia. Pero las orquestas profesionales tienen otra realidad: pocas veces vemos a directoras en el podio. Conocimos a Charlotte Stuijt dirigiendo algunos proyectos, y luego la carismática figura de Ligia Amadio. Pero en las temporadas, durante el año, casi no vemos directoras.
Fue precisamente Ligia Amadio quien impulsó en 2016 el Primer Simposio Internacional de Mujeres Directoras, para generar un espacio de contención, apoyo, colaboración y visibilización de las mujeres a cargo de las direcciones. En ese Primer Simposio participaron más de 100 directoras, y de los diversos paneles emergió una problemática similar: la falta de igualdad de oportunidades para acceder a esos puestos.
El Segundo Simposio fue en Montevideo en 2018, y en esa oportunidad se contó con el apoyo del gobierno municipal, lo cual no es menor, pues implica una política de Estado atenta a los cambios que las sociedades traen. En este segundo encuentro se amplió la convocatoria a directoras de coro y bandas sinfónicas, sumando más voces a esta necesidad plural.
En la edición 2020 la novedad fueron los paneles de compositoras, que como decíamos más arriba, es un espacio que necesita también ser impulsado y visibilizado. Por la pandemia, el Tercer Simposio debió ser virtual, pero esto posibilitó una llegada mucho más amplia. Siempre bajo la dirección de Amadio, y con un equipo cada vez mayor en la organización, participaron de esta edición más de cuarenta países y alrededor de novecientas personas inscriptas e inscriptos. Impactante resultó la participación de Nezhat Amiri, la única directora iraní, representando a un país que prohíbe a las mujeres dedicarse a la música.
A un día del logro histórico ayer en el Senado, me refiero a la aprobación de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, es propicio en este tiempo entender que grandes esfuerzos y luchas se esconden tras las figuras femeninas que vemos brillar sobre el escenario. Mucho se ha andado desde los tiempos de Strozzi, pero falta más.
Gabriela Guembe
Se formó en la Universidad Nacional de Cuyo, en las especialidades Piano, Teorías Musicales y Violoncello. Es Magister en Arte Latinoamericano. Integra la Orquesta Sinfónica de la UNCuyo, y es docente en la Facultad de Artes y Diseño. Actualmente se desempeña como Directora de Carreras Musicales en dicha unidad académica. Especializada en estilos preclásicos, dirige el conjunto Violetta Club, y ha formado parte de diversos proyectos que la han llevado a actuar en Chile, Uruguay, Brasil, Bolivia, México, Estados Unidos, España, Eslovenia y Checoslovaquia. Música versátil, participa en ensambles musicales dedicados a variados géneros, y ha grabado como sesionista junto a importantes músicos de Mendoza. Es también investigadora y sus escritos se han publicado en revistas de Argentina, México y Cuba.
Excelente nota…muy necesaria. Los pasos que se van dando no tienen vuelta atrás…sepámoslo! Se vienen más y más derechos, espacios que ocupar, modos nuevos de hacer las cosas, de la mano de las mujeres y diversidades.
Vale también mencionar mujeres en variados roles musicales: Andrea Merenzon, quien lleva años organizando festivales musicales de jóvenes en todo el país, investigadoras musicólogas de reconocimiento internacional como Melanie Plesch, docentes renombradas como Dorothy DeLay o Nadia Boulanger (entre tantas otras), o fervientes propulsoras de la música argentina como Raka Castro.