América Latina vive un “boom” de la construcción de presas para centrales hidroeléctricas, pese a que se sabe que estas son grandes productoras de metano, un gas de efecto invernadero más potente que el CO2, que se produce por la descomposición de la biomasa inundada.
Son publicitadas como beneficiosas para los ecosistemas porque representan una fuente de energía renovable, pero si se las analiza más de cerca, están lejos de ser favorables para el ambiente. Sucede que las grandes empresas constructoras se han volcado al negocio del mercado latinoamericano, por la ausencia de normas estrictas sobre el ambiente y sobre el estudio de los costos ocultos, ya que el costo de las compensaciones ambientales nunca está incluido como tal y, si está incluido, se presenta subestimado.
En EE. UU. y Europa no se construyen grandes presas hidroeléctricas desde 1975, porque los costos sociales y ambientales se volvieron inaceptables, pero en América Latina el lobby de la construcción de esas presas trabaja para mostrar que esta es la opción más barata. Y ni hablar de lo que pasará en el mediano plazo con el Cambio Climático y la disminución de los caudales que ya estamos viviendo.
A medida que el clima cambie, las sequías más frecuentes y prolongadas harán que las presas reciban cada vez menos agua, lo que se traducirá en una menor producción de electricidad y en poco tiempo las centrales no van a producir tanta energía como aparece en los pliegos y eso aumentará aún más el costo por kv/h de lo que se estimaba antes de construirlas.
Hoy, en nuestra querida Mendoza, el Gobierno Provincial intenta convencernos de construir la presa El Baqueano con el dinero que envía el Gobierno Nacional como resultado del convenio que planteaba la construcción Portezuelo del Viento. Recordemos que hace 50 años, la empresa Agua y Energía efectuó los estudios para construirla, como parte de la optimización del Río Diamante, pero en un contexto climático muy distinto del actual ya que hoy esos cálculos son obsoletos e incumplibles, por lo que construirla es un pésimo negocio para Mendoza.
Tendría un costo de U$S 540 millones y una facturación total de menos de U$S 10 millones por año, o sea que deducidos los costos de operación y mantenimiento se requerirían al menos 80 años para recuperar la inversión. Por supuesto, eso no le interesa al lobby de la construcción que busca ocupar sus máquinas y obreros para obtener rentabilidad, pero sí nos interesa al resto de la sociedad mendocina, que necesita urgente decidir un uso racional, sustentable, no contaminante y productivo de esos fondos.
Hay otras alternativas para el mejor el uso de esos U$S 1.023 millones. Lo óptimo sería una convocatoria amplia y generosa, para que la decisión fuera consensuada y productiva para todos los mendocinos.
Pero ya sabemos que ese no es el estilo del actual gobierno mendocino y, por desgracia para los que aquí vivimos, la decisión la tomarán en sus escritorios, sin participación de los especialistas que enriquecerían la decisión.
Para mayores certezas, entren al Google y escriban: EL BAQUEANO MENDOZA. Hallarán más de 12.000 paginas, para entender porqué decimos lo que decimos.
Columnista invitado
Alberto Lucero
Ingeniero Electricista, Universidad Tecnológica Nacional, Facultad Regional Mendoza. Titular de “LENIX Publicidad”. Titular de “INFO POINT SYSTEM”. Co-fundador de las A.M.P.A.P. (Asambleas Mendocinas por el Agua Pura), en Tunuyán.