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Latinocracia Homenaje a Atahualpa Yupanqui
Programa 2
Ciclo de trece entregas
Destino manifiesto, podrían sugerir algunos. Prefiero pensar que este bonaerence, que de niño se enamoró de las canciones del campo, persistió en esa huella convirtiéndola en su camino de vida. Noches enteras bajo la luna o con cielo cerrado, junto al fogón, asando un poco de pampa argentina, subrayaron cada paso.
Lo culto y lo popular, en una interacción que siempre sirve a la academia, fue un código binario que Atahualpa puso a su disposición. Como una suerte de mensajero que va de un lugar al otro, conectó esos dos mundos miles de veces anoticiando a los centros urbanos de lo que bullía en estancias, fincas, parajes y caminos.
Esa tarea esmerada y perfecta, lo puso en el lugar de recopilador. Se le agradece la honestidad intelectual de dejar bien a salvo los límites, porque podrían haberse cruzado con sus propias composiciones. Cantautor genial y eximio guitarrista, el vate hizo historia y construyó buena parte de nuestro folclore.
“Cuando tenía siete años sus padres lo mandaron a estudiar violín con el cura de Roca, el padre Rosáenz, pero después de un año y medio de estudiar solfeo y practicar las lecciones de los métodos de Fontovas, el sacerdote lo sorprendió tocando una vidalita y lo echó. Después trasladaron al cura y se acabaron las lecciones de violín.
“Bautista Almirón vivía en Junín, y era un concertista de guitarra amigo de José Chavero. Como no les sobraba el dinero, hicieron un acuerdo por el cual dos de los hijos de Almirón vivirían con los Chavero, y Héctor Roberto se alojaría en su casa, donde le enseñaría sin cobrarle; a manera de pago tenía que cuidarle un rosal. Allí Atahualpa Yupanqui descubrió la música de Sor, Albeniz, Granados y Tárrega, y también las transcripciones para guitarra de obras de Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Luego, ya más grande, se trasladaba 16 Km a caballo desde Roca a Junín, donde primero tomaba lecciones con un profesor de inglés, y luego de guitarra con Almirón, interrumpidas a veces por compromisos del maestro, quien finalmente se trasladó a Rosario, lo que significó el final de sus estudios musicales.
“Atahualpa Yupanqui conoció Tucumán en 1917, en uno de los viajes de vacaciones en que su padre llevaba a la familia en el tren aprovechando que no tenía que pagar pasaje. Allí estuvieron dos meses y conoció otro paisaje, otra música: la zamba, y otros instrumentos: el arpa, el bombo. Luego volvería varias veces a esa provincia, a la que le cantó tanto.
“Realizó sus estudios secundarios en Junín, donde comenzó a escribir sonetos y otros poemas para una revista escolar firmándolos con el seudónimo “Yupanqui”, simplemente para ocultar su verdadero nombre. Aunque sabía el significado de esa palabra (narrarás, has de contar), pues conocía el quechua, recién después lo asume, y le agrega “Atahualpa” delante (viene de tierras lejanas), de manera que “Atahualpa Yupanqui” significa “Viene de lejanas tierras para contar algo”.
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Ciclo de trece entregas
Idea, producción general y conducción: Marcelo Sapunar
Producción general: Mauricio Martín
Operación Técnica: Maicol
Ilustración: Germán Alvarez / Texto encomillado: retazos biográficos de diversos autores


