Si esto no es el patriarcado, entonces ¿qué es?
Sin dudas, la sanción de la ley de IVE, su promulgación y reciente entrada en vigencia constituyen un hito en la historia de la lucha del feminismo popular en Argentina. Pero como somos parte de esas luchas, sabemos que esto es sólo un gran comienzo
Una declaración como “estoy feliz de ponerle fin al patriarcado” realizada por el presidente Alberto Fernández, durante la promulgación de la ley, nos llama a la reflexión acerca de porqué esto es un tanto falaz y requiere profundas transformaciones, porque el patriarcado lo llevamos en las venas casi como la mismísima sangre.
El “sistema patriarcal”, de la caza de brujas a la marea verde
En la búsqueda de su significado, encontramos que el término patriarcado se corresponde con “una organización social primitiva en que la autoridad es ejercida por un varón jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aún lejanos, de un mismo linaje”. Entre otras definiciones hallamos que no es más que un “sistema que tiene como eje al patriarca”
Según Federico Engels, en su libro “El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado”, el derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción.
En su origen, la palabra familia no significaba el ideal, “famulus” quiere decir esclavo doméstico y familia es el conjunto de los esclavos pertenecientes a un mismo hombre. En tiempos de Gayo la “familia, id es patrimonium” (es decir, herencia), se transmitía aun por testamento. Esta expresión la inventaron los romanos para designar un nuevo organismo social, cuyo jefe tenía bajo su poder a la mujer, a los hijos y a cierto número de esclavos, con la patria potestad romana y el derecho de vida y muerte sobre todos ellos.
Esta forma de familia señala el tránsito del matrimonio hacia la monogamia. Para asegurar la fidelidad de la mujer y, por consiguiente, la paternidad de los hijos, aquélla es entregada sin reservas al poder del hombre: cuando éste la mata, por ejemplo, no hace más que ejercer su derecho.
Silvia Federici, en su libro “Calibán y la Bruja” plantea que la caza de brujas fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema capitalista moderno, ya que transformó de una manera decisiva las relaciones sociales y los fundamentos de la reproducción social, empezando por las relaciones entre mujeres y hombres, y mujeres y Estado.
En primer lugar, la caza de brujas debilitó la resistencia de la población a las transformaciones que acompañaron el surgimiento del capitalismo en Europa: la destrucción de la tenencia comunal de la tierra; el empobrecimiento masivo, la inanición y la creación en la población de un proletariado sin tierra, empezando por las mujeres más mayores que, al no poseer una tierra que cultivar, dependían de una ayuda estatal para subsistir. Además se amplió el control del Estado sobre el cuerpo de las mujeres, criminalizando el control y el conocimiento que estas ejercían sobre su capacidad reproductiva y su sexualidad (parteras y ancianas fueron las primeras sospechosas).
“El resultado de la caza de brujas en Europa fue un nuevo modelo de feminidad y una nueva concepción de la posición social de las mujeres, que devaluó su trabajo como actividad económica independiente (proceso que ya había comenzado gradualmente) y las colocó en una posición subordinada a los hombres” escribe la citada Silvia Federici. Así se reorganizó el trabajo reproductivo según las necesidades del capitalismo. Cuando el trabajo se convirtió en la principal fuente de riqueza, el control sobre los cuerpos de las mujeres adquiere un nuevo significado; estos mismos cuerpos son entonces vistos como máquinas para la producción de fuerza de trabajo.
Decimos también que el patriarcado es el capitalismo, porque comprendemos que el desarrollo del sistema supuso nuevas relaciones sociales y nuevas arquitecturas organizacionales que permitieran el desarrollo del sistema económico. Así es como la conformación de la familia o la caza de las “brujas” aparecen vinculados a ese proceso.
Entonces, ¿podemos hablar del fin del patriarcado? Volvemos a decir que no. Los hechos de violencia contra las mujeres son cotidianos, y están tan arraigados en los comportamientos, que hasta los paladines de los DDHH arremeten contra las formas de lucha que elegimos las feministas, para denunciar y escrachar comportamientos que ya no vamos a soportar en ningún lugar. ¿Acaso se olvidan cómo comenzaron la lucha por la aparición con vida de nuestros 30 mil desaparecidos? ¡Con escraches!
No estamos en contra del “género masculino” ni tampoco se pretende hacer una “caza de brujas”, como sí lo hicieron con nosotras durante mucho tiempo. No es venganza, más bien es la búsqueda de justicia, ante tanta desigualdad (en todos los órdenes de la vida: económico, político, social, cultural, psicológico).
Nosotras con cada denuncia, con cada acción colectiva, vamos derribando un sistema que no sólo oprime a las mujeres, oprime a todo ser humano, porque el problema es el sistema de producción, que durante años extrajo y extrae, todo nuestro potencial creador para la ganancia de unos pocos. Eso es lo que los feminismos debemos venir a romper, o revolucionamos o la humanidad perderá su género.
Y esto lo queremos hacer con los compañeros, que cada vez que nos preguntan ¿qué hacer? les decimos como buena respuesta “deben acompañar”, y dejar de opinar como si todo lo supieran, más aún, quizás debieran revisar sus prácticas políticas en los ejercicios del poder, en todo sentido, intradoméstico, en la calle, en los sindicatos, en las organizaciones, etc., etc.; y lograr empatizar con quienes tenemos la incomodidad cotidiana de la opresión.
La justicia solo se logra si se rompe con los órdenes establecidos, es esa nuestra tensión diaria, nuestra lucha, lo que nos desvela. Y así de profundo es el dolor que se convierte en transformación, porque nosotras nos jugamos la vida, minuto a minuto, porque nos quemaron en la hoguera y porque nos matan día a día. Esa es la historia de la humanidad, la historia que nunca contaron quienes vencieron.
Noelia Naranjo
Licenciada en Ciencia Política y Administración Pública. Diplomada en Docencia Universitaria. Docente de la UNCuyo. Militante feminista y sindical.