La voz del tiempo.
En el canto se habla de la coloratura de la voz, y algunas cantantes líricas se destacan por la variedad de estas coloraturas, incluso a veces son denominadas reinas o maestras de la coloratura.
Hay voces que no son las voces humanas, pero las podemos escuchar y no salen de ninguna garganta: como por ejemplo la voz del viento al pasar entre los árboles o al barrer un llano; la voz del agua que corre; la voz de la tierra cuando tiembla y todo aquello sobre lo cual pisamos que se mueve y se desliza; y algunos hablan de la voz de las estrellas, de la voz de los astros todos y del universo.
Los antiguos alquimistas hablaban de la “música de las esferas” al referirse a los sonidos del universo, un organismo vivo y perfecto cuya estructura se repetía en la estructura del ser humano.
Todas estas voces tienen su color.
El tiempo también tienen su color: lo vemos en la naturaleza al pasar las estaciones; lo vemos en las páginas ajadas de un libro viejo; lo vemos en el cielo al terminar el día.
Pero ¿tiene voz el tiempo? Y si la tiene, ¿cuál es? ¿Dice algo esa voz o sólo canta una melodía inaferrable, como la melodía del viento?
Escuchamos la voz del pasado cuando vemos una película muy vieja, o escuchamos un disco de pasta con los chirridos característicos que acompañan la canción de un artista que ya no está, ya no canta y ya no existe. También podemos vernos a nosotros mismos en una filmación, más jóvenes o incluso niños, escenas que llegan desde el pasado ya irrecuperable pero fijo en imagen y sonido.
Cuando escuchamos estas voces estamos entrando en una suerte de máquina del tiempo, que incluso podemos manejar a nuestro antojo, poniendo el disco o la película cada vez que queramos.
Pero esas voces que nos llegan desde las máquinas, ¿son la voz del tiempo?
El tiempo es inaferrable pero se expresa a través de su efecto en las personas y las cosas, y en toda la naturaleza y en general en todo lo que nos rodea.
Si el tiempo en sí mismo no tiene voz, la tienen, o mejor dicho, la tenemos, todos y todo los que estamos expuestos a la acción permanente e implacable del tiempo.
Por eso cada uno de nosotros es la voz del tiempo.
Escuchar hablar a un anciano es escuchar la voz del tiempo, porque esa voz que emite una persona después de ochenta, noventa años de vida, no tiene el mismo timbre, las mismas resonancias que tenía décadas atrás: el tiempo la ha transformado y le ha dado su coloratura, y he aquí su voz, la voz del tiempo.
Una voz grabada puede llegarnos desde el pasado tal como fue en esos tiempos idos, pero la voz de un anciano nos revela cuál es el efecto verdadero del tiempo.
El tiempo fluye constantemente, y su fluir va desgastando y transformando los cauces que atraviesa, dándoles nuevas formas, y transformando sus sonidos y sus voces en un testimonio fiel del paso de este gran señor que a todos nos domina: el tiempo.
Columnista invitado
Daniel Fermani
Profesor de Enseñanza Media y Superior en Letras y Licenciado en Lengua y Literatura Españolas, diplomado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza. Ha llevado adelante una profunda investigación en el campo del arte, trabajando el concepto del tiempo, la experimentación con la escritura en teatro, novela y poesía. Ha indagado en las raíces de la Posmodernidad en busca de nuevas técnicas actorales y dancísticas y sus consecuencias en la dramaturgia y en el trabajo teatral. Publicó cuatro novelas, dos de ellas en España y Argentina; cuatro libros de poesía; y tres volúmenes de obras teatrales. Desde 1999 dirige la compañía de Teatro Experimental Los Toritos, fundada en Italia y que prosigue sus actividades tanto en su sede de Roma como en Mendoza, y con la cual lleva a delante su trabajo sobre técnicas de teatro experimental. Ha ganado dos veces el Gran Premio Literario Vendimia de Dramaturgia; el Premio Escenario por su trabajo en las Letras; la distinción del Instituto Sanmartiniano por su trabajo a favor de la cultura, y una de sus obras de teatro fue declarada de interés parlamentario nacional al cumplirse los 30 años del golpe de Estado de 1976. Fue destacado por el Honorable Senado de la Nación por su aporte a las letras y la cultura argentinas. Ha sido Jurado nacional para el Instituto Nacional del Teatro (INT).