Relatos desde el
Camino de Santiago
90 km. ¡sólo 90 km!
Gentes… in unitate:
Finalmente estalló el verano gallego, y seguimos caminando bajo el sol abrasador. Esto trae dos problemas, el primero es que la gente se levanta más temprano (hoy, por ejemplo a las CINNNNNCO de la mañana), y el segundo es que cuando promedia el día la temperatura es insoportable. La consecuencia de todo esto es que hoy el albergue huele a humanidad y a zoológico en iguales y desagradables proporciones.
Hace un par de días lavé toda mi ropa, que había ido juntando en prolijas bolsas de nylon, la sequé al sol y me sentí feliz. Al día siguiente metí todo en la mochila, la cerré y cuando me decidí a ponérmela… volví a sentir ese olor rancio a sudor y a cecina. ¿Cómo era posible, si tenía todo limpio, limpísimo, inmaculado e impoluto, lavado con mis propias manitas en el agua gélida de un lavadero de albergue? Y ahí descubrí que no era la ropa, es LA MOCHILA, que está insoportable (jajaja, ¡es la mochila a-cecina!). Increíble.
El camino por Galicia sigue igual. Es serpentante, entre campos de poco cultivo y pequeñas parcelas con vacas que pastan. Las retamas han florecido CASI CASI como en Bariloche en noviembre (allá hay más y son más lindas), y los árboles nos bendicen con sombras abundantes. Cantan los pájaros, ladran los perros, y caminamos felices por este entorno, aunque ahora somos más los peregrinos. Ocurre que en Santiago te dan el certificado de haber hecho el camino si has andado, al menos, 100 km; entonces aparecen por aquí muchos peregrinos novatos con mochilas pequeñísimas, botas relucientes y caritas de inocentes, poco bronceadas y plenas de ilusión. Me encanta que vengan, pero SON MUCHOS, y entonces la cosa se vuelve demasiado masiva, y era más linda la calma de otras etapas que la riada de gente en la que nos metemos cada mañana.
Me he hecho amigo de un economista madrileño con el que solemos andar ciertos tramos, muy conocedor de Galicia, sus costumbres y sus tradiciones, y amante del medioevo español. Resulta muy grata su charla sobre historia de estos reinos, y además son muy atinadas sus recomendaciones gastronómicas. Los mediodías se han convertido en tours de tapas y vinos, aunque de noche intentamos comer sólo austeras frutas con agua.
Excepto por el calor, el camino parece más placentero, y no sólo por los paisajes, sino porque con el entrenamiento los pies ya no duelen y la mochila parece menos pesada. Por otra parte me he desprendido de algunas cositas que no usaba y he agotado todo lo consumible que traía al principio (barritas de cereal, sopas en polvo, yerba, chocolate, etc.), así que volamos por los senderos, con total libertad.
Para mi alegría hoy llega a Portomarín mi amigo Santiago (Chanti para sus lectores e íntimos), lo que hará que el camino se vuelva más divertido en su recta final. Me mandó un mail avisando que viene y que quiere UNA CAMA CONFORTABLE. ¡¡¡POBRE!!!, no sabe lo que se va a encontrar.
Saludos remixados. ¡Se me termina el tiempo de internet! (aquí funciona con monedas).
Ramiro
¡Ah! algo que me dio risa. Acá el «pulpo a la gallega» (que almorcé hoy, por ejemplo), es sólo «pulpo», y la «empanada gallega» es sólo «empanada». Qué loco y qué obvio, ¿no?
Ramiro Albino
Músico, periodista y especialista en comunicación visual. Desarrolla una extensa labor de estudio y difusión de la música preclásica, con especial interés en el repertorio colonial americano, a través de su actividad artística y pedagógica que lo ha llevado por toda la Argentina y numerosos países de Europa y América. De manera paralela se dedica a la docencia y a la investigación, y colabora con importantes medios de Buenos Aires. En Instagram y Twitter: @ramiroalbino


