De tanto buscar algo nuevo que representara cabalmente los sonidos que se apresuraban a salir a borbotones, de un músico que se perfeccionaba a la vez que producía material, Piazzolla dio forma a una obra particular. Hoy diríamos “de autor”, que aún nos acompaña con una fuerza de tifón. Quizás deba a sus maestros mucho de lo que logró, por lo demás se hizo su propio lugar.
Recuerdo como si fuera hoy que por aquellos años ochenta y noventa del siglo pasado tomó estado público un video realizado al músico pero en su condición de cazador de tiburones. Fue filmado en la baranda de una embarcación mientras éste realizaba ese “deporte”, solazándose con su divertimento. Para buena parte de la sociedad argentina aquello fue una afrenta y un hecho repudiable.
Ahí aprendí que los seres humanos tenemos un sinnúmero de facetas que, muchas veces contrapuestas o no necesariamente unidas por una lógica predecible, nos hace únicos e irrepetibles. Aunque a muchos nos costó asimilarlo, en Astor convivían el sujeto que se mandaba con ese entretenimiento que tantos criticamos, con el artista de fuste que fue. Dos caminos convergentes, en la misma persona.
(viene de la edición anterior)
“Comienzos de su carrera profesional
“Integró el Quinteto Azul de corta existencia y también en Mar del Plata un conjunto bajo su dirección, con claras particularidades tímbricas basadas en el conjunto que dirigía Elvino Vardaro. Para 1938 ya tenía fama de ser un gran instrumentista. Había integrado las formaciones de Francisco Lauro y Gabriel Clausi, hasta que fue llamado por Aníbal Troilo para integrar el conjunto de éste como bandoneonista y arreglador, mientras seguía estudiando diversas disciplinas con Alberto Ginastera. En 1944 se desvinculo de la formación de Troilo. Piazzolla se fue con el grupo de Francisco Fiorentino y ese cantante le permitió imprimir su nombre como un significativo agregado, fue la orquesta «de» Astor Piazzolla la que lo acompañaba.
“Debutaron en Villa Urquiza a finales de 1944, grabaron veintidós canciones y dos instrumentales. Piazzolla compuso para la ocasión «En las noches» y «Noches largas». Poco tiempo después, y aconsejado por su esposa, suprimió la «y» pasando a ser «la orquesta típica de Astor Piazzolla» y solo su nombre se imprime en el cartel que lo anunciaba. «Los que me seguían preferían tomar un café y escuchar: bailar era lo secundario». Debutó en el Marcito, uno de los numerosos cafés donde se tocaba tango desde el mediodía hasta pasada la medianoche con la única obligación del consumo de un café cuyo valor variaba con el horario. Para fines de los años 1940 quedaban varios sitios para escuchar tango a precios accesibles: los cafés El Nacional, Marzotto, Tango Bar, La Ruca, la Richmond. En los barrios estaban El Imperio (donde tocaba Osvaldo Pugliese), el café la Victoria, los cafés de Boedo y San Juan o en avenida San Martín y Fragata Sarmiento. Y las milongas de Palermo, como La Enramada.
“Durante 1946 a 1949 trabajó para el sello Odeón con su orquesta independiente, en esas grabaciones sus vocalistas fueron Aldo Campoamor, Fontón Luna y Héctor Insúa. Tras disolver su formación se dedicó laboralmente a hacer arreglos para orquestas como la de José Basso, Francini-Pontier y especialmente para la de Aníbal Troilo. Las críticas a su música comenzaron a tomar mayor caudal, alguna vez le reprocharon «¿Te crees que estas en el Colón?».
“Una anécdota muy famosa es cuando tocaban el tango «Copas, amigos y besos» tema de Mariano Mores. «Era tan larga, tan compleja que las coperas del cabaret nos cargaron y salieron a bailar a la pista en puntas de pie, como si fuera música clásica». El arreglo no funcionó y tuvo que modificarlo. «Creo que ese fue el primer paso para dejar a Florentino: a él tampoco le gustaban las audacias». No existen datos precisos de cuántas unidades vendía un disco exitoso, pero el volumen de ediciones, la cantidad de actuaciones en vivo y la multitud de orquestas y cantantes de excelente nivel que estuvieron activos durante esos años hablan del tango como un verdadero fenómeno comercial, comparable, en sus apariencias con el de las grandes orquestas de swing en Estados Unidos.
“Para los años ’50, en contraposición a lo que se suele considerar, Piazzolla estaba lejos de ser resistido como compositor y orquestador. Era alguien que, sin ser integrante ni director de ninguna orquesta (disolvió la suya un años antes) componía y arreglaba profesionalmente, por encargo, para las formaciones más prestigiosas. Según Roberto Pansera una vez se le escuchó decir «Voy a componer dos tangos por año. Con cuatro grabaciones por año yo vivo». El profesionalismo de Piazzolla tiene un recorrido, desde que comenzó a tocar, y casi inmediatamente, a hacer orquestaciones para Troilo, hasta el arribo a esa fórmula, inédita para el tango, de compositor «a medida» para orquestas de otros. En la década de 1950 Piazzola es el autor además, de música para películas y también intenta ganar prestigio en el «mundo clásico», tratando de estrenar sus obras para orquesta y de cámara, a las que rigurosamente coloca números de opus, aun cuando se trate de ejercicios a pedido de su maestro. Y ese lugar especializado se corresponde, también, con un modelo aprendido con Alberto Ginastera: el compositor situado por encima de las contingencias del mundo y a quien nada debe interesarle quién es el que paga, siempre y cuando respete su arte.
“Entre quienes han escrito acerca de Piazzolla, el único que repara en la fundamental importancia de los tangos compuestos a comienzos de la década de 1950 –«Prepárense», «Contrabajenado», «Lo que vendrá», «Triunfal», y en particular «Para lucirse» la pieza que inaugura la serie-, es el escritor y periodista Julio Nudler; «antes no estaba muy en claro qué era lo que quería Piazzolla» dijo alguna vez Nudler. La interpretación de «Para lucirse» (de autoría propia) por ejemplo, dura casi cuatro minutos, una considerable duración para los cánones comerciales de la época.
“Sobre la controversia con los tangueros de la «guardia vieja» Lalo Schifrin contó: “estábamos comiendo y él me dijo que estaba triste e indignado con los tangueros que no lo reconocían -en su mérito- y siguió insistiendo con el tema. Astor, no te debe importar lo que digan ellos. Que si lo que haces es tango o no. No es tu problema: lo que vos estás haciendo es Piazzolla”.
“Piazzolla dijo abstenerse de participar de un concierto para la Fundación Eva Perón, pero su ausencia no fue por razones ideológicas, había disuelto la orquesta. La misma formación con la que en 1948 grabó un tema a la medida del Primer Plan Quinquenal y cuya letra daba cuenta de la euforia peronista: «Yo tengo la suerte de ser argentino/vivir en la patria más linda y feliz» cantaba Alberto Montan Luna en «República Argentina», un vals compuesto por Santos Lipesker y Reinaldo Yiso y arreglado por Piazzolla.
“En 1952 año de la muerte de Eva Perón la editorial Sarraceno da a conocer su Epopeya… la obra se basaba en textos de Mario Nuñez, autor del «Soneto a las manos de Eva Perón» incluido en el mismo cantinera sobre el peronismo del que participó Mende Brun. La transcripción para piano de Epopeya… fue realizada por el propio Piazzolla. Se exhumó por azar en la Biblioteca Nacional. El hallazgo corrió por cuenta de un grupo de musicólogos argentinos entre quienes se contaba Pablo Fessel, en el año 2003. «Nunca pensé que reaparecería. Creí que estaba entra las obras suyas que destruyó porque no le gustaban… recuerdo como renegó de ella», le dijo Diana Piazzolla al diario Clarín. Nuñez contó en esa oportunidad la hija, «era amigo de papá y asesor de Perón» y fue el que se la encargó. «Papá quiso hacer un himno, pero al final no le gustó y no dejó que la usaran ni estrenaran».
“El Concurso Fabien Sevizky de composición es considerado un punto de quiebre en la carrera de Piazzolla. En tiempos de censura y una rigidez ideológica que era implacable contra figuras como Jorge Luis Borges, Libertad Lamarque, Osvaldo Pugliese, Atahualpa Yupanqui, y hasta el mismo Hugo del Carril, es de considerar que ese galardón pudiera haber sido otorgado a nadie que tuviera una mínima mácula en su expediente. El Premio era organizado por la Radio del Estado, que desde 1946 era sometida a una férrea política de supervisión. Según Diana, hija de Astor, su padre envió la partitura al concurso que se dirimía en Indianápolis, donde Sevitzky dirigía su orquesta sinfónica, no obstante la competición no transcendió de las fronteras de la capital argentina. Y del jurado no sólo formó parte Ginastera, quien además ayudó a su alumno a retocar la composición que después juzgaría, sino Luis Gianneo, que habían formado parte del grupo de «notables» que galardonó en 1953 a Elsa Calcagno. Piazzolla resultó ganador con Buenos Aires (tres movimientos sinfónicos). El premio consistió en una suma de dinero (no muy grande, pero si lo suficiente para viajar a Europa en buques de carga), y la ejecución de la obra bajo la tutela del maestro que había dado nombre a la competencia. El músico Leopoldo Federico fue uno de los elegidos para interpretarla el 13 de agosto, dijo sobre aquella jornada: “fuimos un día a su hotel, con Piazzolla, y el director nos pidió que le tocáramos nuestras intervenciones. En uno de estos ensayos, el director preguntó a la fila de violines quién podía hacer la parte de la lija, un violín chiquito que raspando la cuerda, lograba un sonido de chicharra. «Ah, la sacaron del cabaret», me acuerdo que dijo uno. Otro quiso tocarla, pero lo hacía mal. Piazzolla lo corregía todo el tiempo. Y así llegamos al estreno, dando tumbos. En el cuarto compás, parte de la orquesta estaba en cualquier lado. El problema que teníamos los bandoneonistas eran los compases de espera. Algunos de esos compases eran además irregulares. No estábamos acostumbrados a semejantes cambios de ritmo ni a tocar con un director que, por otra parte, nos era desconocido (…) Nos confiábamos en los otros instrumentistas. Ellos nos decían «tranquilos, escuchen lo que hacemos». Pero lo que hacían era erróneo. Hasta Abelardo Alfonsín y yo nos dábamos cuenta de eso”.
(continuará)
Adiós Nonino
Milonga
Soledad
(Datos de la red de redes)