Si quiere ganarte el aburrimiento siempre estás a tiempo de resolver el problema: entrá a cualquier bar que, de ser posible, tenga un salón grande. Pedí un café desde el mejor sitio en la mesa desde la que puedas tener mirada totalizadora. De ahí en más, disponete a la aventura de una suerte de sociología a la mano.
Otras personas, como vos y yo, también serán de la partida. Llegarán empujados por la desdicha, detrás de la tristeza y pedirán un abrazo en forma de café con leche. Verás a quienes, escurridizos, busquen la mesa del fondo y allí tomen asiento con quien, nublada la razón y el entendimiento, están comenzando el amor.
Aquel hace gestos divertidos mientras lee el diario y conversa con las noticias. La señora grande observa ensimismada a la parejita de la mesa del fondo, quizás tratando de advertirse a ella misma, su figura superpuesta con la de la joven, evocando aquellos besos que recibió su juventud. Todos están en el bar.
“El segundo bar más antiguo de Buenos Aires después del Tortoni, fue abierto y reinaugurado en tres siglos distintos. Nació en 1897 con el nombre de La Toja. A una cuadra estaba el Comité Central de la Unión Cívica Radical, razón por la cual en su salón podía verse con asiduidad a Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear y otros políticos importantes. Durante los primeros años de la década del 30, en su segunda reinauguración, pasó a llamarse Iberia y fue el punto de reunión de los republicanos y testigo de las batallas campales que se sucedían por ese entonces cuando a los franquistas del Bar Español, que quedaba justo enfrente, se les daba por entrar al bar de sus rivales.
“Pero la historia del bar no terminó con la guerra, el dramaturgo y poeta español Federico García Lorca solía frecuentarlo con amigos.
“En 1942, por iniciativa de su propietario Daniel Calzado, el bar fue ampliado al comprarse el local de la peluquería contigua. En la actualidad, y desde hace varios años, Manuel Novo dirige el destino del Iberia, que cuenta con una atención esmerada y un servicio gastronómico de gran calidad.
“Se encuentra en “la esquina más española de Buenos Aires”, próximo al Teatro Avenida, el Hotel Castelar, y a los restaurantes El Globo, El Imparcial, El Hispano y Plaza Asturias.
“Nació como el bar La Toja en 1897. Ubicado a una cuadra del Comité Central de la Unión Cívica Radical, fue punto de encuentro de los seguidores de Leandro Alem. Recién en 1936, con la compra del espacio por parte de un exiliado español, Daniel Calzado, se convirtió en la sede de los republicanos. En el salón, sentados a sus mesas, frente a platos más de olla que gourmet, compartían noticias de su tierra, anhelaban la victoria de los rojos y la derrota de los franquistas. También, juntaban alimentos y ropa que enviaban a la península, redactaban consignas, decidían movimientos futuros.
“En el Iberia tenían un libro de actas: ‘La República en el exilio’, en el que registraban cada una de sus reuniones”, dice Manuel Novo, dueño actual del bar. El registro se perdió, pese a los intentos por hallarlo, pero su existencia no se duda: “está en el relato de la mayoría de los clientes antiguos”, agrega Novo. La historia del bar es de transmisión oral y colectiva.
“Enfrente al Iberia, donde hoy hay una sucursal del banco chino ICBC, estaba el Bar Español, el bastión porteño de los franquistas. Eran dos posturas viscerales conviviendo a metros. Algunas noches, los enfrentamientos eran tan fuertes que volaban sillas y mesas de un cordón a otro de la avenida. En las reconstrucciones más violentas hay un camión, en otras no. Parte de la historia repetida dice que en marzo de 1938 los republicanos ubicaron un camión con altoparlantes en el medio de la calle, a la altura de los dos bares.
“Desde el vehículo sonó el “Himno de Riego”, que tuvo carácter oficial de 1931 a 1939, y se desplegaron consignas anti fascistas. Los franquistas respondieron tirando todo lo que tenían -vasos y platos incluidos- contra el camión. La pelea terminó con la intervención de la policía local. “El hecho tiene que haber existido y seguro ocurrió más de una vez”, dice Novo. Por esos años, la Avenida de Mayo y sus alrededores eran tan españoles que también ofrecían la postura neutra. En Hipólito Yrigoyen 1201 estaba, y aún está, El Imparcial, un bodegón que se habría nombrado así por no albergar ninguna de las posiciones.
“En forma oficial, la Guerra Civil terminó en abril de 1939 y la historia del Iberia no se agotó. También supo ser una parada obligada de artistas y músicos por su cercanía con el Teatro Avenida. El Bar Iberia fue declarado bar notable, sitio de interés cultural, símbolo de la memoria española y un espacio de tributo a los caídos y exiliados en defensa de la Segunda República”.