Solsticio de invierno
Otro viaje al fin de la noche
Parte 3
(viene de la edición anterior)
Las veces que lo he planteado en algunas de mis terapias…
-Si estuviera hoy, seguro, lo dopaban y chau, al igual que “Hombre mirando al sudeste”…
A los psikiatras rígidos, estos temas los ponen un poco nerviosos:
– ¿Usted qué opina, doctor? Tal vez le hubieran puesto un rotulito, un cartelito, un diagnóstico de “hebefrenia”, totalmente invalidante.
-Usted ya sabe que no interesa eso, sino el proceso. Qué siente usted.
-Que nosotros, los docentes somos medio locos. ¿Puede usted creer que aún hay personas jóvenes, de mirada luminosa, que con amor van a trabajar horas y horas? Trabajan no solo en su lugar de trabajo sino también en su casa… Con el salario más bajo de todos. ¿Sabe que un maestro incial gana menos que una empleada doméstica que limpia por hora? Y qué decir del valor de la hora de trabajo del gasista… Evidentemente a kién le va a importar la educación entonces… Mire, comparemos ¿Cuánto vale su hora de trabajo?
– (…) Silencio. El psi solo anota. Mirada de a mí, con esas… Somos pocos y nos conocemos…
-…Usted cobra 2.500 $ por una hora de trabajo, sin cobertura de las obras sociales. ¿Y en los hospitales? En Buenos Aires, en los Hospitales Neuropsikiátricos Alvear, Borda y Moyano hay derecho a una atención digna para unos 80 pacientes en una ciudad con unos 8 millones de habitantes. Y la gran mayoría de sus profesionales son voluntarios ad honorem.
-…Debe tener los mismos años de universidad que yo. ¿Y? ¿Hay justicia, entonces? ¿Dónde estudió usted? ¿En qué Universidad?
-…A mí me afanaron mis constancias de estudio… No están. Desaparecieron. Título de secundaria y de Universidad. Tuve que ir a pedir mis constancias de estudios a la Universidad del Sur, Bahía Blanca, y a la del Comahue, en Neuquén.
Para los psikiatras brígidos tener pacientes como nosotras debe ser un karma. Por eso nuestros diagnósticos son tan errátiles. ¿Esquizofrenia crónica? ¿Trastorno bipolar? ¿Síndrome de Asperger? Justamente Evelyn, la novia de Pablito, me hizo conocer ese diagnóstico, una variante del autismo caracterizada por una inteligencia muy alta y problemas emocionales con el entorno. Entonces, los psiquiatras descubrieron cómo hacer mierda las neuronas de preguntonas como nos. Con un equipaje de drogas psi como las que me dieron, para en sólo tres meses dejar mi bocho como la famosa “tábula rasa”, con los estudios de neurología que permiten determinar qué sector atacar para dejarme esa piltrafa, como la vi a mi sobrina después de sus internaciones psi. Y eso que ya había salido adelante por la calidez de los sacrificados profesionales ad honorem la mayoría. Yo conocí algunos que me reconciliaron con kiénes se dedican a esta indispensable tarea. Quienes padecimos la iatrogenia psikiátrica quedamos con una persecuta muy grossa. Es horrible eso de sentir:
…Je, que va ser profe. Es una pirada. La loca del pueblo. Le decimos Penélope. Solo teje y nada más.
Era cuando el dueño del almacén llegó a decirme:
– ¡A ver! Si tiene usted su título universitario… ¡Muéstremelo!
Le retruqué, muy segura y calma:
-Je, se nota que sabe del tema. Dígame, usted, con ese aire de conocer todo. ¿Sabe por dónde andará mi título?
A su señora, siempre con aire de mala onda total, le decía, directamente:
-Usted parece Krist, la presi. O la Su Giménez.
Pero gracias a ir allí pude ir venciendo mis espantosos ataques de pánico.
-Vengo al gasódromo-. Se los decía a la hora en que había muchos clientes. únicamente se podía charlar con algún ignoto turista, con difuso aire de haberlo conocido, vaya saber dónde, porque no pude recuperar la memoria emocional del síndrome de burnout, cerebro quemado por stress.
-¿Sabe por que le llamaban Gasómetro a la cancha de San Lorenzo?- le dije mirando si tenía la espalda bien cubierta, con una pared atrás. Nunca falta algún exaltado que… Por si les habían hecho creer que yo estaba totalmente gagá.
…Decían que los nazis habían llegado a la Argentina por la ruta de las ratas. Con la protección de los curas, por los conventos… ¿Puede usted creer semejante infamia? El cura de San Lorenzo solo tenía una canchita para que los pibes jugaran al fútbol. Y así no los patotearan. Como a los nenes lindos hoy, akí.
Es aprender a usar las estrategias de los chabones. Dos mensajes totalmente opuestos, simultáneos, es lo que Gregory Bateson denomina “El doble vínculo”. Son el tipo de mensajes de “SOS de una botella al mar”… Alguien me recordará, supongo.
Las miradas de hielo de la almacenera las sentía clavadas en mi nuca, como cuchillos…
-Me pregunto por qué viene aquí-.
-Porque es uno de los pocos negocios donde se puede pagar con tarjeta de débito y crédito. Si viera el pánico cuando me robaron la billetera en pleno colectivo, en enero… Se nota que no cuidan mucho a los turistas… O será, tal vez, el target de ir a bañarse en medio de los tiburones cebados… Siempre hay kienes aman la adrenalina. Es más entretenido que un lugar aburrido, donde nunca pasa nada más que el tiempo. Como akí en el resto del año grutense, digamos. Lo único que se puede hacer es patinarse la guita en el casino.
-Ya está, akí tiene todo. ¿Quién sigue? ¿Señora? -Como diciendo estoy muy apurada. Váyase.
Otro stress agudo me invadió cuando escuché del terremoto en Nepal, el país más pobre de Asia, según una noticia de la tele. Pero si yo escuché que era el país con índice más alto de bienestar, en el Informe Klisberg. Lo buské por la web. Hablaba de Bhután. Recurrí al infalible diccionario de El Pequeño Larousse Ilustrado. Resulta que Bhután es el nombre de Nepal. Entonces, ¿es el país más pobre de Asia o el de mayor índice de bienestar según el Informe Klisberg, mi referente a nivel ético en los medios? Solamente viajando allí podría saber qué es verdad o mentira, o si van kiénes sean personas honestas y de un altísimo índice de credibilidad, no vaya a ser que algunos vivillos se dediquen a esperar colectas como las que en vez de ir a la zona su rionegrina, Ingeniero Jacobacci y otras poblaciones castigadísimas por el volcán Puyehue la otra vez y los camiones de donaciones fueron derivadas a Villa La Angostura delante de las cámaras del país, además de padecer el “peaje” que yo vivencié cuando bajaban de un camión bolsitas con paquetitos, arroz, azúcar, fideos, yerba, a ese mercadito sanatoniense.
Solamente asomaron, otra vez, las dudas, cuando me contaran desde Bariloche que no había casi cenizas del volcán. Apenas una nube alta, gris, que para kiénes las vivimos ya conocemos.
-Pero ¿estás segura de viajar para la zona del humo? Llevá antiparras y barbijos o al menos ponete un pañuelo húmedo para no respirar esas cenizas que son como vidrio molido dijeron ´por la tele.
– Nada de cenizas en Bariloche… Se ve en el cielo, muy arriba. Ya voy rumbo al Bolsón.Todo bien, amiga. Se acaba de largar a llover. Pero cenizas, nada. Hoy, cuando cruzamos a Chile pregunté por las cenizas en la aduana y en Futaleufú y me dijeron que casi no hay. Recién regreso de Chile. Las cenizas ni las ví. Sólo en la cordillera, pero en el cielo y en lo alto… ¡No sé por qué muestran eso! Seguro kieren que para las vacaciones de invierno todos vayan a Tecnópolis, opina la gente.
Me comencé a preguntar kiénes estarían organizando las colectas humanitarias. La onda criolla de plin-caja se sentía en el aire.
Me desperté a la madrugada escuchando el hermoso programa de la Radio Pública de 2 a 4 después del deleznable programa “La Coca es pa’ el fernet”, que pagamos todos con nuestros impuestos y que me lleva a dormir casi instantáneamente para no escucharlo, pero el derecho a la libertad de expresión para mí es un tema de honor. Entonces, cambio y fuera. A dormir.
Pero había sido un día muy intenso. Y es que el tema del terremoto en Bhutan-Nepal me había desvelado. No recordaba cómo se llamaba el libro que me había apasionado en los años ’70. Con ese reloj de tornillos sueltos que es mi coco, luego del “tratamiento” intensivo de tres meses en la cárcel del Sistema Penitenciario Federal, la Unidad 20, en el Hospital Borda, los agujeros de la desmemoria a veces son sólo unos diez minutos. Otras veces, es tarea sólo para la noche, se lo dejo a los sueños, que el cerebro lo resuelva, buscando vaya a saber dónde. La sinapsis de las neuronas quemadas es así.
Pero mirando la tele y escribiendo, recordé al Google y lo busqué: “Los caminos a Katmandú” de René Barbajel. Inclusive hay una peli que no vi aún.
Puse la tele donde pasaban un programa sobre los drones. Un invento tecnológico militar de robótica que permite mil usos, bombas, repartija de drogas, filmaciones, explicaban. Supongo que sólo unos drones podrían mostrar qué paso en realidad en Nepal. ¿Habrá sido uno de esos drones militares con explosivos que atacó el templo de Nepal, Tesoro de la Humanidad para la UNESCO? La millonada de dólares que cuestan estos aparatos muestra dónde va la guita que podría servir para fines humanitarios. Eduardo Galeano escribió tantas páginas sobre estos temas que su ausencia es un buraco en el alma.
La verdad es que sería muy interesante un viajecito a Katmandú, la capital de Bhután, ex Nepal, recordando esa novela setentista tan apasionante.
Por el canal de la tele pública pasaron una serie de programas que me dejaron interesadísima con la entrevista a Pérez Esquivel, nuestro premio Nobel de la Paz que hizo una referencia a Lanza del Vasto. Recordé que había leído sobre una comunidad en el norte argentino. Pero no la encontré. Pero sí un artículo de Caparrós, sobre su encuentro con Lanza del Vasto. Pero de esa comunidad en Tucumán, Salta o Jujuy, ni una sola palabra. Y tampoco de su filosofía. Deberé irme a dormir, entonces, que, tal vez me den una idea de cómo saber del discípulo del Mahatma Gandhi y su comunidad en el noroeste argentino.
Me había sumergido en el silencio de un largo sueño durante meses. La sensación de que nada era posible en tiempos pre-electorales donde parece que todo se resuelve con los temas de las listas de candidatos y los acuerdos de cúpula.
Pero me despertó la imagen de ese niño muerto en las costas europeas antes de llegar… Supuse a los xenófobos guardias costeros en apunten y tiren a toda barca que llegue a nuestras tierras…
Luego, el espanto, otra vez, más cercano, de un niño quom fallecido por desnutrición aguda. Recordé lo que narró Patricia Sosa, la artista que cantó en el TEDEUM del 25 de mayo en la basílica de Luján, toda restaurada de la anterior inundación y antes de la nueva que otra vez la anegó. Resulta que llevaban camiones con las colectas solidarias al Impenetrable chaqueño y unos pobladores les impidieron el paso. Que si dejaban uno de esos camiones los dejarían llegar a la zona más necesitada…Llevábamos hospital de campaña, un espacio para escuela y… Mientras, los quom siguen con su carpa en Buenos Aires por el reclamo de sus tierras.
Regresé del mar pasando por el cartel del complejo que antes se llamaba “GURKA CHE” y ahora es solamente PIRCAS. Su nombre anterior era el recuerdo ominoso de los terribles gurkas de la guerra de Malvinas. ¿Habrá habido tal vez criollos gurkas buscando sangre fresca, acostumbrados grupos de tareas de la dictadura a los atroces atropellos a estudiantes y catequistas en la dictadura que quizás siguieran con los soldaditos civiles conscriptos con sus prácticas ominosas? Borraron y cambiaron ese nombre del complejo ubicado atrás de la bajada de los Acantilados, donde está el barrio Los Manzanos, de jubilados penitenciarios, yendo por el camino de la Posada Gaudí, de esas líneas rectas tan diferentes de la obra del genial catalán.
¿Se podrá lograr la devolución de las tierras del Ejército a las provincias que enviaron sus soldaditos a la guerra de Malvinas? Alguna vez quisiera ver un mapa de los caídos entonces. Porque dicen que la mayoría eran norteños, de las provincias más pobres. A los patagónicos, acostumbrados al frío, los tuvieron acuartelados en Junín de los Andes y otros destinos sureños porque suponían que habría guerra con Chile. Fue otro genocidio encubierto de los pueblos originarios. Pero tierra no sólo para viviendas sino para escuelas. Pero tendrían que tener esa onda que mostró el Informe Klisberg en “El otro me importa” por el canal Encuentro el otro día. Era cuando mostraba la vida y obra de Janusz Korkzac, médico y pedagogo polaco que creó orfanatos modelo antes del genocidio nazi donde fue con sus niños del gheto de Varsovia a los hornos crematorios de Treblinka. Eran un modelo educativo de república de los niños.
El otro día en La Anónima, cuando me encontré con kién está con las tomas para los sin tierra pude decirle:
¿Están aún en esas viviendas sobre las tierras contaminadas con plomo? Onda, los niños que sobrevivan a las diarreas estivales ahora padecerán bronquitis y neumonías. Y los que queden, estarán contaminados con metales pesados. Parece un operativo “solución final” de los nazis.
Y otra vez me invadió la depre… ¿Escribir? ¿Para qué? Si ni sikiera ayudé con mis declaraciones de donación para fines solidarios, ante el Juzgado de Paz de San Antonio Oeste, donde inclusive envié una copia de las primeras 80 páginas de esta novela, para la implementación de los equipos de salud mental en los hospitales locales y los grupos de teatro que kisieran tomar en todo o en parte, con la más amplia libertad, EN TANTO SEA SIN FINES DE LUCRO.
La urgencia del tema de los indispensables equipos de salud mental regresa, a veces, cuando no funcionan los aparatos que sólo mi hermano Pablito entendía. Obviamente no es racional suponerlo, pero yo lo siento así.
Primero fue el tema de la mochila del inodoro. A tirar baldes de agua, me dije, mientras intentaba encontrar un buen plomero. Pero cuando le llegó el turno al calefactor, eran demasiadas señales. Y se relaciona con el mural de Paéz Vilaró porque fue él, quién no se dio por vencido buscando a su hijo a quién todos daban por muerto en la cordillera en el accidente del avión.
Yo le había propuesto a mi hermano que viniera a vivir aquí, un lugar tan bello, ideal para un canceriano. No sabía, entonces, que hay una sola psiquiatra, la dra Belén, para una población estable de 29.000 habitantes, contando los de San Antonio Oeste, las Grutas y Puerto del Este. Y en el verano se le suman 333.000 turistas. Obviamente los responsables de Salud Pública ignoran unas tablas de la OMS, la Organización Mundial de la Salud y de la OPS, la Organización Panamericana de la Salud que definen la cantidad de profesionales de acuerdo a la densidad de población.
-Esto es Argentina, che. No estamos en Noruega- suele ser el comentario.
Propuse que se les ofreciera a los empleados públicos de Salud, Educación y Seguridad la vivienda en comodato, como tuvieron las provincias patagónicas hace años. Porque si logran habituarse al viento, frío y carencias varias, luego se prodrían radicar si tienen esa prioridad en el puntaje para las viviendas sociales como en La Pampa cuando vivíamos allí.
(…)
Esto se define una vez al año, en el presupuesto. Y los responsables deben creer que destinar la cantidad de profesionales indispensables es un lujo asiático.
Y vaya si hay urgencias… El otro día, a la siesta, llaman a la puerta:
-¡Hola!, ¿qué tal?- una mujer de unos treinta y pico me dijo:
-Traje unas empanadas para compartir.
Yo miré el reloj de pared. Eran casi las 17 horas.
– ¿Nos conocemos?- Descubrí que es una pregunta elegante, muy diferente a decir, no te recuerdo en absoluto.
-Soy la taxista.
Mientras comíamos las riquísimas empanadas, me contó. Había perdido su trabajo en el taxi. Se había ido luego de una terrible historia de violencia con su pareja. Tres veces golpes y la última, la sangre corriéndole por el suelo.
-¿Hiciste la denuncia por violencia de género?
-S í. Ahora regresé para formalizarla. Porque mi hermana, desesperada, cuando estaba internada me pidió fuera a vivir con ella.
-Pero yo lo amo. Si no estoy con él, no tengo ganas de hacer absolutamente nada.
-¿Pero sabés cómo es el círculo de la violencia? Un reencuentro, luna de miel y después, otra vez…
Con los ojos nublados:
-Sí. Ya sé- comiendo una de sus empanadas- Él terminó así con sus parejas anteriores. Me lo dijo su mamá.
-Tenés que hacer una terapia… Yo voy a una psicóloga, muy buena.
-¿Cuánto te cobra?
Se lo digo.
-No puedo. Ahora estoy trabajando en la rotisería.- Me muestra su brazo, con una quemadura del aceite caliente. -No me alcanza.
-¿Fuiste al hospital?
-Si. Y el psicólogo me preguntó qué me parecía. ¡¿Qué me parecía?! Si no sé qué hacer. Estoy desesperada.
Las imágenes de mujeres jóvenes, como ella, que terminan luego en un femicidio atroz sólo me llevó, otra vez, al imparable sueño de la mosca tse-tse de la tristeza infinita.
-Me voy a dormir. Cuando kieras, pasá y nos tomamos unos mates.
Es el sueño que me invadió cuando fui a la primera reunión grutense de los municipalizadores y estaba frente al esposo de la jueza de paz local y me pareció verlo y oirlo a mi extinto padre, fallecido años atrás. Me invadió el sueño y me quedé dormida, casi, en la reunión. Me levanté, tambaleante y me vine intentando comprender cómo era posible tanta desmemoria, tanta confusión. Sentía mi mente con los tornillos sueltos como un reloj despertador llevado a los viejos relojeros de antes. En otra ocasión me pareció verlo en Pacho O’Donnell. Sus reflexiones históricas eran iguales a la de mi fallecido padre. Fue cuando estaba angustiada por la carencia de psicólogos en el hospital, porque evidentementre los dos locales no alcanzaban para atender tantos pacientes.
Fue entonces que decidí escribir y centrarme solamente en lo objetivo y concreto, como ese valioso mural.
Pero las elecciones con fraude electoral reavivan mis obsesiones. Solo una verificación de los padrones con algo como una comparación de las huellas dactilares, supuse podría evitar truchadas. Pero lo dudo, realmente.
¡Y HAY UNA SOLA PSIKIATRA PARA ATENDER A 30.000 POSIBLES PACIENTES ESTABLES Y 333.000 EN EL VERANO!
En el diario Río Negro del domingo, en el suplemento económico, unos cuadros estadísticos analizaban la cantidad de licencias docentes por razones sicológicas, con esa frialdad de los números. En zonas petroleras, donde los alquileres son a valor Chevron y los salarios docentes apenas alcanzan a cubrirlo.
Vino el plomero y gasista y me dejó hecho el calefactor una pinturita. Estaba todo flojo, le faltaban unos tornillitos y regular el aire.
-Es nuevo- le conté. -Tuve que comprar otro porque uno de los gasistas se llevó mi venerable calefactor para limpìarlo. Y me dijo que le robaron la carcaza.
Entonces me kemó la ropa. El colmo fue cuando le hizo un agujero a la vieja campera que tenía un bordado en la espalda y me había acompañado tantos años de docente haciendo dedo en la ruta para ir a trabajar al pueblo. Porque no había colectivo que recorriera la zona rural.
Tenía puesto el camperón cuando hicimos la histórica pueblada a las petroleras que se llevaban nuestra riqueza sin dejar sikiera las regalías al pueblo. Ni sikiera contrataban a los veinticinqueños para trabajar en su misma zona en el yacimiento Medanitos.
Estuve con mi campera bordada, mi poncho de telar y la ruana en nuestra pueblada, la primera totalmente pacífica, gandhiana. Ahora solucionaremos todos los problemas del pueblo, festejábamos, felices, al ganarle a las amarretas multinacionales petroleras.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.