A nivel provincial, hay casi total cierre de negociaciones paritarias con los trabajadores estatales que han tenido avatares, pero no han sido singularmente álgidas. Quizá lo más destacable haya sido la insólita declaración de la cámara empresarial que pidió aumentos “sensatos” de salarios –es decir, mínimos- metiéndose en lo que nadie los ha llamado, ni les atañe en absoluto: quizás hay allí quienes se sienten (con alguna razón, lamentablemente) dueños de la provincia.
Mientras, un documento de la reaccionaria Fundación Mediterránea (que nadie tildaría de contraria a JxC) certifica lo que aquí todos sabemos: Mendoza tiene malos índices económicos, su recuperación post-pandemia es apenas la mitad que la nacional, y la producción de nuevos puestos de trabajo es también deficitaria. La Fundación se asoció al reconocido estribillo según el cual en la provincia va mal por culpa de la Nación, aunque a esta le va mejor, y aunque otras provincias con gobierno de JxC no están tan en retraso como Mendoza: pero a falta de políticas, llueven excusas.
Son las que existen para dos casos que han conmovido a parte de la opinión pública: la entrega de nada menos que 12000 hectáreas de tierras en el Sur a una empresa privada (El Azufre, de dudosas credenciales) para hacer un centro de esquí. Gratis. Sin licitaciones ni concurso. Un hecho pasmoso: el espacio cedido, además, es mucho más grande que el que un centro turístico requiere. Esto se ha complementado con la posterior cesión (léase también entrega gratis y sin licitación) de 10 hectáreas en Uspallata, que pertenecen a la Dirección General de Escuelas, para los dueños de Edemsa. El patrimonio del Estado se está cediendo como si fueran posesiones personales de los actuales funcionarios, siempre regalado a grandes empresarios. No se sabe de cesión para viviendas sociales, ni para emprendimientos de organizaciones territoriales.
Mientras, a nivel nacional cerró la interminable saga para la final aceptación del convenio con el FMI. El debate ha sido lamentable, sobre todo dentro del progresismo, donde se ha superpuesto oposición al Fondo con oposición al nuevo acuerdo, pues se ha ignorado que ya estábamos dentro de un convenio con ese organismo: es el que firmó Macri, empeñando al país de la peor manera. Ya no había elección entre “No al FMI” y “Sí al FMI”, sino que la elección era “Acuerdo de Macri, o acuerdo nuevo”. Como el acuerdo de Macri implicaba pagar ya mismo 20 mil millones de dólares y las reservas no dan siquiera para pagar 3 mil, tal margen de elección en realidad no existía.
En todo caso, lo más ruidoso no parece ser la discusión sobre el acuerdo, sino las fricciones internas dentro del Frente de Todos. Hemos visto allí detonar diferencias intestinas de manera estridente. Algunos sectores han clamado por su derecho a disentir: pero sin asumir una cuota de responsabilidad en la difícil situación en que ha quedado el gobierno nacional.
Se verá qué capacidad -e incluso qué voluntad- tiene la coalición gobernante para sostenerse como tal en el futuro inmediato. La unidad nada le garantiza, pero la división lleva a su seguro fracaso.
Mientras, la guerra iniciada militarmente por Putin y geopolíticamente por los avances de la OTAN, continúa sin novedades. Zelenski sigue siendo capaz de resistencia, aunque ello le aumenta los daños sin asegurar mejor resultado en la negociación. Europa vive los efectos de dejar su seguridad en manos de los Estados Unidos: fuertes golpes a su economía, y problemas en la provisión del petróleo y el gas, además de una guerra a la puerta de su territorio, la cual sólo le importa a la potencia del Norte.
Rusia no consigue por ahora su propósito de garantizar a la OTAN lejos de sus fronteras (si bien Zelenski empieza a hablar de ello), y su economía no es tan robusta como para no sufrir consecuencias de las sanciones. Por ello necesita un final de la guerra, que por ahora se avizora bastante difuso.
El mundo necesita la paz. Si la OTAN asumiera la decisión de no instalarse en Ucrania, el avance hacia el final de la guerra estaría garantizado. Pero notoriamente, no es eso lo que importa a Biden y el complejo militar estadounidense: quieren arrodillar a Rusia, para desde allí, luego tratar de rodear a China. Un propósito que es sólo de ellos, al cual le debe el mundo este insensato momento de tensión planetaria.
Columnista invitado
Roberto Follari
Doctor y Licenciado en Psicología por la Universidad Nacional de San Luis. Profesor titular jubilado de Epistemología de las Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Cuyo, Facultad Ciencias Políticas y Sociales). Ha sido asesor de UNICEF y de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria). Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad otorgado por el Servicio Universitario Mundial. Ha recibido la distinción Juana Azurduy del Senado de la Nación (año 2017) y el Doctorado Honoris Causa del CELEI (Chile, año 2020). Ha sido director de la Maestría en Docencia Universitaria de la Universidad de la Patagonia y de la Maestría en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo; y es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido miembro de las comisiones evaluadoras de CONICET. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Chile, Uruguay, Venezuela, México y España. Autor de 15 libros publicados en diversos países, y de unos 150 artículos en revistas especializadas en Filosofía, Educación y Ciencias Sociales. Ha sido traducido al alemán, el inglés, el italiano, el idioma gallego y el portugués. Uno de sus principales libros se denomina “Teorías Débiles”, y ha sido editado por Homo Sapiens (Rosario, Argentina). En la misma editorial ha publicado posteriormente “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la universidad)” y “La alternativa neopopulista (el reto latinoamericano al republicanismo liberal)”.