Historias canadienses con raíces argentinas
Lo narrado son fantasías que sucedieron.
Se trata de pinceladas incompletas -pero no falsas- de algo que imaginé.
Cualquier parecido con la realidad podría ser el sueño de otros, reflejado en el mío.
Desde el 1 de julio de 1867 que a este espacio geográfico y socio cultural se lo denomina Canadá. Se formó como un dominio federal de cuatro provincias. Esto inició una acumulación de provincias y territorios y un proceso de creciente autonomía del Reino Unido. Esta autonomía cada vez más amplia tuvo un impulso con el Estatuto de Westminster de 1931 y culminó con la Ley de Canadá de 1982, que eliminó los vestigios de la dependencia legal del Parlamento británico.
En este camino ha habido cambios, progresivos en el sentido de separarse del Reino Unido, pero el billete de 20 dólares mantiene la sonrisa de la reina.
No es fácil entender la historia de este país, nos falta el Billiken y un Mitre que cuente la historia simple. Pero que los que ganan son los que escriben la historia, eso se mantiene. Por ahí leí que Winston Churchill dijo una vez: la historia será benévola con nosotros, porque nosotros escribiremos la historia.
Contar lo que sucedió falseando u ocultando hechos es la práctica de los vencedores. En Canadá incluso han escondido los cadáveres para que no se sepa. Aunque muchos lo sospechaban, incluso con estimaciones de números, los cuatro mil que se dio como cifra oficial, podrían llegar a más de diez mil. Estamos hablando del hallazgo de tumbas no marcadas de niños en los predios de lo que fueron los hogares escuela. Un sistema ideado por los padres de la patria, los que se sentaron el 1 de julio de 1867 para borrar vestigios de la cultura y también de los pueblos que habitaban el extenso Canadá. Ahora estamos viviendo uno más, con la aparición de, hasta ahora y sumando, mas de 1500 tumbas no marcadas, de lo que se presume niños internos en las escuelas hogar.
En nuestro primer verano aquí hace 20 años, la historia de Barrick Gold recién aparecía en los diarios. Ese año la corporación compraba la mina de Veladero en San Juan cuyo impacto socio económico aun perdura. Los daños que la operación de la minería de cielo abierto produce en el medio ambiente perdurará y ese es un baldón que no podrá sacarse Toronto, la sede de la minera multinacional. Ese escándalo fue uno de los primeros de escala internacional.
Desde mediados de 1800 y hasta 1996 el gobierno de Canadá dispuso como forma de asimilación de los pueblos originarios, entregar a la iglesia anglicana, United Church y principalmente a la Católica, el control de estas instituciones para darles valores occidentales y cristianos. Los testimonios de los horrores que se vivieron allí, falta de comida, abrigo, experimentos médicos y psicológicos, abusos físicos y sexuales fueron llegando con sobrevivientes. En muchas familias esto se sabía y se trataba de asimilar el dolor.
Un amigo podrá decir que siempre fue igual, que los conquistadores arrasaban con los vencidos, en diversos sentidos y con grado variable de identidad. No le falta razón, pero no implica necesariamente que debamos seguir haciendo todo de la misma forma.
Se hace difícil festejar Canada Day como lo hicimos antes, con ignorancia supina, con voluntad de integración o con piedad cristiana. Ahora se hace necesario que avancemos como sociedad por otros caminos, hacia otro horizonte.
A la luz de lo que vemos, toma más fuerza la idea de incorporar, no sólo como declamación de acto partidario, a las culturas que se pretendieron borrar.
Hace más de treinta años, cuando estaba sentado en la producción de Radio Nihuil, se abrió la pesada puerta e ingresó un señor ya mayor. Las nieves del tiempo no solo habían plateado sus sienes, sino que las habían dejado casi descubiertas. Se sentó frente de mi y empezó a desplegar sobre la mesa una cantidad de libros que él vendía. Me transformé en su cliente periódico. Cuando empezó a saber de mis preferencias me trajo, uno a uno los libros de Eduardo Galeano. En las charlas de cada vez, íbamos intercambiando saberes, el ya había leído todos los libros, yo algunos. Un día me trajo un folletín que tenia la carta de un líder de una tribu del noroeste de Norteamérica. Esa fue, creo, la primera vez que tomé contactó con la realidad de los pueblos originarios de este lado del mundo.
La posibilidad de conocer la historia depende del esfuerzo de cada uno. La riqueza de una cultura que fue negada tiene sus razones. La concepción de los humanos en el mundo es diametralmente opuesta. En esa carta se lee “…que la tierra se enriquece con las vidas de nuestros semejantes. La tierra debe ser respetada. Enseñen a sus hijos lo que los nuestros ya saben, que la tierra es nuestra madre. Lo que la tierra padezca será padecido por sus hijos”.
El tema de la propiedad de la tierra está en el centro de esta desgraciada historia. Los colonizadores de esta parte del mundo hicieron hincapié en ese punto. De hecho, para sentar jurisprudencia les hicieron firmar tratados por los cuales los nativos les cedían las tierras a los colonos. Ceder es dejar o dar voluntariamente a otro el disfrute de una cosa, acción o derecho.
Pero en la tradición local y por miles de años, no existe la propiedad sino el uso responsable. Ahora es muy tarde, están firmados los papeles que, dentro de la legalidad imperante, tienen valor irrefutable.
El Museo de la Civilización esta frente al Parlamento Federal del otro lado del río de Ottawa, en la provincia de Quebec. Allí se puede empezar a aprender un poco del impacto que ha significado, para los primitivos habitantes de lo que es hoy Canadá, el avasallamiento de las rutinas y la imposición de un modo occidental de vida.
Fuimos a Ottawa, la ciudad capital del país, siguiendo un ritual canadiense: visitar la capital el Día de Canadá. ¡Tremenda fiesta!, un escenario de lado a lado en el frente del Parlamento Federal. Músicos canadienses, expresiones de todos los pueblos, incluidos los nativos desfilan por el escenario desde la mañana y hasta ultima hora de la noche. La culminación del festejo es una gran demostración de fuegos artificiales que iluminan las dos ciudades y el río que las divide.
Dos cosas que resaltar: el santuario de gatos que hay a un costado del parque frente al edificio del gobierno central. Allí los gatos no son corridos ni molestados. Se los alimenta y uno puede ver cientos de estos animales de todos colores, incluso algunos muy amigables. Este invento de Trudeau padre ha quedado como testimonio de su obra política. La otra cosa es la permisividad de las fuerzas del orden con los alcoholizados. Mucha cerveza, algunas otras bebidas y alucinógenos son tolerados y los consumidores seguidos de cerca en su zigzagueante caminar por las calles en la noche de Ottawa.
Aquel viaje me mostró con fiereza un poco el ser canadiense: distracción vigilada que permita el desahogo de las tensiones de la vida en sociedad. Por otro lado, grandes escenarios para mostrar al resto del mundo lo inclusivos que somos. Y para rematar un espacio cuidado para que las especies nativas puedan desarrollarse: los gatos.
En el transcurso de unos 6.000 años el área alrededor de la confluencia de los ríos Ottawa, Rideau y Gatineau, los indígenas pasaron parte de su tiempo en el promontorio costero más impresionante a la vista de la cascada más espectacular, la Chaudière Falls.
Esta tierra está en disputa, es la orilla sur del río Ottawa, y hay un reclamo presentado en la Corte Superior de Justicia de Ontario. La nación Algonquin Anishinabe, que abarca varias comunidades Algonquin de Quebec, históricamente ocupó las islas y la tierra cerca del río Ottawa. Nunca ha entregado su título a las tierras de Kichi Sibi. Para que sepamos, Kichi Sibi significa “Gran Río” en el idioma Algonquin. Esta nación ha llevado su reclamo a los tribunales como último recurso. Han manifestado estar cansados de que la Corona, es decir los administradores del Estado, los ignore. “Es hora de que la Corona se ocupe de nuestro título aborigen en Ottawa y las áreas circundantes”, dijo el jefe Jean-Guy Whiteduck. de Kitigan Zibi Anishinabeg en Maniwaki, Quebec.
Nunca se firmó ningún tratado de traspaso de la tierra donde se erigió el imponente edificio de estilo gótico que alberga toda la burocracia de administración del Estado, incluida la oficina del Primer Ministro y de todos los diputados federales. Este espinoso tema siempre se ha manejado con mucho tacto, cautela y compromisos muy floreados. De no hacerlo, ya no habrá ni qué celebrar ni donde festejar Canada Day.
Toronto 2 de julio 2021.
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.