Este lunes 13 de marzo, el papa Francisco cumple diez años de su pontificado. Diez años intensos en los que le ha tocado asumir un liderazgo que excede a la grey católica y lo coloca entre una de las voces importantes que se elevan contra los flagelos que vive este mundo injusto, contaminado tanto por la aberrante ambición de los poderosos, como por el calentamiento global, cuyos efectos sufren las poblaciones más pobres y desprotegidas.
Desde la periferia profana de la región más desigual del planeta, no deja de asombrarnos todavía cómo es que llega este cardenal jesuita argentino a ser consagrado Jefe de la Iglesia Católica de Occidente. Primer Pontífice americano y también el primero perteneciente a la Compañía de Jesús, orden fundada por San Ignacio de Loyola en 1540, con la aprobación del Papa Pablo III.
El plan original de Ignacio era que los jesuitas fueran misioneros itinerantes, que predicaran y administraran los sacramentos allí donde hubiera esperanzas de lograr un bien mayor. Desde los primeros diez jesuitas iniciales, la orden creció exponencialmente y se extendió por el mundo.
Esto ocurre en el momento en que la Reforma protestante llevada a cabo por Martín Lutero a principios del siglo XVI en Alemania trascendía a otros países, obligando a la Iglesia católica a dar una respuesta o Reforma, más conocida después como la Contrarreforma, la que abarca desde el Concilio Ecuménico de Trento en 1545 hasta el fin de la guerra de los Treinta Años, en 1648, con la paz de Westfalia que puso fin a la más importante de las guerras de religión en Europa.
El imperio español comenzaba a extenderse en el nuevo mundo y la fe de la mano de los jesuitas fue un poderoso elemento de dominación que, en manos de la Compañía de Jesús, dio un fuerte impulso con sus misiones que fueron distribuyéndose sobre todo en el cono Sur. Estas misiones estuvieron obligadas a retirarse en 1767 por orden del rey Carlos III. Pero la cosa no terminó allí, de improviso todo se perdió en 1775; el Papa Clemente XIV, cediendo a las presiones de las cortes borbónicas, emitió su breve “Dominus ac Redemptor” que suprimía a la Compañía de Jesús, la que contaba ya con 23.000 hombres al servicio de la Iglesia.
Esto causó un gran desconcierto en el mundo católico, Catalina, Emperatriz de Rusia, ofuscada, rechazó por completo el documento pontificio y prohibió su promulgación y 200 jesuitas continuaron con su obra en Rusia.
El Papa Pío VII restauró la Compañía en 1814, a 41 años de la Supresión. Aunque muchos de los hombres habían muerto para entonces, el recuerdo de su obra educativa seguía vivo y, la nueva Compañía se vio inundada de solicitudes para hacerse cargo de nuevos colegios: sólo en Francia, por ejemplo, se les ofrecieron 86 escuelas a los jesuitas. [1]
El Colegio Mayor de Córdoba, en Argentina, fundado por los jesuitas, es considerado la primera universidad del país. De allí que esa provincia mediterránea sea reconocida como “La docta”.
El papa Francisco fue elegido tras 27 años del reinado de Juan Pablo II y 8 de Benedicto XVI, los 35 peores años de la Iglesia latinoamericana. Si los ’70 del siglo pasado fueron los de las peores y más sanguinarias dictaduras de la región, donde surgió el neoliberalismo del MIT, con Milton Friedman a la cabeza, mientras se aliaban Ronald Reagan y Margaret Tacher, Juan Pablo II eliminaba a los curas del Tercer Mundo y la Teología de la Liberación. Épocas de Licio Gelli y la Propaganda Due, P2, logia masónica implicada en la muerte del Primer Ministro italiano Aldo Moro en 1982 y los escándalos de la Banca Vaticana, como también con el brigadier Emilio Massera, miembro de la primera junta de la dictadura, como también de otros muchos desmanes. [2]
Francisco fue el primer papa en nombrarse inspirado en San Francisco de Asís, dado que en su elección estuvo a su lado, su amigo, el arzobispo emérito de San Pablo, Don Claudio Hummes, el que recibió el cardenalicio en la misma fecha que Jorge Mario Bergoglio, el 21 de febrero de 2001 y que, al llegar a las 2/3 de la votación de la elección papal, le abrazó, besó y le dijo: “no se olvide de los pobres”, palabras que inmediatamente le llevaron a San Francisco [3] y ya no hubo retorno.
La perspectiva de su pontificado comenzó desde abajo, con mayor atención en las periferias existenciales y geográficas del mundo, como punto de partida de su manera de actuar.
La Iglesia que recibió Bergoglio era una Iglesia en transición, de puertas abiertas, un hospital de campaña, sin temer a la revolución de la ternura y el milagro de la delicadeza.
Celebró misas diarias desde la Casa de Santa Marta, donde decidió vivir, en vez de la Residencia Apostólica usada por sus antecesores.
En el año de su elección sorprendió con una Exhortación Apostólica, un verdadero texto programático de su primer pontificado. En el documento exhorta a una nueva evangelización, caracterizada por la alegría, como también una reforma de las estructuras eclesiásticas y la conversión del papado para que sea más misionero y próximo al sentido deseado por Jesús.
Aunque nada en la historia se repite, llama la atención que asume la misma tarea de San Ignacio de Loyola en el siglo XVI, intentando desde su humildad y simpleza llegar a los más pobres, con un profundo mensaje de amor y esperanza, con palabras sencillas comprensibles para todos y con una sonrisa envolvente, imposible de eludir.
Sin embargo los tiempos que corren son distintos a aquellos, el racionalismo de la modernidad ha llegado a extremos impensados y la especie humana está en serio peligro de extinción. De allí su constante prédica en conservar la casa común, como denomina al planeta, cuyos mensajes de preservación están contenidos en sus encíclicas.
Hombre sencillo a pesar de sus grandes responsabilidades, sigue siendo hincha del Club San Lorenzo de Almagro, como cuando era niño; hijo de trabajadores, luego se transformó en técnico químico y trabajó en esa profesión hasta su ingreso al seminario y su consagración como sacerdote en 1969.
Estando en el Distrito Federal, en México, en febrero de 2016, tuve la fortuna de presenciar su llegada el viernes 12, a las 19,30 al aeropuerto de la Ciudad de México, desde donde se trasladaba a la Nunciatura Apostólica, sede de la Embajada Vaticana, donde residiría las horas que estuviese allí y, para ello, cambiaron el sentido de circulación de la avenida Insurgentes, donde lo aguardaba una multitud reunida a los costados de la misma.
Muchas familias acampaban en los alrededores de la Iglesia de Guadalupe desde hacía una semana, habida cuenta de la devoción del pueblo mexicano. Sin embargo, según las Leyes de reforma de Benito Juárez, fueron separadas las atribuciones políticas entre la Iglesia y el Estado, manteniendo relaciones cordiales sin influencias directas de uno sobre otro.
Durante los seis días que estuvo en el país azteca, el papa sostuvo diversos eventos en el Distrito Federal con autoridades civiles y eclesiásticas, con los indígenas de Chiapas y su partida la realizó en Ciudad Juárez, frente al imperio, ocasión en la que critico la candidatura de Trump por no considerarlo cristiano. Más adelante comparó el muro que construyó el magnate presidente con el muro de Berlín, como también la galería de fotos de la visita del ex presidente norteamericano al Vaticano, son mudos testigo del mutuo rechazo.
Siempre ha manifestado sus opiniones políticas y defendido la doctrina social de la Iglesia, haciendo referencias a haber conocido a Perón y Evita en su adolescencia y estar de acuerdo con la obra realizada por ellos. Cuestión que horroriza a la prensa hegemónica, la que arrecia con críticas a su investidura.
Más allá de estas mezquindades, el Santo Padre tiene preocupaciones inmensas dado los descomunales y diversos problemas que enfrenta la mayor parte de la humanidad. Por ello, los que más le aprecian dentro de su estrecho círculo insisten, creíamos que tendría un mandato reducido y, sin embargo… creíamos que podría ser doblegado por el ala dura y conservadora de la Iglesia y, sin embargo…
Columnista invitado
Roberto Gregorio Utrero
Nació en Tunuyán, Mendoza, en 1947. Casado, cuatro hijos, tres nietos y un bisnieto. Técnico Mecánico; Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública; Becario de la FUGEVAR, Río de Janeiro, Brasil (Política Fiscal) y de FUNDAP, San Pablo, Brasil (Políticas de gobierno y empresas públicas); Diplomado en Economía Política, FLACSO Argentina; Magister en Historia de las Ideas Políticas Argentinas, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo; Doctorando en Ciencias Sociales, UNCuyo; ex asesor consultor en materia de cooperativas de la Asociación Internacional de la Seguridad Social AISS, Oficina Regional para las Américas, Buenos Aires; docente, presidente y fundador del Instituto Cultural Argentino Brasileño (ONG); ex asesor de la Dirección Provincial de Cooperativas; ex asesor de la Federación de Cooperativas Argentinas Limitada. FeCoVitA; ex asesor de la Dirección de Escuelas de Mendoza; ex asesor del Consulado General de Brasil en Mendoza; ex docente de la Universidad de Congreso y la DGE; escritor, autor de: La dama de Sao (1996) nouvelle editada en Brasil; Ensayo sobre la torpeza, novela inédita; Joaquím Machado de Assis, uma indagacao aberta e permanente (2005); Des cuentos Desencuentros (2011), Zeta Editores; De Extremadura a Cuyo, el viaje sin retorno (2012), Zeta Editores; Ferrocarriles Argentinos, destrucción recuperación, (2012) trabajo federal coordinado por Juan Carlos Cena; Supone que estorba (2013), novela inédita; Impulso civilizador y política de Estado en Mendoza, el Ferrocarril 1884-1914, tesis de maestría, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo, (2014); Justificando ausencias (2015), novela inédita; La mujer del pintor (2016), novela inédita; La colmena ferroviaria, relatos de los Talleres Diesel (2020) Lucero y Maffioli Editores; Huir al terruño, el lento derrotero familiar, novela próxima a editarse, además de haber publicado diversos artículos en Argentina y el exterior; cronista semanal de Revista Con Nuestra América, blogspot editado los sábados desde Costa Rica.
Notas
[2] José Fajardo, La conexión Vaticano-latinoamericana de la logia masónica P-2, Diario 16, fecha 03/10/1982 Página 12.
[3] Vaticano.Va


