El deceso de Evita, el 26 de julio de 1952, marcó una etapa en la revolución peronista, que sorprendió al general, ya que no entendió que la desaparición de una figura de tal magnitud, iba a ser decisiva para su gobierno y para la planificación en ciernes.
Yo -que era adolescente, aun-, me animé (siempre digo: porque él me lo permitía y yo sentía que correspondía), mientras transcurría aquél enero de 1953, en que -además-, debí crecer de golpe, ya que todo cambió, para mi y para el propio Perón, digo, le efectué un par de comentarios.
Uno de ellos, referido a la estatura de Evita y su trascendencia, que la hará alcanzar un lugar en la historia global antes que a él, afirmé, cosa que él ratificó, en referencia a ello, señalé que había perdido su protección, frente a nuevos desafíos. Años mas tarde -al recordar-, me sentía impresionado de mi mismo; mas aun, cuando Perón me habló de ello, en las noches -mateando-, de Panamá.
Rememoramos el episodio, pero -también-, mi preocupación por el entorno que se iba formando, haciéndolo dudar, de los mas leales (esto lo sacaba de quicio). Estaba pasando algo que no percibía, en forma plena. Su inmortal compañera, le había advertido (casi con violencia), en cuanto a varios camaradas, que lo rodeaban y sugerían.
Ellos le crearon la idea de la traición de algunos personajes centrales de su equipo. Por ejemplo, de Mercante y Carrillo, entre otros. Y él -consideradamente-, los separó de sus cargos y -un tanto-, de su vida. Los conspiradores iban logrando su cometido, lo cual agravaba la situación general, perjudicando -en forma cierta-, el avance manifiesto de su gestión.
1953 habría de convertirse en un año clave para el comienzo del desgaste y las operaciones, en su contra. El otro comentario que le efectué -concretamente-, era referente a un acercamiento cierto, con los dirigentes mas importantes, de la oposición, ante el curso que iban tomando los hechos.
Sabía Perón que yo mantuve -toda la vida-, relaciones con figuras relevantes de la política. Es mas, me pedía que nunca renunciara a esos contactos; mas lo hacía -en forma reiterada-, con posterioridad al golpe de 1955. Tal circunstancia, se veía mas favorecida, porque nunca tuve lugar para el odio.
Había personajes -como Frondizi-, que lo borré de mi vida ya antes de ser presidente. Como nací en Flores y me creé entre Flores y Caballito, tomé contacto con muchas personalidades de la política progresista y de la denominada izquierda. En la zona, vivían -especialmente-, hombres del radicalismo y socialistas.
Era un sector de Buenos Aires llamado “la quinta de hierro”, con dominio radical, donde el peronismo nunca había podido ganar. Mi sugerencia -en este caso-, era que Perón los convocara -rompiendo el hielo-, para tener conversaciones permanentes y ofreciéndoles un espacio importante, en Presidencia, para hacer posible un acercamiento e intercambiando opiniones, respecto a una posible coalición, sobre la base de cumplir con una serie de obras y proyectos, ya existentes.
Agregar -asimismo- planes coincidentes con las realizaciones en marcha. Para ello, debía actuar con gran tacto, dando lugar a las iniciativas que pudieran hacerle llegar los distintos partidos. Como hubo una serie de enfrentamientos (con apresuramiento -de ambas partes-), por entonces, le decía que era el momento de ceder, para lograr resultados.
En la tesitura vigente y en manos de los “entornadores”, resultaba imposible intentarlo, siquiera. Todo lo expresaba, como si fuera otra persona, con gran experiencia, por eso digo, no tenía -aun-, la conciencia que resultaba menester, dada la trascendencia de la propuesta.
Mi juventud agregada a la acción interesada de quienes jugaban a dos puntas, hicieron pasar la idea por alto. No obstante, Perón recordaba la propuesta y me comentó a fin de los ’60, que la iba a hacer efectiva, apenas retornara y que ya se lo había echo saber, a algunos políticos.
Estos acercamientos, me dijo, tenían que ver con dos alternativas terroríficas para él. Lo acosaba la idea de no poder volver y morir en el exilio. También -me decía-, de morir solo “yo se que Andrés, vos, Borro, el pibe Gullo y unos pocos, van a venir a acompañarme, a como de lugar; ¿después qué?; podré volver, algún día, o mis restos van a permanecer acá, para deleite del tirano, que se moja encima, pero sigue viviendo”.
El no poder volver y tener que morir lejos de la Patria lo atormentaba. También que sus restos no volvieran nunca. Pero me manifestaba otros miedos. En 1955, cuando le pedíamos que se quedara, dado que el ejército del norte, venía a respaldarlo y figuras como Miguel Angel Iñíguez peleaban -a brazo partido-, en Córdoba, cuna del golpe.
Podía superar el alzamiento, pero lo asaltaban los temores y prefirió el tiempo, sobre la sangre. Poco después -reconoció que haber preferido el tiempo, costó mas sangre-, pero ya era muy tarde. Lo que jamás pensó era que el exilio iba a ser tan largo y penoso. Otro miedo, que traía de lejos, era sobre si el peronismo iba a sobrevivir a su desaparición física. Y recordaba que la mayoría de los movimientos gregarios, habían desaparecido, al morir su jefe.
Siempre le dije que no iba a pasar, pero no por la dirigencia sino porque la semilla ya estaba sembrada entre los mas humildes. El peronismo sigue vigente porque anida en los corazones de las mujeres y los hombres de toda la República. Nada ni nadie pudo hacer que desaparezca, aunque lo prometan y lo intenten, todos y todas -las y los-, que luchan contra el pueblo y sus derechos (también contra la Patria, su historia y su gloria).
Cuando nos encontramos -por última vez-, porque López Rega lo aisló, en aquél 10 de junio de 1974 -a poco mas de 30 días de su muerte material-, me dijo con gran dolor: “recuerdas mi profundo temor, a que desaparezca el movimiento, hoy se que ha muerto, en la muy infausta jornada de Ezeiza, cuando debí descender en Morón”.
Esa última vez, le dije -por última vez-, “no, general, le reitero lo que ya le aseguré, no morirá jamás”. Pero, lo real, es que debimos transcurrir -penosamente y en resistencia-, hasta el 25 de mayo del 2003, o sea 48 años después de aquél aciago 16 de setiembre de 1955.
Marchamos hoy hacia los 8 años de penurias, entrega, inflación y miseria, luego de perder, en forma fraudulenta y luego de corridas bancarias; actividades antiargentinas y sangre, mucha sangre, ante infames traidores a la Patria. Cuando me manifestó que iba a concretar un gobierno de unidad nacional, sobre la posibilidad de actuar -en común-, con quienes quieran actuar juntos, ya estaba programando la reunión del “Nino” y después…
28 de agosto de 2023
Columnista invitado
Carlos Valle
Docente, economista, historiador, periodista y escritor. Enlace de la Resistencia (1956). Presidente de la Asociación de Periodistas Latinoamericanos (1965-1976). Decano de los periodistas de Radio Nacional. Sindicalista y asesor gremial y político (CGT hasta 1991). Exiliado en 1962.


