Cada relato de vida inacabado. Una canción que emite el alma en el silencio triste de la soledad existencial. Esa suposición con ribetes artísticos. La pasión misma, como motor permanente para el diario vivir. La poesía está hecha de las distintas formas en que se representan los sentimientos.
Decodificarlas, entonces, tiene el límite de la intimidad que hizo la creación, de la conformación de su identidad, la suma de sus pesares y alegrías, y el contexto en el que se desarrolla. Solo nos está permitido abismarnos a esas presencias inquietantes de criaturas a las que decidimos acunar como seres conocidos.
Porque en lo recóndito de la mismidad humana, en sus recovecos y en sus cumbres, la poesía cobra presencia para recordarnos nuestra pretensión de trascendencia. Todo lo demás es una puesta en escena, ya es la “dimensión literaria” que la cultura cataloga para consumo de simples mortales que atraviesan la vida.
Imagen sumergida
Vengo de un mundo muy antiguo,
tan antiguo como el bosque de cipreses
que circundan el lago de mi infancia.
Vengo de un bosque con olor a resina y limón
a lluvia y retama, a juego de aire y de sol.
Con el tiempo me fui, corrí, volví, amé, viví.
Hoy me hundo como el bosque de cipreses
que cayó al lago.
Me hundo aferrada a mi bloque de piedra.
Soy ahora imagen sumergida, centinela del agua.
Un espejo que no hace pie porque no hay fondo.
Columnista invitada
Liana Castaño
Maestra, integrante del taller de poesía “Más allá de las palabras”, publicó en las antologías: “Fuego en las manos”; “Mujeres de palabra”, “Luz de luna” (IV Concurso Internacional de Poesía, España). Su más reciente publicación “Más allá de los poemas”, poemario colectivo del Grupo de Poesía “Más allá de las palabras” que coordina Diana Starkman, será presentado en la Feria del Libro de Mendoza 2020
Fotos: Adriana Martinetti