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Latinocracia Homenaje a Atahualpa Yupanqui
Programa 11
Ciclo de trece entregas
Siempre pienso en nuestra cultura con un dejo de nostalgia. Me impresiona que este tesoro de que disponemos, sea poco conocido y por tanto muy poco valorado. Somos la expresión que hicieron los artistas, de los giros, los modos, el habla y canciones de nuestros antepasados. Muchos se dedicaron a construir esta travesía.
Quienes trabajan para desunirnos y hacen un formidable negocio del despojo argentino, saben bien que deben privarnos de estos ricos espejos en los que encontrarnos con los mejores reflejos de lo que fuimos, de lo que somos. La tarea entonces cobra mayor relevancia para alentar el resurgimiento de Atahualpa.
Pienso, siento, que hace señas desde el centro de nuestro ADN. Lo más probable es que podamos reencontrarnos con poemas que, al tiempo que sencillos y de corte popular, suben a la cima más alta del entendimiento humano. Desde allí han de bajar a decirnos todo aquello que nos falta para ser libres.
“Viajaba mucho, para cantar y para conocer. Un antropólogo de la canción, de la poesía, de la ideología. Así viajaba pero a veces, o la mayoría de ellas, fue por necesidad. Luego de la prohibición con el peronismo le tocaron las dictaduras. Entonces, entre 1963 y 1964 se fue de gira por países como Colombia, Marruecos, Egipto, Israel e Italia.
“El que más profundo lo caló, al parecer, fue Japón. En una carta fechada en enero de 1964 que le envía a su esposa Nenette Pepin-Fitzpatrick, quien compuso junto a él varias de sus canciones bajo el seudónimo de Pablo del Cerro (“El arriero”, por ejemplo), le escribe: “Pongo la radio bajita (…) y oigo canciones cantadas en este idioma milenario. Y lo pentatónico anda como no te das cuenta. Todo aquí, el canto, la danza, tienen carácter pentatónico. Pienso que de veras, alguna vez gentes de estas latitudes anduvieron con el Kon-Ti-Ki, poblando el altiplano”.
“Cuando la investigadora Lila Bujaldón de Esteves encontró en una librería de viejo el libro Del Algarrobo al Cerezo. Apuntes de un viaje por el país japonés, de Atahualpa Yupanqui quedó gratamente sorprendida. Ese hombre que recitaba historias con el sonido de una guitarra de fondo también escribía, y mucho. Durante su juventud fue periodista, pero también publicó varios libros de poesías y de narraciones. Tiene más de una decena de libros en su haber, y luego, post mortem, vinieron varios más.
“Anunciaba ya, desde la mención del árbol emblemático hasta los signos japoneses que adornaban la tapa, que se trataba de apuntes de viaje por el país japonés como aclaraba su subtítulo”, dice sobre éste, que se publicó en 1977. Con el ejemplar ya en sus manos, recuerda, “sentí que me había ganado la lotería, que tenía muy justificado mi viaje a Buenos Aires, ya que de una manera inesperada iba a completar la lista de autores argentinos que habían escrito sobre sus experiencias en aquel país asiático”.
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Programa 11
Ciclo de trece entregas
Ilustración: Germán Alvarez / Texto encomillado: retazos biográficos de diversos autores