La IX Cumbre de las Américas, convocada en Los Ángeles forzó ausencias: países no convocados por el imperio: Cuba, Venezuela y Nicaragua y países que se negaron a asistir: México, Bolivia y Honduras, por la misma razón; generando muchos cuestionamientos y discusiones. Hecho que plantea muchas preguntas encerradas en el oxímoron del título.
Ello propone ¿de qué América hablamos?, seguidamente también en este preciso momento, con todo lo ocurrido en el mundo, ¿puede los norteamericanos decadentes seguir imponiendo su criterio en la región? La zona más perversamente desigual del planeta en donde las minorías avarientas concentran negocios y poder, con un telón de fondo democrático vulnerado por los servicios secretos y no tanto del imperio, a costa del hambre y sumisión de cientos de millones, muchos de ellos en permanente procesión camino al norte, ilusionados con lograr un mejor futuro.
Una cumbre que se parece más a los manotazos de un ahogado, seguramente con esa percepción equivocada que tiene del patio trasero, como dice Atilio Borón, “no tienen ni la más pálida idea de los cambios que se produjeron en la región desde la irrupción de Hugo Chavez que cambiaron –de modo drástico en varios países– la percepción de los gobiernos del área sobre Estados Unidos, reconociendo que su declinación es irreversible y que estamos presenciando el amanecer de una nueva geopolítica; que Washington siempre ‘se quedó en palabras’ y nunca cumplió con sus promesas; que sólo buscó beneficiar los negocios de las empresas de su país y nada más”[1]. Error que repite desde la Cumbre de Quebec en 2001.
Montado en ese discurso, el anciano presidente luego de los saludos de bienvenida y su iniciativa reparadora, esa que recién descubre la ineficiencia de la teoría del derrame, vaya noticia, ha tenido que escuchar las dos campanas, la sumisa coreada por sus aliados lacayos y los que le han echado en cara los flagrantes errores de su política exterior de esa América diseñada a su antojo desde su bicentenaria doctrina Monroe.
En ese escenario grotesco, el desafiante discurso del presidente Alberto Fernández, su reclamo como presidente pro tempore de la CELAC ante un perplejo Biden, sentado en el banquillo de los acusados, tuvo que escuchar pacientemente la enumeración de sus errores.
Representando una comunidad diversa que se respeta, con miradas distintas, pero que comparte preocupaciones semejantes, ha emergido de la pandemia como la región más endeudada del mundo en desarrollo, supera el 77% del PBI, con la mitad del empleo informal y diversas calamidades que la castigan.
El bloqueo de más de seis décadas a Cuba, impuesto desde la Guerra Fría y, más recientemente, Venezuela, sin importarle el sufrimiento que imponen estas medidas a la población devastada por la pandemia y la imposibilidad de lograr insumos médicos e infinidad de bienes y servicios, que ponen en tela de juicio la natural cooperación internacional.
Tuvo la audacia de enrostrarle “El hecho de ser país anfitrión de la Cumbre no otorga la capacidad de imponer un ‘derecho de admisión’ sobre los países miembros del continente. El diálogo en la diversidad es el mejor instrumento para promover la democracia, la modernización y la lucha contra la desigualdad.”
Luego le tocó el turno a la OEA, que facilitó un golpe de estado en Bolivia o la apropiación de la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo BID y el desbaratamiento de las acciones de acercamiento con Cuba, mediadas por el Papa Francisco, durante el gobierno de Barak Obama “mientras usted era vicepresidente”, según le manifestó Alberto Fernández a Joe Biden mirándolo, señalándolo con el dedo índice.
“Que la tragedia humanitaria que vivimos hoy no nos ciegue, estoy convencido que estamos frente a la oportunidad de plantearnos el desarrollo de una verdadera asociación estratégica común. Les propongo dos grandes objetivos: organicemos continentalmente la producción de alimentos. Alimentos y proteínas y desarrollemos nuestro enorme potencial energético y de minerales críticos para la transición ecológica. Vengo de un país humanista, donde consagramos el valor de los derechos humanos como el corazón de nuestra identidad y siempre defenderemos su vigencia en todos los ámbitos. Precisamente por eso nos resulta natural pensar en la construcción de un futuro sostenible, resiliente y equitativo como reza el lema de esta Cumbre. No he venido a Los Ángeles a discutir cuándo debemos hacerlo. El momento es hoy. El hambre ataca. Sólo debemos debatir cómo hacerlo. Ante tanta desigualdad debemos plantear la necesidad de políticas impositivas progresivas aun cuando las élites domésticas nos presenten como un peligro para la calidad democrática. La renta inesperada que la guerra entregó como un regalo a grandes corporaciones alimenticias, petroleras y armamentistas, debe ser gravada para mejorar la distribución del ingreso.
¿Para qué nos eligieron si no es para llevar adelante medidas en beneficio del conjunto de la población y no de unos pocos? No hay teoría del derrame de riqueza que haya funcionado.” Enumeró Fernández ante los participantes de la Cumbre, enfatizando en el cambio climático, “exponiendo que somos acreedores ambientales. Aportamos oxígeno y no somos responsables de emitir los gases que provocan el efecto invernadero. La justicia ambiental que vivimos destruye nuestro continente.”
“Argentina es un país pacífico –continuó el presidente argentino–; seguimos reclamando por las vías diplomáticas los legítimos derechos que nos caben sobre nuestras islas Malvinas. Islas que en este logo están ausentes –dijo señalando el cartel anunciador-, justamente el día anterior de la celebración del Día de la Afirmación de los Derechos Argentinos sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los Espacios Marítimos e Insulares Correspondientes, fecha en que se conmemoran 193 años de la creación de la Comandancia Política de las Islas Malvinas por Decreto del entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Martín Rodriguez.
Continuó exhortando a todos los miembros a estar “Unidos o dominados, unidos por la casa común o dominados por la codicia económica, unidos por el multilateralismo o dominados por la polarización, unidos por democracia con inclusión social o dominados por el individualismo y la miseria colectiva. Presidente Biden estoy aquí tratando de construir puentes y derribar muros. Como presidente de la Celac quiero invitarlo a participar de nuestra próxima reunión plenaria. Sueño que en una América fraternalmente unida nos comprometamos a que todos los seres humanos que habitan nuestro continente tengan derecho al pan, a la tierra, al techo y al trabajo digno.”[2] Invitación a la que respondió gustoso. Cabe recordar que ambos mandatarios tienen un encuentro bilateral para el próximo 25 de julio, mientras que la reunión plenaria sería para fin de año, cuando el socio mayoritario de Argentina en el Mercosur, tenga nuevas autoridades, encabezado –según la mayoría de las encuestas– por Inácio Lula Da Silva.
Alberto Fernández sorprendió a propios y ajenos con un discurso audaz que no estaba preparado, pero que de algún modo reivindicaba aspiraciones largamente del Frente de Todos, expresión nacional y popular que es la médula del nuevo progresismo regional que pretende otro tipo de relación con el vecino del norte.
Las críticas de la derecha no se hicieron esperar y han estado todo el día azuzando con la falta de tacto y diplomacia para con el país anfitrión. Exageran sus palabras y no faltó un analista que reportara de anacrónico y montonero el discurso. Si ladran…
Más allá de eso, muchísimos más hermanos de Nuestra América se alegraron de tener una voz que los representara y le dijera en la cara y sin pelos en la lengua al dueño de casa verdades largamente calladas.
Columnista invitado
Roberto Gregorio Utrero
Nació en Tunuyán, Mendoza, en 1947. Casado, cuatro hijos, tres nietos y un bisnieto. Técnico Mecánico; Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública; Becario de la FUGEVAR, Río de Janeiro, Brasil (Política Fiscal) y de FUNDAP, San Pablo, Brasil (Políticas de gobierno y empresas públicas); Diplomado en Economía Política, FLACSO Argentina; Magister en Historia de las Ideas Políticas Argentinas, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo; Doctorando en Ciencias Sociales, UNCuyo; ex asesor consultor en materia de cooperativas de la Asociación Internacional de la Seguridad Social AISS, Oficina Regional para las Américas, Buenos Aires; docente, presidente y fundador del Instituto Cultural Argentino Brasileño (ONG); ex asesor de la Dirección Provincial de Cooperativas; ex asesor de la Federación de Cooperativas Argentinas Limitada. FeCoVitA; ex asesor de la Dirección de Escuelas de Mendoza; ex asesor del Consulado General de Brasil en Mendoza; ex docente de la Universidad de Congreso y la DGE; escritor, autor de: La dama de Sao (1996) nouvelle editada en Brasil; Ensayo sobre la torpeza, novela inédita; Joaquím Machado de Assis, uma indagacao aberta e permanente (2005); Des cuentos Desencuentros (2011), Zeta Editores; De Extremadura a Cuyo, el viaje sin retorno (2012), Zeta Editores; Ferrocarriles Argentinos, destrucción recuperación, (2012) trabajo federal coordinado por Juan Carlos Cena; Supone que estorba (2013), novela inédita; Impulso civilizador y política de Estado en Mendoza, el Ferrocarril 1884-1914, tesis de maestría, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo, (2014); Justificando ausencias (2015), novela inédita; La mujer del pintor (2016), novela inédita; La colmena ferroviaria, relatos de los Talleres Diesel (2020) Lucero y Maffioli Editores; Huir al terruño, el lento derrotero familiar, novela próxima a editarse, además de haber publicado diversos artículos en Argentina y el exterior; cronista semanal de Revista Con Nuestra América, blogspot editado los sábados desde Costa Rica.
[1] Atilio Borón, La sinrazón de una nueva Cumbre de las Américas. Página 12, 10 de junio de 2022.
[2] Discurso del presidente Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas, 9 de junio de 2022.