El Gaucho Martín Fierro
Parte 3
El gaucho rebelde y desafiante, es el protagonista de este libro que hizo historia. Allí quizás podamos encontrar una de las causas por las que la oligarquía y quienes detentan el poder Real, lo fueron relegando a los últimos anaqueles de la biblioteca argentina. No debe ser un buen ejemplo que el ciudadano de a pie tenga sus ideas.
Lo digo al tiempo que me lo pregunto y deseo desentrañar este entuerto, a lo largo de este ciclo de publicaciones por entrega, de la obra cumbre de nuestra literatura. Mientras tanto, disfruto cada uno de sus versos como quien encuentra un tesoro. Busqué la primera de sus ediciones, para que veamos el modo de hablar de la época.
Codearnos con la historia y meternos de lleno en el relato, también aporta a la idea de decodificar el “ADN argentino”, si tan cosa existiera. Nuestro discurso diario está plagado de lugares comunes que echan raíces en esta obra magnífica. Es una forma de mirarnos desde la historia y así poder entrever el devenir de los tiempos.
Y mientras domaban unos,
otros al campo salían,
y la hacienda recogían,
las manadas repuntaban,
y ansí sin sentir pasaban
entretenidos el día.
Y verlos al cáir la noche
en la cocina riunidos,
con el juego bien prendido
y mil cosas que contar,
platicar muy divertidos
hasta después de cenar.
Y con el buche bien lleno
era cosa superior
irse en brazos del amor
a dormir como la gente,
pa empezar al día siguiente
las fáinas del día anterior.
Ricuerdo ¡qué maravilla!
cómo andaba la gauchada,
siempre alegre y bien montada
y dispuesta pa el trabajo;
pero hoy en el día… ¡barajo!
no se le ve de aporriada.
El gaucho más infeliz
tenía tropilla de un pelo,
no le faltaba un consuelo
y andaba la gente lista…
Tendiendo al campo la vista
no vía sino hacienda y cielo.
Cuando llegaban las yerras,
¡cosa que daba calor
tanto gaucho pialador
y tironiador sin yel!
¡Ah tiempos… pero si en él
se ha visto tanto primor!
Aquéllo no era trabajo,
más bien era una junción,
y después de un güen tirón
en que uno se daba maña,
pa darle un trago de caña
solía llamarlo el patrón.
Pues siempre la mamajuana
vivía bajo la carreta,
y aquél que no era chancleta
en cuanto el goyete vía,
sin miedo se le prendía
como güérfano a la teta.
¡Y qué jugadas se armaban
cuando estábamos riunidos!
Siempre íbamos prevenidos
pues en tales ocasiones
caiban muchos comedidos
Eran los días del apuro
y alboroto pa el hembraje,
pa preparar los potajes
y osequiar bien a la gente,
y ansí, pues, muy grandemente
pasaba siempre el gauchaje.
Venía la carne con cuero,
la sabrosa carbonada,
mazamorra bien pisada,
los pasteles y el güen vino
pero ha querido el destino
que todo aquéllo acabara.
Estaba el gaucho en su pago
con toda seguridá
pero áura… ¡barbaridá!
la cosa anda tan fruncida
que gasta el pobre la vida
en juir de la autoridá.
Pues si usté pisa en su rancho
y si el alcalde lo sabe
lo caza lo mesmo que ave
aunque su mujer aborte…
¡No hay tiempo que no se acabe
ni tiento que no se corte!
Y al punto dése por muerto
si el alcalde lo bolea,
pues áhi no más se le apea
con una felpa de palos.
Y después dicen que es malo
el gaucho si los pelea.
Y el lomo le hinchan a golpes,
y le rompen la cabeza,
y luego con ligereza,
ansí lastimao y todo,
lo amarran codo con codo
Y pa el cepo lo enderiezan.
Ahí comienzan sus desgracias,
áhi principia el pericón;
porque ya no hay salvación,
Y que usté quiera o no quiera,
lo mandan a la frontera
o lo echan a un batallón.
(continuará)
Biografía de José Hernández
Por su hermano, Rafael Hernández
Las fuerzas estaban equilibradas: La Tribuna, La Verdad, La Nación Argentina, El Nacional y La República representaban los dos bandos; El Río de la Plata era la tercera fuerza que actuaba en función determinante y Hernández la hizo valer en las distintas reuniones que tenían lugar en la imprenta de La Verdad, presididas por el señor Cantilo, para dar alternativamente el triunfo a candidatos de uno y otro bando, a cambio de los suyos pertenecientes al partido Federal que llevaba 20 años de ostracismo o abandono en la oscuridad y el olvido. Por esta evolución que él solo llevó a cabo, con persistente labor, y aunque le fue privadamente reconocida, no se le manifestó públicamente jamás, volvieron a la vida pública los señores Vicente F. López, Bernardo de Irigoyen, Luis Sáenz Peña, Alvear, Lahitte, Gutiérrez, Vicente G. Quesada, Navarro Viola y Tomás Guido. Estos tres últimos se conservaron siempre finísimos amigos y muy consecuentes y cariñosos con Hernández.
A más de los nombrados entraron a la Convención otros federales que, como Gorostiaga, se mantenían más o menos a flote en sociedad, pero alejados de la política, y una vez en aquel teatro, fueron una revelación para el pueblo, que no tenía idea de su existencia y valimiento: pero que una vez conociéndolos, marcharon rápidamente en la opinión, porque tenían merecimientos propios, que el partidismo intransigente había ocultado a toda una generación.
Hernández no fue entonces convencional, lo que retardó mucho su presentación en la escena pública de su provincia, porque a indicación suya se había convenido en eliminar la candidatura de todos los diaristas del acuerdo, compromiso que algunos cumplieron hasta el fin.
En este diario, de complexión robusta, que la administración Sarmiento mató de un golpe, escapando a la cárcel su redactor propietario gracias a sus numerosos amigos, fue co-redactor el ilustrado Agustín de Vedia y colaboraron los señores Navarro Viola, José Tomás Guido, Vicente G. Quesada, C. Guido y Spano, J. Sienra Carranza, M. A. Pelliza, Tomás Moncayo Avellán, Simón Bolívar Camacho, y algunos otros escritores de nota, en tanto que se iniciaron esgrimiendo sus primeras armas literarias Estanislao Zeballos, Aurelio Herrera (a) Teseo, Cosme Mariño, Oscar Liliedad, Ocampo (Salvador Mario), Mariano Espina, Gerónimo Montero, Samuel Alberú, Nicasio Dibur, Rómulo Gascón, Enrique Serantes, Vicente Hernández, Horacio Mendizábal, Sixto Rodríguez, y otros que no recuerdo, pero cuya nómina demuestra la perspicacia de Hernández para penetrar en el corazón de los jóvenes, apreciar sus cualidades y fomentar aquellos que poseían los elementos de superioridad para distinguirse en el país. Los tres primeros pasaron en seguida con el señor José C. Paz a fundar La Prensa, que ya cuenta 27 años.
Como político de largas vistas, se mostró particularmente en notables conferencias, que dio en los altos del teatro Variedades, a que asistían muchos hombres públicos, cuando el entusiasmo por la apertura del Istmo de Panamá exaltaba todos los ánimos. Logró entibiar ese entusiasmo demostrando los trascendentales perjuicios que nos ocasionaba, y apuntando lo que era preciso hacer para contrarrestarlos, aunque fundando a grandes rasgos su opinión que preveía el fracaso.
Con esto ampliaba lo que había dicho, en el famoso debate con el doctor Alem en 1880, sobre la cesión de Buenos Aires para capital de la República, a cuya sanción llamaba forjar el acero para hacer invencible la Nación, y poner el sello a la obra iniciada en 1810. En ese discurso, que ocupó tres sesiones sin salir un punto de las cuestiones internas, recordaba que el señor Lessepps tenía ya reunidos 300 millones de francos para principiar la obra y exclamaba: No nos descuidemos, no nos quedemos atrás del movimiento científico, comercial y económico del mundo… la apertura del Istmo de Panamá va a servir de puerta para el comercio de Europa dejándonos relegados al extremo meridional de la América del Sud.
En las actividades de su vida y merced a su poderosa organización intelectual, guiaba su mente por distintos rumbos, sin distracción ni confusiones y así fue sucesiva y a veces juntamente: Contador, taquígrafo, guerrero, revolucionario, legislador, miembro del Concejo Nacional de Educación, Consejero del Monte de Piedad, del Banco Hipotecario, protector de las industrias, estanciero, periodista, orador y poeta -hombre de espada y de pluma- del bosque y del salón, de tribuna y de espuela. En el campamento como en el gabinete sirvió a su país en el orden Nacional y Provincial; de su poema Martín Fierro dijo el doctor Navarro Viola: es una lección de lo que debe ser la poesía, es decir: Una moral y un arte.
La autoridad incontestable que tenía en asuntos campestres, fue causa que el gobierno del doctor Rocha le confiara la misión de estudiar las razas preferibles y los métodos pecuarios de Europa y Australia, para lo cual debía dar la vuelta al mundo, siendo costeados por la Provincia todos los gastos de viaje y estadías y rentado con sueldo de 17 mil pesos moneda corriente mensuales durante un año, sin más obligación que presentar al regreso un informe que el Gobierno se comprometía a publicar.
Tan halagadora se suponía esta misión, que el decreto fue promulgado sin consultar al favorecido, quien al conocerlo por los diarios se presentó en el acto al despacho de Gobierno rehusando el honor.
(continuará)