Solsticio de invierno
Otro viaje al fin de la noche
Parte 2
(viene de la edición anterior)
Sigo con esa vez que fui a la vieja terminal grutense. Voy llegando y veo, en el piso, a la hora en que estaba por llegar el bondi de la madrugada, justo allí, una inconfundible cagada humana. Sin necesidad de ningún análisis de bioquímicos se sentía, por la onda, nomás, que era obra del que te jedi, Figuretti.
Obviamente comencé con mi humilde laburo de hacer tomar conciencia a los demás que estamos en una zona de turismo… Le avisé a la señora muy elegante, con un instrumento musical grandote, un cello, pensé. Iba a llenarse de mierda, justamente un instrumento musical tan valioso y amado… De una señorita aire solidaria con el viejo pueblo donde vino de niña, tal vez…
Creo que esa onda de ajustar el foco como hacen los fotógrafos, lo aprendí en la tele.
Y comencé a llamar a todos los que vi, entonces, para que no pareciera que solo hago kilombos al dope. Que si estoy pirada, mucho, poquito o nada, es por alguna razón.
Era cuando la Comisión del Barrio Buchalaufquen había organizado un concierto al que estuve a punto de ir y no me decidí, porque me pondría a llorar de pena al verme en este estado lastimoso, de olvidarme de tantas cosas.
Pero de esa cagada, no me olvidaré jamás, creo hoy. Mañana, no sé.
Algunos de los HIJOS que aún no tienen la identidad del drepa, seguro son hijos del que fue capaz de hacer eso, ahí, seguro. Kién será, dónde vive, qué se yo, no soy cana. Pero que es alguien muy, muy de arriba, seguro. No cualquiera es capaz de semejante impunidad y turrez de hacer que una concertista pise semejante cagadón, para después cantarle, kizás, ese tema de Serrat: “dicen que pisar mierda trae buena suerte…”.
Fue una zancadilla del yuppie, dijeron algunos… La única manera de encontrarlo era ofrecerle ese cierre, a toda orquesta… Todos decían que era absolutamente imposible que nadie supiera cómo ubicarlo…
Otros lo atribuyeron a Rattatouille… El monje negro, atrás de todos, sin aparecer, casi… Alguien con la onda de Nelson Castro de estar más allá de todos y cuando vi en una entrevista de canal Encuentro o canal@ que estudiaba dirección de orquesta, daba justo para el rol.
La absoluta imposibilidad de poder oír el programa de Magdalena debe tener alguna relación con este personaje.
Al oír la moto del ex novio de quien casi la estranguló, recordé sus ojos, parecidos a los de la bibliotecaria grutense y también a los de Magdalena Ruiz Guiñazú. Cuando no se pueden escuchar en las radios las voces reconocidas, es porque algo extraño pasa.
La información fehaciente la da, entonces, la voz de la naturaleza. El Churry, mi perrito feliz, duerme, tranki. La hiki para su gripe debe haberle abierto a la gatita para que entre y salga sin problemas. Y de paso que ella respire aire puro, indispensable si ese gas tuviese algo raro. Con el cuerpo muy bien abrigado, para solo respirar el sano aire frío patagónico, pero el cuerpo calentito, como si estuviese cobijado por los brazos de su mamá.
Porque hubo alguno del pilón de gasistas que intentaron arreglar el viejo calefactor que solo Pablito sabía entender, que me explicó cómo venía la mano:
-Resulta que con la privatización del que te jedi, hubo un acuerdo con los de arriba del sindicato. Ellos, cobrarían a lo jeke árabe. Pero la planta de personal, siempre la misma, absolutamente congelada. Entonces solo sub-contratan por dos sopes, a cualquier desesperado sin laburo. Y como la gente se congela con estos gélidos inviernos, hay tantas raras conexiones de mangueras clandestinas que ni se imagina usted…
El gatito, Pitágoras, se lame tranki. Onda algo se está arreglando por allí. Los gatos son los más perceptivos. Pero se perdió, casi, la comunicación con ellos, la decodificación de sus mensajes. El biólogo Rupert Sheldrake lo explica en “De perros que saben que sus amos están de regreso en casa”, tras ese nom de guerre que solo conocemos kienes hemos leído los libros tapa amarilla de la vieja colección Robin Hood. Es el único libro suyo que pude comprar. Había leído sobre sus experiencias con plantas que mostraban la relación con otras de su misma especie, con esa meticulosidad científica que apasionaba a mi médico, el dr Roberto Crotogini en los tiempos en que escribía su hermoso tratado “La tierra como escuela” un estudio de antroposofía sobre las diferentes etapas de la biografía humana. Que Rupert Sheldrake usase ese nombre, del autor de ni recuerdo qué novelas de mi amada colección Robin Hood, era para imaginar que esos temas darían para chistes de sus colegas…
-Akí viene el que investiga si los perros y gatos se dan cuenta que vienen sus amos, je, je-.
-Pero también les pone a las plantitas unos electrodos porque dice que los vegetales sienten…-.
-¿Leyó, usted, colega, su teoría de los campos mórficos? Me reservo la opinión de la validez científica de lo que supone-.
Si a mi me costó tanto compartir saberes de mis estudios de astrología y tarot con onda jungiana en los ámbitos universitarios y escuchar los chistes de aquí viene la bruja, lo supuse un biólogo que mientras se dedicaba a estos temas apasionantes, simultáneamente estudiaría algo aseptico para los indispensables papers de universidades del mundo.
-Tener un gato protege y sana- explicaba en esas raras charlas Roby, un gran amigo, mas que amigo, diría, que entendía tanto de la antipsikiatría.
Eran los años sesenta cuando hubo psikiatras muy piolas que comenzaron a estudiar ese tema de qué es la locura.
-Si vas a la Feria del Libro, te pido me ubiques: “La locura lo cura” de Guillermo Borja, de editorial La llave- le pedí a la Gubyta. No le conté que había leído de ese libro unos párrafos sobre la relación entre chamanismo y brotes psicóticos, tan interesantes.
Hubo experiencias de antipsikiatría en todo el mundo. Inclusive me contaron que en el Hospital de Ingeniero Iaccobacci hubo trabajos concretos en ese camino, antes de la dictadura.
-Fue una comunidad terapéutica, me lo contaron allí mismo, cuando fui para pintar ese mural por EL DÍA DE LA MEMORIA, LA VERDAD Y LA JUSTICIA, el 24 de marzo del 2013.
Uno de los chicos jaccobaccinos, El Pulga, cuando pintamos el mural grupal, me había dicho que decían que allí hubo en la dictadura un centro clandestino de detención.
-En absoluto. Fue un centro de salud mental, una comunidad terapéutica- me dijeron cuando intenté verificar, corroborar o refutar esos decires.
La historia es como una colcha de cuadraditos al crochet. Se va armando con los restos de lanas de todos los colores… Hay una historia oficial, como una colcha comprada por allí. Hay otras que son como las matras mapuches, únicas. Las verdaderamente auténticas no se venden. Se regalan, de onda, sólo a kiénes pueden conocer el valor de esas obras únicas, en sus dibujos y texturas.
Nosotras, las devaluadas artesanas textiles, ni siquiera entramos, a veces, en las ferias artesanales. Nos dicen que lo nuestro no es artesanía sino “manualidades”. Me cansé de preguntar por qué sí lo son las artesanías de macramé y no las de crochet. Se producen con la misma materia prima, el hilo. Ambas son realizadas con las manos. La única diferencia es que el macramé ha sido obra de los navegantes, hombres, para las cuerdas de sus barcos y las redes de los pescadores. En cambio, el tejido ha sido, históricamente, obra de las mujeres. Exceptuando las auténticas artesanías textiles autóctonas, el telar nativo, “acostado”, de los pueblos norteños, y el telar “parado” de los mapuche. Cuando les quitaron sus tierras, enrollaron sus telares y los llevaron, junto al saber de la cerámica nativa, en el caballo que domesticaron de los huincas. Justamente el telar y la cerámica son artesanías propias de los sedentarios y pacíficos pueblos agricultores como eran ellos, entonces.
Luisa Beker, la autora de ese bellísimo tapiz de la puerta del iglú, me contaba cuánto le costó que los artistas plásticos aceptaran sus obras.
-Son unos machistas terribles estos artistas. Suponen que el telar y el macramé son cosas de mujeres gordas y feas que mientras miran en la tele una novela, se ponen a hacer esto, que ni sikiera entra en una de las categorías artísticas-.
Eran las conversaciones con Luisa en la cocina, mientras ella preparaba sus manjares ovo-lacto-vegetarianos. Pero había logrado ya en los tiempos del embarazo de la Gubyta hacer alguna exposición.
No sabía si ir o no al festejo de San Antonio Oeste… Fui a la Dirección de Cultura para preguntar si tendría posibilidad de un stand.
-Presente una nota- me dijo el pibe.
No estaba la directora. Le pregunté si habría calefacción en la globa, porque el año pasado fue terrible el frío. Nos congelamos, tres días sin vender nada más que tres libretitas pedidas por los nenes a sus papis, fue medio bajoneante. Hoy, que no fui, en cambio, fue un día precioso.
Me emociona mucho la historia de San Antonio de quién tal vez tomó su nombre el pueblo. Era un letrado que siguió a Francisco de Asís, analfabeto total.
-Un delirante total-habrá dicho su padre -se le ocurre regalar lo que tanto sacrificio nos ha costado…
Toda la historia del Doctor Angélico de la Iglesia, San Francisco, es para considerarlo un loco total. Por eso es nuestro santo, de los locos ecologistas y pacifistas. “El Cántico de las Criaturas” lo muestra. Le habla al Hermano Fuego, la Hermana Luna, el Hermano Sol.
(continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.


