La nueva ola de covid: cuarto creciente
No estamos a la altura de la situación. La peste arrecia: parece que no terminamos de enterarnos. Políticos cuyo único cálculo es el de los votos en próxima elección, como si sobre la devastación general cupiera algún provecho político posible. Charladores de tv perorando cualquier absurdo, con tal de favorecer al sector político al cual su empresa responde. Población que se fue a pasear en Semana Santa como si tal cosa. Militantes que frente a la gravedad de la situación creen que todo se arregla con echar la culpa al prójimo. Un desastre, con el número de contagios que en el país pasó de 8 mil a 23 mil por día en apenas tres semanas.
Es cierto que las vacunas ofrecen protección, y son una esperanza. Pero en algunas provincias se ha ido más rápido que en otras -teniendo todas la misma cantidad en relación a su población-, y aún en las mejores, aún no llegamos al 10% del total de personas. No se puede más que eso: la rapiña internacional con las vacunas es salvaje. Y ya quedó claro que las provincias pueden comprar por sí solas las que quieran, lo cierto es que nadie les vende. La pugna mundial es enorme, y sólo disminuirá cuando la demanda empiece a bajar.
La charlatanería política alcanza niveles estratosféricos. Nacy Pazos, ex mujer del cambiemita Santilli, a años luz de ser kirchnerista, se cansó de verso. Circula el video en que avergonzó a Eduardo Amadeo, mostrando éste que lo que dice no tiene la menor sustentación. Empezó el político macrista hablando de las “pobres mujeres a las que les sacan los hijos en el Chaco”: Pazos lo interrumpió para decirle que está demostrado que les pagaron para mentir a esas mujeres, y que hay causa judicial al respecto. No pudo responder Amadeo, pero continuó: “no se puede cerrar las escuelas”, espetó. Pazos le dijo que en Francia están cerradas, el hombre del PRO dijo que en Uruguay no, que el año pasado, y ella lo remató: “ahora acaban de cerrarlas, y en Chile, del cual tantos nos hablan, están en fase 1”. Incómodo, aún insistió el político de la derecha: “Tenemos de los peores niveles de vacunación del mundo, por haber hecho oscuras negociaciones”. Ya Pazos fue más explícita: “Otra mentira. Somos el país 21 entre 400” respondió. En verdad son 200, pero efectivamente estamos en el muy honroso número 21. Pazos le dijo -por fin- que era penoso que ella debiera mostrar al aire que él ignoraba por completo de qué estaba hablando, y ella cerró diciendo que se creen mentiras que ellos mismos previamente inventan y publican en su prensa adicta.
Ahora bien, la periodista puso blanco sobre negro lo que vemos todos los días en la tv: colusión del sector más radicalizado de la oposición con el stablishment empresarial (los dos hombres más ricos del país se fueron a Uruguay), y con un club de verborrágicos, que están en gráfica y radio, pero sobre todo por tv. Caso límite, en este sentido, es el de Viviana Canosa, capaz de mostrar obscenamente su belicosa ignorancia.
En esto se anda en los medios -o en el disimulo y el fingir normalidad- mientras los gobiernos (de modo diferente el nacional y los de provincias) intentan enfrentar la situación, pero tienen severos límites ante la indiferencia social, y frente a la avalancha de “hablemos sin saber” que asola el mundo de la post-verdad.
Y en la sociedad, reina cierto estatalismo de mal cuño. Claro que el Estado es necesario para la sociedad, bien se ha mostrado en el mundo que sin él, la pandemia hubiera sido una matanza mayoritaria. No tienes dinero, no tienes vacuna: regla que a medias se ha impuesto entre los países, pero que -por la presencia estatal- no funciona dentro de esos países. Pero en la Argentina, tanto los que valoran al Estado como los que deploran de él (éstos en la extraña idea de “soy libre de contagiarme y contagiar”), coinciden en que de lo malo de la sociedad hay que responsabilizar al Estado, y que éste debe ser culpado de cuanto pueda ocurrir. La sociedad es inocente, buena e impoluta, tanto para los de derecha como para los de izquierda (en su común origen iluminista de los siglos XVIII y XIX). Si la peste avanza, la culpa es de los gobiernos: si nos va bien nos congratularemos, pero si nos va mal los castigaremos. Se toma como problema de los gobiernos, no de la sociedad.
Algo de esto se nota en la idea de que los femicidios se combaten protestando en la calle contra el Estado. Son crímenes civiles, no de Estado como sí fueron los de la dictadura. El Estado tiene mucho por mejorar en sus mecanismos de control, protección de víctimas y juzgamiento, pero si no cambia la sociedad, los femicidios no han de cesar. Y eso no se arregla con protestar ante una casa de gobierno.
Lo mismo ahora. La sociedad no parece hacerse cargo de que no hay padres, ni salvadores, ni malos gobernantes a los que echándoles la culpa, puedan hoy mejorar nuestra condición. O nos cuidamos, o el desastre será irreversible. Todas las críticas sirven poco a la hora de la verdad de vida o muerte. Acá no hay cielo al cual clamar: hay que hacerse responsables de los propios cuidados y de salvar las vidas. No hay más atajos.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.