En la entrega anterior aludimos al pasar al esoterismo en nuestros símbolos patrios, específicamente nuestro sol. Si vemos el anverso de la Primera Moneda Patria (Potosí, 1813), apreciaremos algunos detalles. No hace falta visitar ningún museo numismático. Alcanza con tomar una moneda de 1 peso y ver que es bimetálica. La parte central es de color dorado (en realidad es una aleación de cobre-aluminio-níquel) y allí está representada la moneda de oro de 8 escudos (se hicieron también en plata, 8 reales por ejemplo, éstas también llamadas “peso”, “duro”, “patacón”) ordenadas acuñar por Belgrano en Potosí en 1813. Se puede ver al escudo de la Asamblea del Año XIII sin el medio sol arriba, porque el mismo está entero en el reverso de la moneda.
Nuestro Escudo Nacional, efectivamente, muestra sólo un sol naciente, pero no completo aún. Quizás tenga un significado… Ese sol es un símbolo amerindio, de la misma categoría que el “astro rey” tenía para los egipcios y todos los pueblos de la antigüedad. Al no mostrarse como el sol en el anverso, se muestra en el reverso, y no se puede grabar de cualquier manera, como no se puede bordar de cualquier manera en la Bandera Nacional: tiene 32 rayos, alternadamente rectos y ondulados: los ondulados rematan en una punta orientada en el sentido de las agujas del reloj. Por eso, cuando las gilada gorila se divertía con la Presidenta Cristina aquella vez que tuvo que enyesarse una pierna, diciendo que se equivocaba y cada día se enyesaba una pierna distinta y entonces el yeso era una mentira, no sabían, no saben, que una de las fotos la muestra a “esa mujer” con nuestra bandera de fondo. Acercándonos, vemos que los rayos del sol de la bandera están al revés.
Luego, no es que la Presidenta usaba un yeso trucho, sino que los pícaros gorilitas de Barrio Norte y NorDelta daban vuelta la foto. Sin embargo, mucho tarado suelto sigue aún creyendo que Cristina nunca tuvo la pierna enyesada y que se estaba victimizando para dar lástima, de la misma manera que Victoria Donda se burlaba de ella diciendo que sacaba provecho del “tomuer”, o sea Néstor fallecido.
De todas formas, lo importante es el número 32 (la mitad de 64…) ese número corresponde a los casilleros del ajedrez creado en la India y a los hexagramas del I Ching. La alternancia recto-ondulado es la alternancia masculino-femenino, el Yin y el Yang, el mismo que vemos hoy en la bandera de Corea del Sur. Nuestro Sol Patrio es, por lo tanto, un mandala, de aquellos arquetipos de los que hablaba Karl Gustav Jung cuando estudiaba al Inconsciente Colectivo: no sólo tenemos un inconsciente personal, producto de que encerramos allí los traumas de la infancia, sino que además tenemos un inconsciente colectivo que nos hermana espiritualmente como especie y donde hay símbolos que no son particulares, sino universales y que René Guénon describe minuciosamente en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, un libro póstumo del pensador francés que, empero, omite la simbología paleo-americana.
Por eso es que acompañamos a Leopoldo Marechal cuando pretende completar la obra iniciada por el esoterista francés. El círculo, la rueda, la caverna, la montaña (o la combinación de ambas como lo es la estrella de David), el octógono (el 8 es número clave en la mitología oriental, 8 por 8 es igual a 64), el blanco y el negro, etc…. También están presentes en Amerindia o América Antigua, como la llamaba la juventud maravillosa de los ’70. Los amerindios tenían escritura, ciencia, arte y matemáticas.
¿Belgrano sabía todo esto?… de hecho, él soñaba con una monarquía parlamentaria con un monarca descendiente del último Inca. O sea que algo sabía. ¿Belgrano sabía que el Cuzco era (¿sigue siendo?) un centro espiritual como Katmandú en Asia? ¿Tenía relación con los amautas?. 1Amautas, esos misteriosos “Tiresias” que educaban a los hijos de nobles e incas antes de la llegada del hombre blanco con sus creencias monoteístas de un solo dios guerrero y machote. El Europeo-Ayax que destronó a los dioses americanos e impuso su religión ya cooptada por Creso. La Cruz y la Espada juntos al servicio de Creso, contra una humanidad sin cruz ni espada
Rodolfo Kusch y Leopoldo Marechal también sabían. Sobre Kusch nos hemos explayado antes en este mismo diario.
Si tomamos otros ejemplos de nuestra América, la astrológica Piedra del Sol en la cultura azteca es redonda, el sol maya tiene 64 rayos también alternados. Son mandalas, como el Sol Inca, el de nuestra Primera Moneda Patria.
Pero pasaron cosas, y entonces el sol peruano de 1879 tiene 16 rayos, pero sólo masculinos, rectos. Nuestro Patacón (los mismos 8 reales de plata de Belgrano) de 1881, ya siendo presidente el genocida Roca, muestra un medio sol con rayos sólo rectos, un Sol machirulo, ya no andrógino. No es nuestro sol original, no el del escudo de la Asamblea de 1813. Roca y su tiempo iban a contramano de lo que hicieron nuestros padres fundadores
Tanto en Perú como en México, Argentina y toda América, el triunfo del liberalismo económico, o unitarismo, o como queramos llamarlo, no sólo exterminó físicamente a los indios, sino que además quiso borrar sus símbolos religiosos ancestrales, de alto contenido espiritual, esotérico. Sus ciencias sagradas fueron a las catacumbas. Belgrano y San Martín se consideraban herederos de los “paisanos” indios, pero quienes los sucedieron actuaron en su nombre exterminando indios. “Enantiodromia” dirían los sabios antiguos: cuando las cosas con el tiempo se convierten en su opuesto conservando el nombre original.
¿A qué viene todo esto?
Viene a que Leopoldo Marechal cita, en su Autopsia de Creso, a René Guénon y por lo tanto suponemos que alcanzó a leer los “Símbolos Universales de la Ciencia Sagrada”, que es una sola, universal, y que empezó a ser soterrada por el liberalismo económico, el Homo economicus, o sea Creso. Marechal, por lo tanto, no está loco. Como federal y peronista, igual que Rodolfo Kusch, no puede menos que sumergirse en la espiritualidad universal y americana a la vez.
Europa, geográficamente, es un apéndice de Eurasia, y su sistema económico y político también lo es: es una anomalía respecto del resto de la humanidad. El capitalismo nació allí y quien más lo combatió, Carlos Marx, lo hizo al principio con los mismos criterios racionalistas que le dan fundamento, pero hacia el final comprendió, tarde, que había otras formas de vida y de pensamiento. Europa era una anomalía histórica, una neoplasia. Lo entendió Herman Hesse en El Europeo.
Guénon quería volver a las fuentes (se convirtió al Islam y se fue a vivir a Egipto), luego Hesse, Kusch (que se fue a vivir a Maimará), Marechal y otros, emprendieron el mismo camino, a veces buscando otros mundos, pero en éste, como Paul Elouard el surrealista. Guénon, al igual que Marechal, despreciaba al “reino de la cantidad” en el que vivimos: “El Reino de la Cantidad significa no ver la realidad en su aspecto significativo, cualitativo sino cuantificador. La ciencia con su enorme desarrollo mira siempre el ser de acuerdo al principio de cantidad que es descriptivo; para que haya cualidad tiene que haber una dimensión filosófica, una dimensión de otro tipo de pensamiento. Lo que predomina desde la modernidad (siglos XVII, XVIII, XIX), es la mentalidad que ha permitido el desarrollo de la ciencia y la tecnología pero que, a su vez, ha obturado otras capacidades cognitivas reduciendo la realidad al ámbito de lo denotativo. El ámbito de lo denotativo es el nivel en el cual se describe lo que sucede, el estado de cosas, es el nivel fenoménico, nivel descriptivo en el que se utiliza un discurso denotativo, un discurso que nombra, precisa, describe a través de signos lingüísticos. La función cognitiva que predomina es el razonamiento, que tiene sus leyes y sus principios. Esta visión que impera en el mundo moderno es una visión lógica, intelectual, racional de la existencia. La concepción de la razón como facultad humana para entender el mundo surge en el contexto de Occidente con la cultura griega antigua, y surge puntualmente a partir de un lento proceso de transición que podemos situar entre los siglos VI y V antes de Cristo, momento en el cual surge una constelación de pensadores llamados presocráticos. En este comienzo embrionario del pensamiento racional se va perdiendo lentamente la relación con el Cosmos, el sentimiento de pertenencia a un orden divino del mundo, un orden de índole no humana. Todo lo que era el discurso mitológico-simbólico va a ser desplazado por un discurso racional autosuficiente. La razón va a ser la facultad humana que puede explicar la estructura racional de la realidad. Aristóteles es tal vez el primer pensador de Occidente que ya de manera rigurosa piensa el mundo como un universo de significados racionales. Ya no queda lugar para los símbolos, para los mitos, para la imaginación simbólica. Ahora solo la razón, la lógica, un pensamiento científico explica el mundo”, leemos en El mundo moderno. Y recordamos nuevamente al personaje central de El Europeo de Hesse, un ser que tiene una “concepción” del mundo, frente a la multitud de seres que tienen una “visión” del mundo. ¿El mundo como creación humana o el mundo ya creado y en el que sólo cabe “el mero estar” de Kusch?.
El sofista presocrático Protágoras (siglo V a.C.) decía que “el hombre es la medida de todas las cosas”, pero quizás ni él mismo imaginó a dónde llevaría esa “verdad”. Y aquí viene a cuento la diferencia entre sofistas y filósofos. Los filósofos aman la sabiduría, pero no la poseen, la buscan, la desean, la aman, pero no la poseen. Los sofistas creen poseerla por actuar desde la razón y entonces sus explicaciones, como las de nuestros economistas neoliberales, son dictámenes inapelables que no tienen ninguna relación con el mundo real. Dicho sea de paso, los sofistas aparecen en la historia a poco de que el emperador Creso acuñara la primera moneda.
Marechal describe así a Creso y allí vemos las similitudes: “ese hombrecito se abandona enteramente a la ilusión de lo que se toca, se mide y se pesa; que si medita (y es raro), se pierde en los zarzales de la duda, o en las noches del escepticismo; que si le dan alas, gritará sus dudas metafísicas o sus escepticismos en insolentes negaciones o en ironías blasfematorias; que si lo medita (y por fortuna es lo normal), se hace sólido en una indiferencia de leño; y que asiste a los ritos de su iglesia como a una obligación de carácter social o como una Junta Directiva en que claramente se gestiona el para el no menos vago negocio del alma”.
¿Fuerte, no?. Es fácil: vaya usted amigo lector a una misa dominical y verá a cagadores golpeándose el pecho, confesándose y comulgando, para limpiar el alma para volver el lunes con más bríos para seguir cagando al prójimo.
Luego, Marechal también acusa a Ayax de haber abierto una brecha al cometer el parricidio de luchas contra Tiresias. Históricamente parece haber sido así. Toda enfermedad del cuerpo es, en realidad, una enfermedad del alma, tanto en los individuos como en la sociedad, Ayax (los militares) comenzó todo al desacatar la autoridad espiritual de Tiresias, y eso operó en desmedro de la ciencia sagrada. La sabiduría de Tiresias provenía de los dioses, no de la individualidad humana: lo colectivo versus lo individual!. Así, con Ayax empiezan los primeros ensayos de “humanismo”. De esta manera “la existencia del hombre acabó por ser entendida como un deporte ininteligible y hasta nauseabundo, al cual somos lanzados no sabemos por quién ni cómo ni paras qué, según lo dicen y lloran los existencialistas de hoy”.
Un ejemplo al que Marechal parece recurrir: el Renacimiento y el Humanismo… Nicolás Macchiavello, en El Príncipe, establece tajantemente que la política y la moral son dos cosas que no se tocan, ni deben tocarse. “El Príncipe” de Macchiavello es Ayax y Macchiavello es sólo el que racionaliza ese divorcio, que ya había empezado a existir. Racionalizar no es lo mismo que razonar, aclárese. Racionalizar es justificar. La política, la economía, tienen sus leyes propias y la moral, la religión, la ética, no deben entrometerse en ese mundo, esa es la cuestión, que llega hasta nuestros días.
Con Creso en el poder, ya el racionalismo se convertirá en mentalidad dominante. El racionalismo, no la razón. ¡Son cosas distintas!!!
La individualidad humana empieza a convertirse, con aquella rebelión de Ayax, en un fin en sí mismo, cosa que veremos en la próxima. Asimismo analizaremos algo de la moneda amerindia; antes de 1492 en América se conocía el número cero, la rueda, la moneda, pero eran instrumentos para una vida en comunión con la naturaleza; todo ello nos muestra que puede haber otro camino, distinto del de Creso.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, jubilado docente y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua, Malargüe.