Cuarteto Zupay
Un desafío para la música popular argentina
Segunda entrega
Casi como si se tratara de la acertada probidad de la joyería suiza, de la que tanto hablan, este grupo vocal hacía gala de interpretaciones que, sin perder los meandros de los sentires y el despliegue de las emociones, lograba versiones brillantes. Con raíz en lo folclórico, a poco de andar hicieron sus arreglos para tangos y rock nacional.
Tomar el repertorio de María Elena Walsh fue acertado. En un punto porque fueron contemporáneos de la enooorme cantautora, pero también por la frescura de sus poemas y esa suerte de tarea de cronista de época, que convirtió a Zupay en un grupo decidor, que señalaba, que denunciaba, mientras le cantaba a su pueblo.
Golpes de Estado y salidas electorales, fraguaron en este conjunto un actor fundamental en el derrotero de significantes de una Argentina que se buscaba, más allá de las persecusiones y la muerte, en espera de un nuevo tiempo de libertad y derechos humanos. Ellos estaban allí, relatando esa experiencia de la que formaban parte.
“Siguiendo las posibilidades innovadoras para la música folklórica y popular que abrían los arreglos vocales, se crearon entonces varios grupos -entre ellos el Cuarteto Zupay-, como el Grupo Vocal Argentino, Los Trovadores, Opus Cuatro, Buenos Aires 8, el Quinteto Tiempo, Markama, Contracanto, Cantoral, Anacrusa, Santaires, De los Pueblos, Intimayu, etc. La influencia se extendió a otros países de la región, como fue el destacado caso del grupo chileno Quilapayún.
“Los inicios
“El Cuarteto Zupay se formó en Buenos Aires en 1966 y debutó en mayo de 1967, a iniciativa de los hermanos Pedro Pablo García Caffi (barítono) y Juan José García Caffi (primer tenor), a quienes se sumaron Eduardo Vittar Smith (bajo) y Aníbal López Monteiro (segundo tenor).
“En los dos primeros álbumes el grupo utilizó la denominación Cuarteto Vocal Zupay, llamándose a partir del tercero simplemente Cuarteto Zupay. La palabra “Zupay” o “Supay” es un término quechua que corresponde a un dios-demonio de origen indígena, protagonista de gran cantidad de leyendas y danzas ancestrales en la región noroeste del país, ligada histórica y culturalmente a la civilización andina. El Zupay es una figura ambivalente, definida por el sincretismo, que ha sido asimilada al Diablo de la cultura cristiana, pero que también es adorado como señor de las profundidades o Salamanca. A diferencia de lo que sucede con el Diablo cristiano, “el indígena no repudiaba al Supay sino que temiéndole, lo invocaba y rendía culto para evitar que le hiciera daño”.
“Jugando con el nombre, el grupo titularía años después a su décimo álbum como La armonía del Diablo. Por otra parte, el séptimo álbum adoptó para la portada una imagen simbólica, utilizada en adelante como isotipo del grupo, que consiste en un triángulo negro invertido, con un rostro diabólico sonriente en el centro, pintado en rojo, que se corresponde con la descripción folklórica del Zupay. Finalmente, en la portada de la antología 20 grandes éxitos lanzada en 2007, se incluyó una significativa foto del cuarteto rodeando una máscara del Zupay, de las que se utilizan en las diabladas del carnaval de Oruro en el altiplano andino.
“Juan José García Caffi, músico de formación clásica y arreglador en esa primera etapa, le imprimió al grupo el estilo de un conjunto de música de cámara, inspirándose en el madrigal renacentista, en tanto que Pedro Pablo García Caffi impuso una estricta disciplina de ensayos, que le ganó el mote de “García Gadaffi”, pero que también estableció desde un principio un criterio de excelencia y profesionalismo, inhabitual por entonces.
“Folklore sin mirar atrás (1967-1969)
“El Cuarteto Zupay debutó en mayo de 1967 presentándose en La Botica del Ángel de Eduardo Bergara Leumann. Situada en Lima 670 era uno de los reductos de Buenos Aires en los que se promovía a los artistas vinculados con lo que entonces se llamaba la nueva canción argentina, que buscaba salir de los esquemas tradicionales de la dualidad tango-folklore, con cantautores inclasificables como Nacha Guevara y María Elena Walsh; esta última habría de ser la autora de mayor presencia en el repertorio histórico del cuarteto. Ese mismo año debutó también Les Luthiers, con una propuesta de humor musical sin parangón, y aparecieron Los Gatos con La Balsa, dando origen a un género que adoptó el nombre de “rock nacional”.
“Argentina estaba en ese momento gobernada por una dictadura militar liderada por Juan Carlos Onganía que poco menos de un año antes había derrocado el presidente radical Arturo Illia. A poco de debutar lanzaron un disco simple con el que llamaron la atención, realizando una audaz versión de la Marcha de San Lorenzo a capella (pocos años después, el régimen militar prohibiría otra versión, de rock psicodélico y muy humorística e informal, hecha por la banda Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll)”.
Jacinto Chiclana
El viejo Matías
Canción de caminantes
(Texto encomillado, tomado de la red de redes)


