En la entrega anterior habíamos quedado en la relación de Chaves con la Marina de Guerra durante la colimba, que le cambió la vida. O al menos le cambió su visión de la política, de las injusticias sociales. Del catecismo y la repetición de memoria de las 20 verdades peronistas, Chaves aprendió por sí mismo de qué se trata todo eso de las injusticias sociales. Dice que allí en el barco que lo llevó hasta Chile, había gente de todo el país y de todas las clases sociales. Fue el momento en que la periodista le pregunta por la oficialidad, que siempre fue reacia al peronismo:
“Nosotros tenemos dos versiones: la versión gorila, que es la misma de Cavallo, Astiz, eso no ha cambiado, se ha cristalizado… y la visión berreta, la que tenían los suboficiales. A ellos les daban un manualcito para enseñarnos antiperonismo, pero era tan elemental que servía para lo contrario, para peronizar; yo tenía que convivir con los guardiamarinas; por ser “leído y escribido” me encargaba de hacer las investigaciones por deserción, donde se hacían los sumarios de los pibes que habían entrado a los 16 años por contrato y hacían todo mal para que los echaran; he vivido la irracionalidad, la farsa; otros marineros estaban en cuestiones técnicas, mecánica, pero yo estaba entre los que limpiaban los pisos, la marinería, trabajos de oficina, investigaciones por deserción; no tenían escritoristas”. O sea entonces que no tenía relación con los oficiales, sino con los suboficiales que, por ser él maestro, estaban en desventaja en cuanto a formación intelectual mínima. Un dato no menor en alguien que se autodefine como “intelectual salvaje”. Quizás estaba lejos físicamente de los hechos trágicos de junio de 1956, de los que se cumplieron 65 años en estos últimos días.
Luego vino la etapa de su formación universitaria, que fue igualmente accidentada pero por eso mismo enriquecedora: “A fines de marzo del ’58 salí de la Marina, pero ya no podía ingresar a la Universidad. Antes de irme a mi casa en el campo pasé por el Ministerio de Educación; durante la colimba cobré mi medio sueldo; me presenté para que me asignaran en una escuela cerca de la capital, porque quería estudiar; me dieron como destino Capitán Sarmiento, que es aquí cerquita de Buenos Aires, pero yo creía que era en el límite con Bolivia; y como siempre fui testarudo renuncié y me fui a hombrear bolsas, a trabajar en un molino, después estuve varios trabajos “viles” hasta que logré entrar al Banco Industrial, donde estuve tres años. Estudié y cuando me faltaban cuatro materias para recibirme me nombraron maestro titular en una escuelita en la Recoleta. Terminé con dos empleos, con el ánimo de quedarme en Buenos Aires”.
Si nos adentramos en por qué es abogado y no otra cosa, la respuesta de Chaves a la entrevistadora es casi cómica: “Yo me vine acá a estudiar Ingeniería. Siempre tuve una mejor predisposición hacia las matemáticas, las ciencias exactas. Casi era despreciable para mí eso de ser abogado. Pero en ese tiempo acá no se podía estudiar Ingeniería y trabajar a la vez. Lo único que se podía estudiar libre y cursar trabajando era derecho. Tenía mis amigos que estudiaban eso”.
En aquel tiempo había efervescencia política, pero no en los partidos, sino en las bases sociales, y Chaves tampoco fue ajeno a eso: “Comparándolo con esto de hoy, aquello era un clima de actividad intensa. Existía una agrupación que se llamaba “sindicato” de derecho, que era casi una ofensa, yo no pertenecía a ese sindicato. También había una izquierda que abrevaba en la vertiente de don Alfredo Palacios, de Américo Ghioldi, pero tampoco podía tener nada que ver con eso. Entonces mi tío, que era jubilado, radical en San Luis y socialista en Buenos Aires, ya en aquel tiempo estaba trabajando en el estatuto del maestro en tiempos de Frondizi. De modo que yo tenía una intensa formación política, a pesar que mi principal preocupación era rendir materias y además trabajaba en el Banco. Por ello no tuve injerencia en la actividad política estudiantil. En primer lugar porque ya era viejo… 24 años… ya era viejo; para una persona que está estudiando ya se es viejo a los 18-19. Así que no le di mayor bola a la militancia estudiantil, pero sí a la discusión. Por ejemplo, al comedor de la facultad de derecho venían una vez por semana a vender una revista que se llamaba “El Che”, que fue muy fugaz porque apareció con El Che y terminó con El Che (antes de que se muriera, me refiero al que que se fue de Punta del Este)… yo estaba en la puerta de la facultad paradito para comprarla, porque se agotaba. Fue una militancia individualista la mía en la facultad”.
Lo de “militancia individualista” es todo un dato muy vigente hoy, si se tiene en cuenta la enorme multitud de individuos aislados que adhieren a un proyecto político, nacional y popular, que además conocen y debaten, pero deben ceder paso a “punteros” que de política no saben nada. El PJ mendocino es un ejemplo clarísimo de ello. Apuesto doble contra sencillo que, si hoy se produjera un golpe de Estado, iríamos presos (o peor) los francotiradores que los funcionarios de traje y corbata que pululan por doquier. Pues bien, Chaves también sentía cierto desprecio por esa casta:
“Estaba a punto de recibirme de abogado, la inspección de escuelas de adultos a mí me ofreció una beca para ir al sur de Italia para estudiar el analfabetismo allá; como una suerte de premio por ser una especie de niño mimado. Y acepté. Me iba a ir. Me recibí el 23 de diciembre, me fui al campo a descansar y allí en mi casa me enfermé. Un médico amigo de mi cuñado me dijo que estaba agotado física y mentalmente y que necesitaba dedicarme a otra cosa. No fui a Italia. Entonces me asusté e ingresé a la Justicia de San Luis; empecé a ejercer como abogado. Así como la Marina me cambió la vida, la Justicia también cambió mi vida”.
“Cuando llegué a Alvear en julio de 1965, allí era abogado de las cooperativas de Alvear, no de los gremios. Llegó Onganía, la noche de los bastones largos, los dirigentes gremiales y los políticos se metieron debajo de la cama, y mi espacio político era ese. Formé parte de la segunda tanda de la resistencia peronista contra el onganiato, pero allí la resistencia no era sólo peronista. Yo he compartido movilizaciones, pintadas, huelgas, con dirigentes comunistas de Alvear que habían estado con la Libertadora, y conozco personalmente a cretinos que nunca dejaron de ser peronistas y que jamás defendieron a los laburantes como dirigentes gremiales; a mí no me lo van a contar, lo viví”. Y esto viene a cuento de lo que decíamos en una nota del día 25 de mayo en la que poníamos un ejemplo cualquiera: Héctor no era ni es un “peronista de Perón”, sino “peronista del pueblo”. Nunca dejó de serlo. La resistencia fue del pueblo, no de Perón, que por aquel tiempo había elegido la España de Franco y no la Cuba de Fidel para exiliarse.
“Con la CGT y como consecuencia de esta resistencia, yo era el abogado de la CGT de Alvear. Pero esa CGT en Alvear era una CGT con dirigentes en bicicleta. No eran los gordos. En el ’66 me convertí en el abogado de todos los gremios de Alvear. Y abogado de todos los que protestaban, los productores, los campesinos, no me alcanzaba el tiempo. Con ellos he hecho la militancia. mi militancia fue social porque en ese momento el peronismo estaba proscripto. Yo participé del PJ como tal cuando Lanusse lo legaliza”.
¿En qué consistía esa militancia social en ese tiempo?
“La militancia social era fundamentalmente barrial; nos hemos dado el lujo de dar las películas de Pino Solanas clandestinas en un ranchito en el que había que sostener el techo con la mano; cosas increíbles, irnos a reuniones en Córdoba, Mendoza, en todos lados. Cuando alguno tenía que viajar pasaba por mi estudio para que yo pusiera el óbolo, el aporte monetario. Esos eran dirigentes que se bancaban todo de su bolsillo. El secretario general de la CGT, por ejemplo, que era el secretario de ACSA, gran amigo, ponía inyecciones de noche, porque así cobraba doble y porque de día no tenía tiempo”… y hace un silencio, un estruendoso silencio, porque queda en el aire el problema de la militancia rentada, que ya entonces había puesto de moda el PC y luego se contagió al movimiento nacional y popular, y llega hasta nuestros días, reconozcámoslo.
Llegando ya casi a la media hora de una charla con elocuentes silencios, golpes a la mesa con los nudillos, la entrevistadora le recuerda que en un encuentro anterior Chaves había relatado que había militado junto a Sacerdotes del Tercer Mundo, y es la oportunidad que tiene él para abordar un aspecto nuevo de su militancia.
Columnista invitado
Carlos Benedetto
Museólogo, docente jubilado y presidente de la Federación Argentina de Espeleología. Escritor y periodista. Miembro de la Comisión de Ambiente del Instituto Patria. Director del quincenario Sin Pelos en la Lengua. Agrupación Luis Barahona, Biblioteca de la Memoria Jaime De Nevares, Malargüe.