“Las Cenizas del Volcán” es un relato para ayudar a encontrar la identidad a los hijos y nietos robados en la dictadura, contado desde la historia novelada de mi familia, buceando en los ancestros y la propia identidad, sabiendo que somos como somos por las constelaciones familiares que nos precedieron.
Las Grutas, 2012
Las cenizas del volcán
Decimosegunda entrega
Los opuestos se atraen como el imán… El abuelo Luis Federico Carlos Briones y Marrero, que renunció al título de conde que le correspondía por primogenitura, y al que renunció “por haber sido y por ser republicano” se casó con la abuela Lucía Aurora Giménez, la hija de Mama Thai, que era casi analfabeta y orgullosa de su apenas segundo grado, pero tan sabia… Él, amante de las óperas de Verdi, por libertario, me contaba los por qué del contexto, explicando el argumento. Así amé “Va, pensiero”, de Nabucco, de Verdi, el canto por la libertad de los esclavos judíos, cantado hasta hoy como símbolo de libertad. Y de Chopin que recorría tuberculoso todos los países llevando sus partituras y sus polonesas, el canto por la libertad de su país, con sus notas rápidas, veloces, alegres, porque la libertad es así. Entre sus toses cavernosas, ocultaba sus esputos sanguinolentos, tapados con un pañuelito finamente bordado y con puntillitas bellísimas. Mientras le quedara un hálito de vida, seguiría… Y entre las notas del piano, llevaba sus mensajes…
Aquellos mensajes de la música del abuelo, sólo eran conocidos por los descendientes de la bisabuela Cándida, artistas, sensibles… Y por la hermana del abuelo, hija de la tía Consuelo Briones con vaya a saber quién. Tal vez era de algún missing, desaparecido en acción, de esos que van sembrando simiente, “que mañana vengo” y ya se sabe, “no vengo más”. O a lo mejor fue producto de un abuso de su padre o hermano. Jamás dijo nada, por ese carácter espantoso que tenía, totalmente insufrible, decían. No debe haber sido fácil ser madre soltera en un pueblo correntino como aquel Monte Caseros, de la Corrientes de comienzos del siglo. Esa hijita fue su única alegría hasta que tía Consuelo se hizo Testigo de Jehová y en la fe encontró la explicación de todo. Su única hija, dicen, toca el piano como Marta Argerich… Porque la madre le enseñó de niña.
El arte es así… Vuela libremente, iluminando el alma, dando consuelo a la pena… revolucionando todo.
Como el rock and roll, la verdadera revolución del arte del siglo XX: en todo el mundo se oyen mensajes que transmiten esa energía total y absoluta de los rockeros. Argentinos en su mayoría, obvio. Se disfrazan con raros peinados y usan extraños acentos en esos recitales de miles de millones de dólares para la gilada.
Esa fue tal vez, la única manera que encontraron los HIJOS para cobrarles a las multinacionales, la identidad negada por añares. De la guita de los impuestos de recitales y discos, una parte es para cada pibe de identidad asegurada…
-¡Otro hijo más! Necesitamos a ver… cuántos recitales, che…- dirá algún manager de corazón frío.
Unos quisieron mandarlos directamente al paredón. Otros, a pudrirse en cana como cualquier tumbero. Pero los que tiene otros ídem, hijos de la carencia del forrito en noches de vino y rosas, intentaron explicarles que tal vez sería mejor, además de la entrada, para poder verlos así. Igualitos a su propia imagen del espejo.
Porque al haber mamado el himno en cada acto escolar, les quedó grabado ese himno a la libertad… Unos lo cantan solemnes. Otros, en aire folk. Algunos, solamente por Charly García, tan libertario. Pero todos sienten ese auténtico canto a la libertad. Ese que hemos coreado tantas veces en la escuela que nos taladró el coco…
¡¡¡LIBERTAD, LIBERTAD; LIBERTAD!!!
Figuretti es un saltimbanqui. Siempre del lado que sale el sol, apuesta sus porotos a todos.
Los poetas y artistas de los tiempos de Barcelona en la época de la Guerra Civil Española, formaban parte de la competencia versus los que cortan la trasmisión y chau. Es el tema del cable con fibra óptica que algunos manejan a piacere. Ni tele, ni radio, ni internet de Buenos Aires. Regresó la señal sólo cuando terminó el partido.
Lo intuí cuando vi un viejo programa de la tele española. Gracias a un sobrino tecnológico, pude ver tele lluviosa en mi viejo aparato. Simplemente comprando la antenita barata, berreta, variante criolla de las agujas de tejer en una papa.
-Se capta el cable residual- me explicó, -porque las ondas…-. Y siguió ese galimatías técnico que me anula. Pero tuve casi un año cable gratis, sin colgarme, con esa antenita.
En un programa de la universidad madrileña habían explicado con lenguaje castizo, que habían diseñado una manera de reciclar los autos nafteros para hacerlos eléctricos. Nada más inflexible que los ingenieros explicando que eso de los autos eléctricos nuevos, de los nipones, era una gilada para países ricos. Ellos simplemente habían diseñado una batería que los vecinos pondrían en un enchufe toda la noche o la llevarían a cargar en una estación de servicio. Las baterías del hogar se cargaban con colectores solares domésticos. En el techo, en vez de chapas había pantallas solares. Y unos molinos eólicos, que eran la alternativa barata para el petróleo. Por eso ahora querrían sacarse de encima a Repsol. Para hacer esos parques eólicos que necesitaban una inversión. Y a nosotros nos querían dejar el clavo, que ya era solamente un quilombo. Cobrar la guita para hacer los molinos de viento del Quijote.
¿Y por qué nosotros, en vez de hacer explosiones multimillonarias para romper montañas y sacar el gas y petróleo alternativo, no usamos nuestro viento patagónico? Ese que sopla como ya lo sabía Patoruzú, ese viento pampero que dobla los árboles como si fueran juncos. Cualquiera que llegue a la Patagonia sabe por qué a Comodoro Rivadavia le dicen “la capital del viento”. ¿Por qué no hacer molinos eólicos que permitirían calefacción sin gas, con pantallitas eléctricas?
La erupción del Etna italiano lo avisa… En México el Popocatépl está en llamas. Otro volcán indignado por eso de las explosiones por sacar de las entrañas de las montañas gas y petróleo para fabricar bolsitas de nylon y nafta premium para autos de 400km por hora… Desde el volcán Puyehue se pasan los mensajes por las fumatas.
¿Por qué no akí? Porque los españoles han leído El Quijote, obviamente. Esas imágenes de los molinos de viento del Quijote de Picasso han llenado los sueños de los niños. Akí, solamente se ve la ultraviolencia de los dibus yanquis y nipones. Paka-paka, tan bello, “es aburrido” dicen los nenes. Allá, algunos, luego, han llegado a ingenieros y recordando quizás más a Sancho, hayan intentado revivir a Don Quijote. Nada más absolutamente triste que ese final… Cuando lo quiere reanimar al Hidalgo, en su cama, ya totalmente desesperanzado… Sancho, tan prosaico, con su cariño, esa amistad, indispensable tratando de ayudarlo y nada…
Así me sentí cuando luego de escribir “Prisioneras del aire”, por la salvaje violación grupal a una artesana con policías implicados, que quedó todo tapado porque eran las elecciones. No sé porqué imaginé alguna escena para la peli del yuppie, candidateada para el premio de cine. Y luego escribí la novela “Testigo en peligro” por el extraño suicidio de mi hermano Pablo. Y me sequé. Todo es en vano… ¿Escribir? para qué… Tirada en la cama, haciendo sólo crucigramas y juegos lógicos. Me compré la notebook… ¿para jugar al solitario?, me preguntaba. Si a nadie le interesa…
Hasta había dejado las materias de Letras que cursaba en la Universidad local cuando la profe, pobre laburante explotada, seis horas corridas para enseñar lo mismo que en la universidad lleva un mes, les dijo a los alumnos espantados, que tendrían que aprender el Quijote de memoria… Páginas enteras. Y EN FOTOCOPIAS… Estuve en su primera clase. Fueron seis horas de rápido resumen de mil años de historia y literatura de España. Pasaba de largo, sin mencionar siquiera, a Lope de Vega. En cambio se estudiaría Benito Pérez Galdós.
-¿Por qué?- le pregunté. -¿no estudiaremos a Lope de Vega?-.
-Es la libertad de cátedra- me respondió.
Me fui entonces, recordando los años setenta y el cuatrimestre de Historia, Literatura y Arte de España, cuyo premio era una beca para ir de viaje de estudios a esa nación. ¡Cómo había estudiado apasionadamente “Fuenteovejuna”! Parecía EL PUEBLO UNIDO, JAMÁS SERÁ VENCIDO que coreaban unos cuando nosotros, los otros, les contestábamos: “EL PUEBLO ARMADO, JAMAS SERÁ APLASTADO”. Mientras unos recitaban “LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO” de Gabriel Celaya, el poeta español, otros coreábamos con Daniel Viglietti: “CANCIÓN DESARMADA NO ENFRENTA AL FUSIL”.
Ignoraba entonces, el trípode del poder que explicaría la peli “Petróleo”. El trígono petróleo-armas-drogas. Los bienes del eterno consumo, como el mito del eterno retorno de guita, por supu. Siempre se acaban y exigen más. En cambio, ¿quién detiene al viento patagónico?
-Porque no es obra humana, sino de Dios- explicaría ese estudiante evangélico en mis tiempos de ateísmo visceral.
-Je- le hubiese respondido entonces, -pero los molinos, ¿quién los hace?-.
-Si Dios quiere-me hubiese dicho, -si Dios quiere-…
-Y si nosotros, los seres humanos, aprendemos cómo hacerlos…-.
Eran esos viejos tiempos donde todo era objeto de análisis profundo. Apasionadas discusiones de qué era primero, si el huevo o la gallina.
Porque el secreto estaba en el cuento “El General Romero” de Fontanarrosa. Allí relata cómo los hijos que había ido sembrando este general en toda la América, habían recorrido todo el continente buscándolo, conectándose por las redes sociales, comparando fotos del face, sólo para que al llegar a la Argentina trabajosamente, les dijeran simplemente:
-Murió.
-¿Cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?-.
-En las islas Malvinas. En la guerra-.
Habían buscado su tumba, llevaban primos y amigos del equipo de Antropología Forense. Habían traído de Europa un aparatito electrónico donde una simple gotita de sangre al instante determinaba el ADN, como el análisis a los diabéticos. Intuyeron que Fontanarrosa se había equivocado. No eran quinientos sino 1789 hermanos encontrados hasta ahora. Buscaron al escritor que había dado tantas puntas para saber más del padre. También había fallecido, les dijeron.
Cuando me contaron que se había suicidado mi hermano Pablo, tuve la absoluta certeza que era imposible. Sin dato objetivo alguno. Estaría vaya saber dónde sin poder hablar, porque todos lo habían llorado ya.
Había pensado ir a Mendoza, a verificar su tumba. En sueños los hinchas de Godoy Cruz me habían preguntado por qué perdía su equipo. Únicamente ellos reclamaban aún, su aparición con vida. CON VIDA SE LOS LLEVARON, CON VIDA LOS QUEREMOS… Como a los desaparecidos y ex soldaditos de Malvinas, civiles, conscriptos… Y ni siquiera les quieren dejar verificar los restos para cerrar el duelo. Hasta habían quitado de la Biblioteca de San Antonio Oeste, la foto del soldado oriundo de este pueblo, fallecido en la guerra de Malvinas.
-¿Y la foto del héroe de Malvinas?- pregunté alguna vez.
-Se cayó,- me dijeron -está por ahí. Únicamente en la comisaría de San Antonio Oeste está la foto y la historia DEL SOLDADO DESCONOCIDO. Lo anoté. Alfredo Gattoni, DNI 11.575.822, nacido el 20 de noviembre de 1954, Registro Civil N° 210 de San Antonio Oeste, hijo de Emeterio Gattoni y Dora Emilse Dominguez. Hizo su primaria en la escuela N° 6 y la secundaria en el Colegio San Matías. Estudiaba Arquitectura en La Plata. Allí se casó con Norma Capomaggi. Cuando casi terminaba su carrera, faltándole dos materias apenas, pese a la prórroga por estudios, a los 27 años, fue reclutado por el Regimiento N° 7 para ir a Malvinas. Allí está, en la comisaría, con la cintita negra del luto en un ángulo superior.
Desde allí mira cómo una agente es reclutada si pasa el examen psicofísico y tiene sus estudios completos…
-¿Y cuánto tiempo están allí estudiando?- le pregunté chusmeta a quien me extendía el certificado de supervivencia, ese papel que demuestra que yo soy yo.
-Y, depende, pueden ser tres o seis meses…-.
Para salir con un uniforme a dar la vida, pensé… Mientras seguramente hace el laburo de los colimbas: correr, limpiar y barrer.
¿Para cuándo los tratamientos dignos de salud mental? Con profesionales formados en Derechos Humanos que puedan realizar los tratamientos interdisciplinarios indispensables para las víctimas de tantas tragedias argentinas…
Alcohólicos por estar sin guita, tomando vino malísimo, como explican los enólogos de la Universidad Nacional de Cuyo, que solamente tendrían que decomisar y tirar… -¿A la acequia dejando a los gansos en peligro?-, se espantan los ecologistas mendocinos. Fue cuando decidieron asesorar a los fumadores empedernidos en el análisis de los cigarrillos con marquilla multinacional. Estos que son totalmente diferentes de los perfumados cigarrillos que me convidara el taxista, que seguramente consigue los importados. ¿Y garpamos el royalty por esta basura? Que el Estado se lleva 75 % de impuestos y tal vez podrían costar como los cigarrillos que solo venden frente al Hospital Borda, porque son totalmente nacionales.
¿Para cuándo el juicio a las tabacaleras internacionales por vender aki con la misma marquilla, diferente calidad de los importados? Mientras hago los ejercicios de mover los músculos de los pies y las rotaciones de cada dedo, como el tai-chi que enseña mi hermana. No vaya a ser que todo esté fríamente planificado…
Porque ya se sabe que a los locos los raya algo más que fumar un cigarrillo. Es la absoluta carencia de la atención digna que tendríamos.
Entonces se entiende que los cigarrillos tengan ese alquitrán y no sé cuánto más, que analizan los del AIRE PURO y que hace que pasen a las líneas de cocaína ilegal. Esa que los trabajadores de las tabacaleras que ven peligrar su laburo, explican, tiene más basura aún. Por eso impulsan la legalización de todas las drogas. Que se vendan en las farmacias, como en la época de Sherlock Holmes, para que haya responsables de quién produce y cuánto garpa de impuestos y si tienen lo que dicen. O solamente es lo que Figuretti muele canturreando “moliendo café” en el mortero de la tatarabuela mezclando raticida con algo de aspirinas vencidas, más algunas de las pastillas del abuelo que le afanan por dos sopes, los pibes del paco a cambio de la basura que juntan cuando cae al piso, cuando barre con la escobilla de migas en la bandejita de plata del mantel bordado en filtiré, con puntillas de crochet tejidas con puntos minúsculos de la bisabuela. Y que lleva a vender en primorosos paquetitos artesanales en el chalecito country de Los Hielos Continentales para ver la caída del iceberg, que ahora es anual para los negocios del eurodólar del turismo internacional.
(Continuará)
Columnista invitada
Lucía Isabel Briones Costa
“Mi pecado fue terrible: quise llenar de estrellas el corazón de los hombres” decía el poeta… Desde los lejanos años de estudiante del profesorado en Historia en la Universidad Nacional del Sur, dediqué mi vida a la educación. En los tiempos previos a la dictadura de 1976 enseñaba en una vieja aula de la Facultad de Agronomía el bachillerato de adultos, tarea compartida con los compañeros, casi todos presos políticos después en Bahía Blanca. Cuando era rector Remus Tetu se hizo una razzia contra docentes, no docentes y estudiantes, especialmente contra los alumnos de Humanidades, Sociología y Economía. Estaba terminando mi carrera, cursando las últimas materias cuando fui detenida y puesta a disposición del PEN, el Poder Ejecutivo de la Nación, durante tres años y tres meses, hasta diciembre de 1978. Estuve en las cárceles de Villa Floresta, Olmos, Devoto y los tres últimos meses en la U20, la cárcel dentro del Hospital Borda, donde un prolijo tratamiento con drogas psiquiátricas hizo borrar totalmente mi memoria. Así me dejaron en libertad, diciéndole a mi padre: “Su hija es irrecuperable, será un vegetal hasta el día de su muerte. Que Dios les de la Santa Resignación”. Gracias a haber encontrado la ayuda adecuada pude recuperar, poco a poco, la razón perdida. Y me fui a La Pampa, donde fui docente de escuelas primarias y secundarias en la pequeña localidad de 25 de Mayo y en el Terciario de Formación Docente de Catriel, Río Negro. Recién en 1997, pude terminar mi profesorado en la Universidad del Comahue, para cuando mis compañeras de promoción de la Universidad del Sur ya estaban por jubilarse. Luego comencé la maestría en Historia Latinoamericana de los siglos XIX y XX, la cual se interrumpió cuando la Universidad no podía pagar a los docentes, varios doctores en Historia. En ese tiempo de docente rural comencé a escribir narrativa, tarea que continué al jubilarme en el bello mar de Las Grutas, en Río Negro. Seguí escribiendo con la alegría de dar un legado en su educación a mis hijas: la mayor psicóloga y la menor, maestra y profesora de Historia, ambas egresadas también de la Universidad del Comahue.