En abril de 2012 escribía en la página que tenía nuestro editor. Marcelo generaba por ese entonces un blog que había llamado Proyectario, que todavía está disponible en la red.
Por esos días, mi texto tenía que ver con un artículo en Tiempo Argentino en el que Hérnan Brienza, Eduardo Jozami y Ricardo Forster debatían bajo el título: Cien días. De la Sintonía Fina a la Institucionalización del Modelo. Recuerden que Cristina Fernández cumplía 100 días de su segundo gobierno.
En el artículo de Tiempo Argentino uno de los temas tratados era sobre la cuestión de la militancia y los espacios políticos existentes, vectores naturales de la construcción política y cómo las políticas que se implementan desde el Estado pueden sostenerse en la movilización de esos espacios o no.
Por supuesto que la historia nunca se repite, los fenómenos parecidos nunca son lo mismo pasado el tiempo; y por supuesto no habíamos vivido la pandemia macriradical ni la pandemia Covid-19.
Sin embargo, sigue vigente la cuestión de la construcción política. No sólo vigente, -sino pareciera- más urgente de resolver que antaño. Ese debate me hacía reflexionar, con la misma preocupación que lo hago ahora y con el agravante de volver a sentir esa sensación de riesgo y de amenaza que anuncia sufrimientos y dolores varios para las mayorías de nuestro país.
Escribía entonces: La participación social y política: es un DERECHO SOCIAL, una OBLIGACIÓN SOLIDARIA y una REIVINDICACIÓN INDISPENSABLE. Ese texto pueden verlo aquí.
Paula Canelo* en El Destape acuña una categoría para calificar la construcción política: “Que no se enoje nadie” que atribuye, como concepto de fondo, al ideario que define el accionar del gobierno nacional.
Dice la Dra. Canelo: “Se observa un patrón en la forma de ejercicio del gobierno que fue llamado en las redes sociales como de “toma de indecisiones” o de “necesidad y sugerencia”, que va dejando de ser considerado como algo que va a cambiar, para pasar a ser lo que es, y lo que hay. Y que tal vez, y más allá de las esperanzas depositadas, en realidad nunca dio indicios de que iba a ser otra cosa”.
Es posible que al igual que a esta investigadora, nos inunde la ansiedad por resolver de una vez el empate histórico con los dueños de la Argentina, es posible que no entendamos eso del diálogo con los sectores que hundieron a muchos compatriotas en la miseria y endeudaron el país por vaya a saber cuánto tiempo. Lo cierto es que desde distintos sectores del Frente de Todos se pide la institucionalización de algún modo de organización que permita la expresión de todas las voces del movimiento político que lo sustentan, dados las diferentes visiones existentes en cuanto a modelo y expectativas de organización social.
Como pueden ver el debate al respecto no es nuevo, sigue vigente y seguirá en el futuro ya que conlleva la definición de objetivos y acciones concretas en la gestión del conflicto social.
La descripción de la sociedad moderna como sistema cuya evolución determinó la diferenciación funcional en subsistemas (la política, el derecho, la economía, la ciencia, la religión, la educación, etc.) exhibe como corolario el hecho que el Estado -herramienta privilegiada de la política- no es el centro del poder. El poder en el funcionamiento global del sistema es compartido por los otros subsistemas.
Esta descripción que realiza la teoría parece ser más que verosímil no sólo al mirar los acontecimientos en nuestro ámbito, sino con sólo mirar la disputa por las vacunas contra el coronavirus que se está produciendo en Europa. En esta disputa vemos enfrentados a los gobiernos (Estado-Política) con los laboratorios, los gigantes farmacéuticos.
Si hubiera, parafraseando al Nano Serrat, una muestra de urbanidad -civilizatoria, agregaría yo- la gestión de esta complejidad saldría por el lado de la cooperación entre los subsistemas, alternativa ésta elegida en modo zen por el Ejecutivo Nacional, en una idea de “Comunidad Organizada” pero sin la Constitución del ’49 que establecía la función social del capital. No pareciera avanzar en la medida necesaria con este método.
Por un lado, los partidos políticos han dado sobradas muestras de su imposibilidad de contener este debate que hoy sólo encuentra un lugar en las redes sociales, por otro la historia demuestra que sin movilización no hay posibilidad de modificar el status quo. Un camino u otro es una cuestión de voluntad política, de hacer músculo para volcar el poder para el lado de la justicia social.
Sigue vigente, entonces, la consigna de aquél artículo de 2012 con la idea de una necesaria construcción de nuevas formas de participación y militancia. Los ámbitos están en el territorio, no los encuentro en las oficinas.
Nuestro pueblo -nosotros- hemos dado históricamente muestras de nuestra capacidad de lucha que se traduce en la participación en todas las instancias que la sociedad suministra, entre ellas la participación política; hoy estamos en una coyuntura en la que subrayo su conceptualización como derecho social, obligación solidaria y reivindicación indispensable.
Columnista invitado
Norberto Rossell
Para muchos de los ’70 la política -y el amor- nos insumió más tiempo que el estudio sistemático: dos años de Agronomía, un año de Economía, un año de Sociología. Desde hace años abocado -por mi cuenta- al estudio de la Teoría de Sistemas Sociales de Niklas Luhmann. Empleado Público, colectivero, maestro rural, dirigente sindical, gerente en el área comercial en una multinacional, capacitador laboral en organización y ventas. A la fecha dirigente Cooperativo y Mutual. Desde siempre militante político del Movimiento Nacional y Popular.
*Paula Canelo es Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO), Magister en Ciencia Política (IDAES – UNSAM) y Licenciada en Sociología (FCS – UBA). Además de ser Investigadora del CONICET da clases de grado y posgrado en la UBA y UNSAM.