Suarez debiera tomar debida nota de cómo le señalan aquí el atropello de que son objeto los docentes mendocinos, en la persona de todos los compañeros hostigados y perseguidos por su Gobierno. No basta con tocarse el pecho y decir que allí anida la buena voluntad de los mendocinos, sino de cuidar al personal del Estado. Es tan llamativa como recurrente esta práctica aberrante.
Los y las docentes vienen siendo estigmatizados desde el ex Gobernador Alfredo Cornejo, a esta parte. Parece que es cierto aquello del deseo neoliberal de quedarse con el suculento botín de la educación. Es una trinchera, como la de la salud y varias otras, que resisten aún su embate gallardas y de pie. Este es el costo por ello tenemos que asistir a estos episodios grotescos de un manual berreta.
Eso sí, con la suficiente dosis de violencia a la vista y, lo que es peor, la anunciada. No vaya a ser cosa que crean que pueden combatir contra nuestras prácticas, parecen decirnos. Nos amedrentan, nos meten miedo, pero sabemos muy bien que el destino de la educación pública se halla fuertemente ligado al derrotero de nuestra Patria. He aquí una de las reservas de la sufrida Argentina.


