Dicen los que saben que la novela es el género literario más completo. Allí el escritor se pone a prueba. Deberá crear el o los personajes hasta en el más mínimo de sus detalles: nombre completo, amores, odios, edad, características físicas, proyectos, objetivos, sueños. Roberto Fontanarrosa es un maestro en este sentido.
Tendrá que darle vida a cada una de esas creaciones, primero en su mente para luego poder hacerlas interactuar con el resto de los personajes para que fluya la historia. Allí cobra vital importancia, como también en la visualización de los contextos, una palabra clave para motorizar la novela: la descripción.
Esta es la prueba de fuego, ya que realizarla de modo adecuado hasta puede evitar la formulación de algunos diálogos. Esa es la herramienta mágica que crea los climas necesarios para que ocurran los hechos, extiende los minutos convirtiéndolos en días u pasa como un ventarrón, sobrevolando el tiempo de décadas.
“En toda su vida se casó dos veces. Con su primera esposa tuvo a su único hijo, Franco. Su segunda esposa, Gabriela Mahy, lo conoció en el 2002 y contrajeron matrimonio en noviembre de 2006, previo divorcio.
“Aquejado de una enfermedad neurológica, en enero de 2007 Fontanarrosa anunció a sus lectores que su dolencia le impediría continuar dibujando con su propia mano, por lo que, a partir de aquel momento, contaría para poner en imágenes sus ideas con la colaboración de otros dibujantes, como Crist (Cristóbal Reinoso) u Oscar Salas. El 19 de julio de 2007, Fontanarrosa falleció en Rosario, su ciudad natal, a consecuencia de esta enfermedad.
“Además de recopilaciones de viñetas, publicó también cómics concebidos directamente como libros, como Los clásicos según Fontanarrosa, Semblanzas deportivas y Sperman. A ello hay que añadir los volúmenes que recogen las correrías y desventuras del gaucho Inodoro Pereyra. Publicadas desde 1972 en revistas de humor y, regularmente, en el periódico Clarín, las historias de Pereyra y su perro Mendieta fueron recopiladas en más de quince volúmenes. Una versión de dichas aventuras fue llevada al teatro en Buenos Aires en 1998, con un enorme éxito de público y de crítica. También las historias de Boogie el Aceitoso se recogieron en doce volúmenes.
“Como literato, publicó numerosas recopilaciones de cuentos: El mundo ha vivido equivocado (1982), No sé si he sido claro (1986), Nada del otro mundo (1987)… Su dedicación al relato breve se intensificó en sus últimos años: El mayor de mis defectos (1990), Los trenes matan a los autos (1992), Uno nunca sabe (1993), La mesa de los Galanes (1995), Una lección de vida (1998), Te digo más… (2001), Usted no me lo va a creer (2003) y El rey de la milonga (2005)”.