¿La segunda vuelta electoral, está hecha para que ganen los que pierden? Su supuesta necesidad, está en duda en los últimos tiempos. Y no sólo en ellos. Fue la apuesta de Lanusse para impedir en 1973 el retorno del peronismo, aunque no le salió. Fue la trampa para que Evo Morales, que había ganado en 2019 nada menos que por 10 puntos, fuera cuestionado y removido por un golpe. Fue lo que llevó a Macri a la presidencia, cuando en primera vuelta -cuestión que poco se recuerda- había perdido. Es ahora lo que crea un escenario de amplia incertidumbre en Ecuador.
El mismo Lenin Moreno llegó a su presidencia de manera agónica en segunda vuelta, cuando había tenido suficiente ventaja en la primera. Ahora, al terminar su mandado que renegó del legado de Correa y de la Revolución Ciudadana, y que abrazó al neoliberalismo y al FMI, tiene 90% de opinión en contra, y con su candidata logró menos del 2% de los votos. Es recordada su brutal represión a la movilización popular hacia fines del 2019.
El legado neoliberal ha sido desastroso y ha enaltecido a sus predecesores. En esa condición se llegó a las recientes elecciones presidenciales: con una polarización entre el candidato de una resucitada Revolución Ciudadana, y el neoliberal banquero Lasso, portador de todas las expectativas y favores del stablishment.
Para Arauz, joven seguidor del legado de Correa, ha sido un triunfo decisivo. El bloque social conservador no esperaba contender con este sector: había buscado eliminarlo. No sólo el implacable acoso mediático/judicial contra funcionarios del gobierno anterior (empezando por el ex presidente), sino la proscripción de su máxima figura, la anulación de su partido político, la obligación de modificar su fórmula, el tener que tomar un partido prestado. Con tal situación, haber ganado de manera abultada, por 13 puntos, muestra una victoria pasmosa para quienes -se suponía- debían desaparecer del mapa político del país. En cierto sentido, es casi un milagro.
Pero a la vez fue una decepción porque esperaron un posible triunfo en primera vuelta -las encuestas daban muy cerca-, y porque el panorama para la segunda vuelta no les es nada fácil. Mientras, ya el stablishment trabaja para unir a todo lo que exista contra Arauz, con la maniobra un poco grotesca de decir que quien obtuvo el 33% de los votos, “fue rechazado por el 67%”. Pero con ese razonamiento, Lasso y Pérez fueron -cada uno- rechazados por el 80% de la población, y sería poco democrático pretender que con tamaño rechazo quieran erigirse en la presidencia.
Pérez y Lasso se disputaron voto a voto el segundo puesto. Nada tienen en común: uno es indígena e indigenista, el otro banquero neoliberal. Pero en 2017 cincharon juntos contra la Revolución ciudadana, y ahora quizá lo repitan, aunque con el obstáculo de que la pelea por el segundo lugar se resolverá por pocos votos. Los indígenas han iniciado movilización en contra de supuesto fraude en su contra, Lasso disimula su encono contra esas acciones, porque al haber salido segundo, necesitará absolutamente el voto indígena.
En verdad, la posible suma de Pérez y Lasso es contra natura: los indios no son banqueros, tampoco neoliberales. Es cierto que su programa de gobierno es de un laxo ambientalismo, y no tiene ninguna perspectiva económica concreta: el anti-extractivismo es bueno para la barricada y el discurso universitario, pero nada ofrece a la hora de la gestión y la competencia económica internacional. Lasso llama al crecimiento económico basado en la inversión -que termina siendo extranjera-, con la idea jamás cumplida del “derrame”: si los de arriba ganan más, luego se repartirá el producto. Así, Lasso es la continuidad de Lenin Moreno, aunque ahora sería el negocio “atendido por sus dueños”.
Se verá. El fraude que denuncia Pérez, por ahora sólo existe en su cabeza, y forma parte de lo que Trump hizo, y el mismo Lasso hace 4 años: “el que gana, gana; el que pierde, denuncia fraude”. Pero sí hay derecho a que los votos se re-cuenten. En todo caso, el problema del conteo es para el segundo puesto: el primero lo obtuvo Arauz con amplia ventaja, y en nada está comprometido con las disputas entre Lasso y Pérez.
Estos dos, cualquiera que vaya a la segunda vuelta, tienen un problema. Si llegaran a ganar la presidencia, tendrán dos opciones: una, es gobernar en soledad, acorde a sus propios partidos. Habiendo obtenido sólo el 20% en primera vuelta, serían gobiernos débiles y minoritarios. La otra, es hacer un Frankenstein en mezcla de todos contra la Revolución Ciudadana -ya lo vimos en Argentina contra el Frente de Todos-, que sólo tendría en común el “ir en contra”, y juntaría insólitamente la derecha economicista, el indigenismo antiextractivista, y la llamada “izquierda democrática”. Mezcla obviamente inviable, que sirve para elecciones, pero no para gobernar.
Por ahora, Lasso y Pérez no la tienen fácil: sería muy incómodo explicar a los votantes de cada uno que lo hagan en segunda vuelta por el otro, luego de la fuerte pelea por el propio lugar. ¿Puede denunciarse a Lasso por fraude, y luego llamar a votar por él?
Cunde la incertidumbre. Hay varias semanas para que, ya definido el segundo lugar, se dé la elección definitiva, y las estrategias desplegadas se expresen de nuevo en las urnas.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.