Relatos desde el
Camino de Santiago
¡Hola chavalotes!
Y así, casi sin darme cuenta (o en realidad con una especie de mega realismo), voy llegando al final del camino. Hoy, lunes, hemos llegado a Arzua, y nos quedan sólo 38 km a Santiago. En dos días, con total calma (sólo unos 20 km por día) habremos llegado a la tumba jacobea. La verdad es que ni yo, que he vivido en carne propia (y en pies propios) la aventurita, lo puedo creer.
Hay mucho peregrino nuevo, pero también hay mucho peregrino que ha coincidido conmigo durante el mes, o partes del mes. Nos reconocemos, nos saludamos por la calle o el camino, y también tenemos datos sobre los demás. El camino de Santiago es como un reality sacro-profano en el que un grupo de gente convive hasta en lo más mínimo e íntimo, y como buena comunidad humana, los chismes corren, las apreciaciones se vierten y las ideas se comparten.
“¡Mira!, ¿aquella no es la española que iba ayer con el de camiseta roja?”
“esa es la alemana que el otro día tenía problemas con la mochila y que la ayudó la francesa”
“¡la alemana de la cofia se ha hecho amiga de una canadiense y ahora van juntas!”
“ese es el japonés del que te hablaba, el que está aprendiendo castellano y viene al camino a practicar”
Como Gran Hermano, donde todos somos participantes y todos queremos, o pretendemos ser el Gran Hermano.
También de mí se habla, los chismes corren en todas direcciones. Es que soy EL argentino (bueno, ahora somos dos, desde que vino Santiago, pero hasta ahora era EL argentino y EL latinoamericano), algunos me han visto pintando (entonces creen que soy pintor), otros me han visto con alemanes, entonces en algún momento creyeron que era alemán, otros me escucharon tocar la flauta y saben que soy EL músico, etc.
Una de las cosas más simpáticas fue el otro día ver a dos francesas que me reconocían y una le decía a la otra: “¡Regarde!, c’est le petit monsieur qui marche vite!” (¿no es buenísimo? jajajaa).
Y es así que, según la idea que puedo sacar del mail que me envió ayer Gerardo, el camino pasó de ser Babel a ser Pentecostés. Y sin bien no tenemos el don de lenguas, tenemos el “idioma de peregrinos”, que no siempre es verbal. Una mirada de complicidad o apoyo en ciertas situaciones, un gesto para decir que alguien tiene tendinitis, problemas de rodilla o ampollas, un saludo de “¡buen camino!” a otro peregrino que pasa, parecen suficientes para poder ir mucho más allá de la nimiedad aparente de esas frases. Muchos peregrinos no hablan más que su idioma, sin embargo, todos se van comunicando con todos (con mayor o menor fuidez).
Se agolpan algunos sentimientos ante la inminencia del arribo. Algunos de ustedes me sugieren que voy a llorar al llegar a Santiago, y la verdad es que NO TENGO NINGUNA DUDA, como que tampoco tengo ningún empacho en compartirlo. Lloraré de Gozo, idea que encontré en Pascal por primera vez en el verano del ’89, y que aquella vez me pareció ridícula, pero que hoy me resulta encantadora. Lloraré de alegría al descubrir que estoy vivo y aún más vivo, y al descubrir que no voy a ningún lado más que a un encuentro más rico y fructífero conmigo mismo.
Os contaré, muchachada.
Un abrazo de esperanza.
Ramiro
Ramiro Albino
Músico, periodista y especialista en comunicación visual. Desarrolla una extensa labor de estudio y difusión de la música preclásica, con especial interés en el repertorio colonial americano, a través de su actividad artística y pedagógica que lo ha llevado por toda la Argentina y numerosos países de Europa y América. De manera paralela se dedica a la docencia y a la investigación, y colabora con importantes medios de Buenos Aires. En Instagram y Twitter: @ramiroalbino