Solsticio de invierno
Otro viaje al fin de la noche
Parte 1
-Vi un camión que llevaba una pared con un mural-, me había contado el pibe del taxi cuando yo estaba totalmente ocupada por la pésima atención del hospital local. En los pueblos, nada es más importante que saber que al llamar un taxi, para una urgencia, estará enseguida y escuchará de nuestras obsesiones. Una vez le había comentado mi preocupación por la extraña desaparición de los murales de Páez Vilaró… Los temas que ignoran los funcionarios, los conoce el pueblo.
-¿Estás seguro?, ¿un mural en un camión?-.
-Sí, atrás, en la carga, tenían una pared pintada-.
-¿Y para dónde lo llevaban?-.
-No sé… Lo vi en la esquina de la estación de servicio-.
Habían tirado abajo la Delegación Municipal con el mural de Páez Vilaró y se había vendido a no sé quién. Había sacado en vano un recurso de amparo por el Patrimonio Cultural grutense. Cuando me citaron para que designara abogado no pude conseguirlo.
-Es que será rechazado y usted se tendrá que hacer cargo de las costas del juicio- me explicó la abogada.
Recordé que cada provincia es un feudo, como me había explicado la abogada de CTERA cuando estaba con mis problemas con el Banco Pampa. Y entonces, luego de dormir meditando en mi abuelo, juez de paz de Concordia, designé al Defensor Oficial y nunca más supe qué pasó.
Había escuchado por la radio que Paéz Vilaró había cumplido 90 años y poco después falleció. Alcancé a ver por la tele cuando contaba cómo era “Casapueblo” y ahora… La cámara hacía un paneo por esas imágenes de lo que habría sido un rancherío como lo es el Barrio de los Pulperos el cual resiste aún, el embate de los “inversores inmobiliarios”.
Habían contado en la radio que se hizo una exposición retrospectiva de su obra, tal vez en “Casapueblo”, Uruguay, imaginé. Seguro se habrán tasado, entonces, todas sus obras a valor actual. ¿Cómo saber su valor que no es lo mismo que decir su precio?
Tendría que ir al nuevo Centro Cívico, a dos cuadras de aquí, frente a la vieja terminal, para ver si está allí, como habían dicho por la radio, pensé entonces.
Los tiempos de la luna llena nos muestran “la sombra”, esas zonas oscuras de nuestro propio ser que nos cuesta reconocer. Entonces, yo que soy tan indisciplinada, me rayo con la impuntualidad de los otros. Y me olvido de mirar el reloj, de recordar los tiempos… DE PLANTAR EL LIMONERO… ¿Cuándo era? Porque la Naturaleza tiene sus tiempos, pese a ese programa de Canal @ de las vanguardias artísticas que parecen ignorarla.
Está relacionado con el tema de los afanos en el vecindario multiplicado por la cantidad de minutos de la tele avivando fueguitos con esa obsesión por “la seguridad”, esperando vender armas y camaritas chusmetas…
-Son los pibes que andan buscando alcohol-, me dijo algún comerciante… -Todos saben quiénes son… pero nadie hace nada…-.
Antes que siga la onda del discursito de lo único que puede hacerse es…
-Pero, fíjese, todos saben qué hacen unos pibes, que parece todos conocen. Pero akí se han afanado un mural de la ex Delegación Municipal, algo grande, que ocupaba una pared entera. De valor incalculable y eso sí que es algo grosso. Y al revés, nadie sabe dónde está… ¿No le parece algo extraño?
Recién supe su valor cuando fui a comprar huesos de caracú para hacer un buen puchero… Seguro que a esos pibes les debe faltar algo de comida rica, de madre y abuela, como cantaba Chaly García. Como a mí. Razón por la cual recordé esos pucheros ancestralmente criollos.
-¿De qué tamaño era ese mural?- me inquirió un señor muy elegante, con aire de empresario.
Le señalé dos heladeras del negocio.
-Más grande que estas dos juntas- expliqué.
Meditó rápidamente, como si tuviera una computadora mental.
-Y, con esa ubicación, en un edificio público, frente al mar, sobre las grutas, estaría tasado en un millón de dólares.
Siempre me levanto a escribir cuando está el programa de la Radio Pública del domingo a la madrugada: “Los cuatro fantásticos”. Hay cosas que repetimos los mayores que son casi un rito.
Tal vez porque es una de las maneras de no extrañar tanto el ranchón pampeano… Me sentaba a escribir, estudiar o corregir al amanecer, antes que fuera la hora de ir a la escuela y despertar al ex con un mate y a las nenas prepararles el mate cocido con la yerba usada.
Levantarme a la madrugada del domingo a escuchar muy buena música con esos comentarios que levantan el ánimo aún en tiempos de bajón me recuerda la chispa de mis ex alumnos siempre vitales y entusiastas.
Pero esa madrugada del solsticio y la luna inmensa, me había quedado toda la noche encendiendo una fogata… Por esos ritos del cambio de estación… Una buena fogata para quemar tanta mala onda que sentía pegada a mi piel…
Una y otra vez pasan por tele los detalles morbo de la desaparición y asesinato de una jovencita. Me pregunto cómo es posible que tantas veces tengamos que ver otra florecilla cortada en esa edad de la plena belleza de la juventud.
Es cuando surgen las cataratas de recuerdos de otras flores también arrancadas a la vida… La dictadura, Malvinas, Río Tercero, la Embajada de Israel, la AMIA, Cromagnon, las víctimas del gatillo fácil, los pibes estrolados de la Escuela Eco´s…
Mejor cambio para ver qué han logrado en las universidades…
Tarareo con Violeta Parra:
Me gustan los estudiantes
porque son la levadura,
del pan que saldrá del horno
con toda su sabrosura.
En Córdoba, con el pase libre educativo, viajan gratis estudiantes, docentes y trabajadores de todos los niveles educativos. Es como si los chicos de “La Noche de los Lápices” se multiplicaran en cada pueblo cordobés. Juntos, estudiando, charlando, debatiendo, padres, hijos, abuelos, nietos, para resolver los problemas de todos. Ya Chubut tiene, también, ese boleto educativo. Río Negro, no.
De la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Rosario uno de los docentes comenta, feliz, que antes la llamaban “La Siberia” porque era un páramo, en cambio, ahora…
Deben ser las becas universitarias, imaginé… O tal vez algunos habrán logrado el status legal de “discapacitado” para los adictos y el transporte gratis para su persona y acompañante. Porque fue gracias al Equipo Interdisciplinario del Borda que mi sobrina logró salir adelante.
-Hubiera sido un peligro público, tía- me contaba ella.
No tenía nadie con kien hablar de algunos de esos temas tan interesantes que solamente los conocemos nosotros, los otros. Los que seguramente jamás entraríamos en esa categoría del humorista Landrú de la GCU, “La Gente Como Uno”. Como diría Groucho Marx: “Jamás pertenecería a un club que permitiera entrar a personas como yo”.
Recordé la angustia del viejo poeta pampeano, Bustriazo Ortiz, a quién conocí. Debe ser que se extravió, misteriosamente, ese viejo libro “UNKA BERMEJA” dedicado por él. En la revista poética “Masmédula” o algo así, lo contaban. Tuvo una internación por alcoholismo en el Hospital de Santa Rosa. Y una doctorcita le kitó para siempre, por la medicación, “TODA SU IMAGINACIÓN POÉTICA”.
Me había kedado mirando por la tele los recitales por el 25 de mayo… El último fue “Café Tacuba”, el grupo mexicano… De pronto, veo en el cantante la peluca fetiche de Figuretti, su larga melena enrulada…
En la noche se oían los mensajes del aire… Habían querido los HIJOS encontrarlo in fraganti… Para tener algo para el estudio del ADN y ver si era, acaso, el eslabón perdido… Obviamente cortarle un cachito de la melena es al dope, explicaron unos… Es solo una peluca… Las uñas, dijeron unos… Lo único que podrían encontrar sería un poquito de alguna cagada de este “Catrasca”, cagada tras cagada, como decían en el Barrio Universitario…
Se los había dicho, aquella vez, histórica casi, que llegué a la vieja terminal, frente al nuevo Centro Cívico grutense, haciendo cruz con la estación de servicio, a comprar mis puchos en el kiosco de adentro, “ALKATRAZ” donde estaba la señora, siempre muy amable… Y le había preguntado si podía usar el nombre para esta novela. Porque parecía la imagen de una cárcel de maximísima seguridad, donde los criminales más pesados estaban en el viva la pepa total.
Como el padre del pibe abanderado de la secundaria que fue a estudiar medicina en Cuba y estuvo dos años, pero cuando supo que allí había también manicomios, dejó la carrera y estudió cine. Cuando lo conocí le conté de mi viejo proyecto de filmar “Caleidoscopio” en un documental y ésta, “Alkatraz”, con murgas, artistas, en una onda mas alegre, pero mostrando esa onda de realismo mágico tan de akí.
-Yo tengo sangre tehuelche. Por eso estoy haciendo una peli para Francia. Después dale, la hacemos-.
Yo lo miré. Un aire onda origen europeo cien por ciento. Ni una gota de sangre mestiza.
-¿Pero estás seguro? Yo te veo un aire de origen alemán o algo así. O centro europeo-.
Se indignó.
-Pero mi madre me dijo…-.
Su familia era de penitenciarios, hijos y nietos de carceleros. Su padre había abusado de su hermana y luego de su sobrina.
– ¿No te hace sentir que, a lo mejor hubo algún cambiazo de bebés? ¿Viste “La historia oficial”?-.
-No la vi-.
Respiré hondo… Que buraco en la trasmisión del saber tienen estos jóvenes. Muchos ni sikiera han leído “Las venas abiertas de América Latina” de Galeano.
Fueron unos días de trabajo intenso. Había filmado las tomas para el corto y luego el cierre de su taller de cine en Puerto del Este. Cuando vi esa obra, con niños, sentí cómo la fatalidad se acercaba. Era una casa medio siniestra que habría sido una cárcel clandestina en la dictadura. Tuvo una pelea con su padre. Se fue de Las Grutas y no regresó.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.