Nadie ha sabido explicar por qué cornos ha desaparecido el tierno género del western norteamericano (incluido el italiano); por qué aquellas dulces sagas italianas con forzudos, como Hércules contra Drácula o de Maciste, Sansón y Ulises, y sobre todo por qué el policial de misterio ha dado paso a tantas porquerías llenas de disparos, choques llameantes y efectos especiales con explosiones. ¿Se agotaron las buenas ideas?
Mi hijo tiene la teoría que cuando yo tenía su edad la vida era en blanco y negro. Los colores, según su generación, se inventaron alrededor de 1979 u ’80. Quizá sea así, pero en cuestiones de cine, vea, al blanco y negro no hay con qué darle.
El otro día leí que al menos el 95 % de lo que podría denominarse “cine clásico” son filmes en blanco y negro; ni hablar de las 10 mejores películas de todos los tiempos: allí ni a placé figura una coloreada. Aunque suene a viejo amargado y retrógrado, hay que decirlo con todas las letras: el cine de antes era mucho mejor, queridos míos. Es por esta razón que no se explica por qué han desaparecido ciertos géneros menores que servían como relleno de las grandes películas pero que nos enseñaron a ver el cine de calidad más adelante.
Cuando estrenaron “Gladiador”, fui con todas las esperanzas de ver una nueva “Ben-Hur”, y aunque no salí desilusionado, siempre falta un céntimo pal mango. Con “Godzilla” me pasó igual: quise rememorar aquellos adorables monstruos japoneses de los ’60, como Mothra, la mariposa gigante; Rodán, el pterodáctilo y tantos otros, y me encontré con una historia incongruente y tan mal actuada que daban ganas de convertirse en militante chechenio para tomar el cine a la fuerza.
Pero hablemos del policial negro, muchachos… Humphrey Bogart murió en 1957… Desde ese momento, sólo el detective Columbo apareció como un suplente digno de tal. Ahora hay una falta completa de ingenio en los guiones; se ha suplantado el misterio de la trama, los diálogos inteligentes, la búsqueda analítica del asesino, por bombazos, peleas interminables y tiroteos descabellados.
En materia de aventuras, los westerns, verdadera fuente de historias universales, como “A la Hora Señalada”, “La Diligencia” y tantas otras, ahora se le contraponen bodrios de todo tipo. Ni hablar de las bélicas: desde “Los Cañones de Navarone” para acá, nada que valga la pena, excepto “Pelotón” y alguna otra. Eso sí, ahora hay dramones luctuosos en Netflix o Prime Video que dan ganas de matar a todos, incluido al espectador… ¡Qué reemplazo!
También guardo una dulce y melancólica rememoranza a las grandes comedias italianas de los ’50, con “dires” de la talla de Fellini, Rosellini, Visconti, De Sica y tantos otros que nunca fueron reemplazados.
La verdad, si los efectos especiales desaparecieran, las ¾ partes del cine desaparecerían con ellas. Háganme caso: consíganse buenos guionistas, un nuevo John Wayne y vuelvan a hacer cine en serio, viejo, que yo ya tengo el “pop corn” comprado y medo frío…
Columnista invitado
Jorge Andrés Barale Álvarez
(Montevideo, 7 de octubre de 1956) es un humorista, periodista, guionista y escritor uruguayo. Es hijo del dramaturgo uruguayo Washington Barale, quien por razones políticas debió emigrar con su familia desde su país natal a la Argentina en el año 1975. Comenzó su carrera de lingüista en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1976, egresando en 1983. Desde el año 1980 comenzó a publicar en diversos medios gráficos, entre los cuales se destaca El Porteño, con dirección de Gabriel Levinas (donde tuvo como compañeros a los periodistas Eduardo Aliverti y a Jorge Lanata, entre otros) y en 1981 publicó su primera nota en la prestigiosa revista Humor, de Ediciones de la Urraca y dirigida por Andrés Cascioli. En esta revista escribió diversos guiones ilustrados por las plumas de Alfredo Grondona White, Tabaré, Maicas, Ceo y otros artistas. En el año 1989, junto a Aquiles Fabregat (Fabre) y Julio Parissi dirigió un suplemento de humor llamado BERP! para el matutino uruguayo La República, dirigido por Federico Fassano. En 1997 se hizo cargo de la revista SexHumor, bajo su dirección editorial. También se desempeñó como libretista del programa televisivo HiperHumor junto con Andrés Redondo, Julio Parissi y Eduardo D´Angelo. Fue fundador de varios emprendimientos y publicaciones de humor como Pingüinos (2004), HumorSA (2003) y otras. También creó y dio forma a la Agencia del Humor, única agencia de noticias de contenidos humorísticos conocida. Actualmente dirige publicaciones en De pe a Pa Editora y también es docente en Lengua y Literatura, Historia y Filosofía. Barale es partidario de un nuevo concepto educativo donde propone agregar dos elementos: el uso pedagógico del humor y la utilización del celular en clase como herramienta de aprendizaje. En la actividad docente ha desarrollado varios programas informáticos con la lengua castellana que aún no han sido probados en la actividad de la enseñanza, como Lector Doctor (un lector inteligente que interpreta textos automáticamente) y Corrector Juvenil (un programa para redactar textos desde cero).