Quizá la mayor preocupación de la principal oposición nacional sea hoy “Pepín” Rodríguez Simón, fugado al Uruguay cuando debía comparecer ante una jueza; su participación en la Mesa judicial y en la cuasi/demostrada persecución hacia propios y extraños en tiempos de Macri, lo hacen alguien a poner lejos, pero no tanto como para que se sienta abandonado y decida “prender el ventilador”, como habría insinuado. Por ello, resulta sumamente incómodo, y casi innombrable en el discurso público de Juntos por el Cambio.
Pero no le va en zaga la presidenta del PRO Patricia Bullrich, quien parece haber perdido todo freno, y se comporta con el supuesto de que decir cualquier cosa es siempre válido con tal de que perjudique al gobierno nacional, aunque sea inventado o confuso. Ahora lanzó una temeraria acusación contra el Presidente y contra Pfizer a la vez, según la cual habrían participado de una negociación espuria para conseguir “retornos” al anterior ministro Ginés: tuvo el desmentido público internacional de la farmacéutica, junto a dos causas judiciales por injurias. Nadie salió a defenderla: aún su compañero de excesos verbales, el ex presidente, sabe que su discípula en realidad quiere desplazarlo como candidato a presidente. En política hay cariños peligrosos.
Usos espurios de la pandemia con fines electorales. Han abundado desde hace un año, cuando se rompió la inicial armonía entre gobierno y oposición para enfrentar al virus. Los intereses del gobierno coinciden con que más gente sea vacunada, y menos contagiada: por ello, aún para quien tuviera allí intenciones electorales, la mejor campaña es hacer buena acción contra la pandemia. Pero la posición de Juntos por el Cambio es inversa: calculan que peor les irá si sale bien la lucha contra la pandemia, y por ello no dudan en erosionarla de diversas maneras.
Se ha hecho de todo; Bullrich concurría a las movilizaciones demenciales de los anti-vacunas, junto con un Brandoni que olvidó su ideología de joven. Ahora disimulan ese apoyo a quienes se oponen a todo cuidado, a los que dicen que no hay virus, que no hay pandemia, que todo es una ficción, y hasta que se entuba a personas sanas. Tales dislates de grupúsculos minoritarios se han visto en muchos sitios del mundo, pero no sabemos de otro en que una persona de alta jerarquía política se haya animado a participar públicamente.
No funcionó. La mayoría de la población quiere cuidarse. Cuando apareció la posibilidad de las vacunas, vino el cuento de que “eran comunistas”. Como si una vacuna insuflara ideología, y como si en Rusia no se hubiera ido el comunismo hace 30 años, y allí no existiera un capitalismo robusto. Tampoco funcionó: algunos se asustaron, pero cuando vieron que las vacunas venían, se alistaron para inscribirse.
Entonces empezó –todo esto con gran coro mediático donde no se sabe si los periodistas mandan sobre los políticos o es al revés- lo de que la vacuna “es veneno”. Carrió inició una insólita acusación judicial contra el presidente, por envenenamiento. La causa fue desechada casi de inmediato por improcedente.
Después, ante la lucha mundial por apropiar la escasez de vacunas, se empezó el coro de “hay pocas vacunas”, posición bastante extraña si se las considera un veneno. También raro cuando Argentina es país número 32 de población en el mundo, pero 21 en número de vacunas: y en el mes de junio han llegado casi 6 millones más, que se incrementarán hacia comienzos de julio…
Todas las maniobras de oposición a las medidas de protección, tales como el insistente capricho de Rodríguez Larreta con la presencialidad escolar, han sido poco efectivas. La pandemia está en ola alta, y la gente está alarmada. Ya no se gana con posiciones negacionistas sobre la gravedad del momento. Las mejoras de las últimas semanas son evidentes, pero estamos lejos de haber llegado a números bajos.
Por eso, quizá estemos asistiendo al enésimo cambio de posición opositora: algún medio que les es muy afín ha titulado pasmosamente –tras haber limado las medidas sanitarias durante meses- que el gobierno nacional “insiste” en volver a actividades el próximo lunes, cuando hay números tan altos. Cambio total de frente: no vamos contra las medidas del gobierno, ahora decimos que son insuficientes. Cualquier cosa, a ver si resulta.
La burda insistencia en favor de Pfizer, que quiso presentarse como falta de aptitud del gobierno para lograr vacunas, quedó desprestigiada por el mal paso de Bullrich. Además, hasta New York Times denunció que las exigencias de Pfizer eran inaceptables. Y por cierto es una fabricante de vacunas que ha incumplido en todas partes: así, Chile debió inmunizar a casi toda su población con la menos efectiva de las vacunas chinas.
Mientras, Macri desairó a la UCR al ir a Córdoba a apoyar a Schiaretti, quien fuera su empleado en el Brasil. Para peor, quiere ungir en la interna de JxC a alguien del PRO, contra Juez y contra Negri, que han quedado descolocados y molestos. Esto no es asunto de pandemia, pero se ejerce sobre su fondo y sobre este encierro a medias que se ha cumplido en la semana sin que por ahora bajen los números, porque la conciencia social del peligro no parece ser de todos.
Y los usos no terminan en la Argentina. Biden promete entregar vacunas al resto del mundo, ante la pobre presencia que EE.UU. ha tenido en auxilio a otros países. Y ahora lanza una sospechada investigación sobre China y el origen del virus, instruyendo para eso… a la CIA. ¿No sabrá Biden el desprestigio mundial que tiene esa sigla? Apenas se puede creer. Pero su idea es culpar a China, para tratar de perjudicarla en la gran competencia que tienen por la hegemonía mundial.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.