El escriba, una de las luminarias nacionales con pluma y densidad profesional, refiere a una de las tantas lecturas posibles que nos legó el último Campeonato Mundial de Fútbol. Lo ganamos en toda ley, con estilo, con calidad, de forma indiscutible. Desde un deber ser del deporte favorito de la argentinidad, quedamos muy bien con los estándares que esperábamos no defraudar. Pero como se trata de resultados y estos estuvieron a la altura, anotamos la tercera estrella en la camiseta.
Queda flotando para quienes esperábamos que el Frente de Todos -al que votamos- fuera un revival del perinismo y el kirchnerismo en el manejo de lo público, cómo podría haber fraguado aún más sumando lo que se aquilatara desde el punto de vista político. Lo cierto es que los hechos deben ser analizados a partir de lo que ocurrió y de lo que pasa, nunca en base a lo posible, que funciona tan sólo como un norte del que vamos en pos. Desde esta puntualidad, los mismo se agradece.
Un triunfo deportivo de estas características sirvió para que todo un pueblo, representado por casi 6.000.000 de sus más enfervorizados futboleros, saliera a copar las calles de la ciudad más poblada del país para festejar tanta alegría. Que no haya habido un muerto ni un herido, en tamaña muestra de celebración, ha de ser materia de estudio por siempre. Lo importante es que nada -ni siquiera un desborde que podría haber ocurrido- opacó un disfrute más que merecido.
“Todo el mundo ya lo ha vislumbrado en sus distintas versiones, en esta selección había algo predestinado, el nudo Messi-equipo-pueblo cumplía con una misión, términos tales como “justicia poética”, la alusión misma a lo inexplicable presente en la mística de la canción que se popularizó, muertos de las Malvinas, el Diego en el cielo con sus padres, lo que no se podrá entender, etc, constituyen versiones plebeyas de lo sagrado. Con el aditamento de la expansión transversal de una hinchada en distintas naciones (especialmente del llamado tercer mundo) y la llamativa atracción de los niños del planeta hacia el genio rosarino.
“Jamás se había visto como un deseo decidido de ganar la copa se traducía en una voluntad colectiva cuyo inevitable desenlace era la fusión amorosa. La que iba a provocar, convocando la presencia de millones de personas, un testimonio ejemplar de amor incondicional en el pais de las confrontaciones irreductibles.
“Y aquí surge un interrogante que desborda a la fiesta inevitable ¿Los millones que ocuparon las calles eran un fenómeno de masas o constituían la presencia de un pueblo? Esto tiene una difícil respuesta. Por un lado se cumplieron todas las condiciones de la masa: una pasión amorosa que unifica a todas las subjetividades en relación al objeto amado del equipo nacional. En cambio si tomamos a la definición de Pueblo como categoría política y entendemos al mismo como un sujeto histórico cuyo sentido es disputar la hegemonía al poder, no podríamos responder inmediatamente que se trataba, en este sentido estricto, de un Pueblo. No obstante hay una línea delgada y porosa que separa y une a los dos ámbitos. Aquello que irrumpió como masa puede según las distintas temporalidades políticas devenir Pueblo. Mañana lo sucedido puede ser leído de otro modo según la manera histórica en que los hechos se recojan.
“El trasfondo dramático de estos interrogantes lo constituye el hecho de que se vive en el tiempo histórico de una impotencia evidente, o al menos una dificultad explícita, en los proyectos nacionales y populares, para sentir que son acompañados por un pueblo en tanto sujeto histórico de una transformación de gran calado.
“Lo sucedido con la toma de la ciudad por millones de personas envía un mensaje al futuro próximo que aún no estamos en condiciones de descifrar. Por ahora solo sabemos que los medios de la derecha neoliberal internacional no desearon en ningún momento compartir la alegría incomparable del triunfo de la selección.
“Pagina12.com.ar
“Jorge Alemán
“24 de diciembre de 2022”.