Otra época, otro mundo. Una Argentina naciente y la oligarquía que construía sus habitaciones con todos los recursos que prometían sus grandes fortunas. Aquellos primeros años del siglo pasado iban conformando una nación que se instalaría entre las cinco más importantes del planeta por su economía floreciente.
No es motivo de estas líneas hablar acerca de las diferencias sociales agudas que padecía aquella, la Patria que recién había atravesado el centenario. En realidad aquí deseo que vayas preparando tu vista para disfrutar de esta majestuosa construcción que fue proyectada por un destacado arquitecto francés.
Celebremos el hecho que el Estado de nuestro país, cuando algunas de estas fortunas flaqueaban o sus prohombres morían, adquirían estas propiedades. Esta fue destinada al Museo Nacional de Arte Decorativo, el Museo de Arte Oriental, la Academia Nacional de Bellas Artes y la Academia Argentina de las Letras.
“La actual sede del Museo Nacional de Arte Decorativo fue la aristocrática vivienda del diplomático chileno Matías Errázuriz y su esposa, la argentina Josefina de Alvear. Fue diseñada por el arquitecto francés Sergent quien, aunque proyectó varios edificios para esa ciudad, nunca visitó la Argentina. Por esta razón, el estudio local constituido por Lanús y Hary se encargó de la construcción.
“Está ubicado sobre un terreno excepcional que ocupa la totalidad del frente de una cuadra sobre la avenida del Libertador: la comprendida entre Sánchez de Bustamante y Pereyra Lucena, frente a la Plaza República de Chile. La profundidad del lote es de sólo cuarenta metros. Por esta razón el edificio no tiene su perímetro libre sino que se adosa al eje medianero paralelo a la avenida.
“El edificio está compuesto por un paralelepípedo principal al cual se le une un segundo volumen que contiene el vestíbulo con la gran escalera de acceso al primer piso. Un elegante cuerpo cilíndrico lo antecede, resolviendo la transición entre el patio de honor y el interior de la residencia.
“Siguiendo los principios de la arquitectura residencial del clasicismo francés, está estructurado en cuatro niveles; uno semienterrado para los locales de servicio, una primera planta ocupada por los locales de recepción y estar, una segunda planta de dormitorios y, tras la mansarda, las habitaciones de la servidumbre. Un gran hall, de formidable superficie, ocupa casi la mitad de la planta y tiene la totalidad de la altura de los dos niveles nobles del edificio.
“La fachada más extendida (sobre la avenida del Libertador) observa los principios de la composición beaux arts; un motivo central (en este caso, cuatro columnas que recorren los dos niveles principales, sostienen un frontis triangular) y dos paños laterales de equilibrado diseño.
“Los interiores del palacio están cuidadosamente decorados según diferentes principios estéticos. La decoración del boudoir del primer piso fue diseñada por el artista catalán José María Sert y tiene la particularidad de ser el único ambiente de la residencia donde se utilizaron algunas de las ideas estéticas vanguardistas de principios del siglo XX.
“Entre el lujoso mobiliario y las muchas obras de arte que componen el acervo actual se destacan las dos pinturas realizadas por el valenciano Joaquín Sorolla y Bastida, que se encuentran en el vestíbulo; son los retratos de Josefina de Alvear y Cornelia Ortúzar de Errázuriz, respectivamente esposa y madre de Matías Errázuriz.
“En 1937 el edificio fue adquirido por el Estado Nacional y hoy alberga el Museo Nacional de Arte Decorativo, el Museo de Arte Oriental, la Academia Nacional de Bellas Artes y la Academia Argentina de las Letras.
“Buenos Aires tiene varias residencias de este tipo, pero ésta, por estar destinada a museo, es la única que puede ser visitada con detenimiento y tranquilidad.
“En la vereda de la avenida se encuentra una línea de jacarandás, vistosos árboles con llamativa floración a fines de octubre, que el paisajista francés Carlos Thays eligió para forestar la ciudad, junto a otras especies autóctonas del norte del país.
“El Palacio Errázuriz Alvear se inauguró con una gran fiesta el 18 de septiembre de 1918 y albergó a la familia compuesta por el diplomático chileno Matías Errázuriz, su esposa, la argentina Josefina de Alvear, y sus hijos Pepita y Mato.
“La vida familiar alternaba viajes a sus campos del sur de Santa Fe con estadías en Buenos Aires en la temporada social. Pasaban los veranos en Mar del Plata o en Zapallar, Chile y hacían largos viajes a Europa, residiendo en París o Biarritz. Fueron grandes coleccionistas y soñaron con transformar su “palacio” en un museo. De hecho en sus Memorias, Don Matías menciona esa posibilidad. Tras la gran crisis económica de 1929 el Gobierno Nacional compró la mansión y sus obras de arte dándole esta finalidad.
“Los interiores están cuidadosamente decorados según diferentes principios estéticos, obras de arte y mobiliario de gran valor. Los más importantes decoradores y diseñadores europeos de la Belle Époque, como André Carlhian, George Nelson, Josep Luis Sert, George Hoentschel y el paisajista Achille Duchéne trabajaron y crearon las distintas salas y espacios de este aristocrático edificio. Fueron fundamentales las instalaciones de confort que dieron a la residencia una impronta de modernidad única como los sistemas de calefacción y aspiración centralizados, instalaciones sanitarias y eléctricas, el ascensor, e incluso un montaplatos entre las cocinas y el comedor.
“Ha sido declarada Monumento histórico – artístico nacional y es testimonio de un mundo, una estética y una forma de vida únicos e irrepetibles.
“El Museo Nacional de Arte Decorativo, dedicado al diseño y las artes decorativas, posee valiosas colecciones de esculturas, pinturas, tapices, armas, libros, cerámicas, mobiliario y miniaturas, fundamentalmente europeas y orientales, de los siglos XVI al XX. A través de muestras permanentes, exhibiciones temporarias, visitas guiadas y actividades culturales, propone un diálogo sinérgico y estimulante entre los testimonios artísticos del pasado y las creaciones del presente.
“El inventario actual del Museo supera los 6000 objetos, que abarcan desde esculturas romanas hasta creaciones artesanales de platería contemporánea. El mayor interés de la colección radica en las piezas de artes decorativas europeas y orientales, esculturas y pinturas de los siglos XVI a XIX, muchas de las cuales pertenecieron a los Errázuriz Alvear.
“Entre las piezas destacadas, está el conjunto de miniaturas europeas de los siglos XVI al XX -el más importante en su tipo-, un óleo sobre tela de El Greco, tapices del siglo XVI, una escultura de Auguste Rodin y un reloj de bronce que fue un regalo de boda para los reyes Luis XVI y María Antonieta.
“El palacio fue restaurado como una casa-museo, que no sólo alberga valiosas piezas de arte y mobiliario de distintas épocas, sino que revela, además, el estilo de vida de una familia patricia a principios del siglo XX. Durante los dieciocho años que los Errázuriz Alvear vivieron allí, la casa fue escenario de recepciones, conciertos y bailes de caridad; también un espacio de lujo y confort. Para hacer más cómoda la vida en la casa, el arquitecto Sergent había incorporado una gran cantidad de avances tecnológicos: dos ascensores, un sistema de calefacción central y otro de aspiración centralizada de polvo, muy novedosos para la época.
“La casa recrea los estilos más significativos del arte decorativo y de la decoración europea de los siglos XVIII y XIX. Cuenta con un pequeño salón decorado en estilo Art Déco temprano realizado por el artista catalán José María Sert; se destacan cuatro paneles pintados al óleo, uno de ellos sobre espejo. Esa sala es la única de la casa con decoración del siglo XX. La residencia tiene también un imponente jardín de estilo francés que funciona como prolongación de los salones de recepción. El eje central de la composición es la Fuente de los Cisnes, rodeada por parterres de boj recortado que evocan diseños del Palacio de Versalles”.