Supe que el Pueblo perdería las elecciones este último 13 de noviembre en la Cena Oesterheldiana.
No había rostros triunfalistas, solo miradas esperanzadas. Solo una mística cofradía sobrevolaba la idea de velar las armas con fe, esperanza y militancia hasta los últimos minutos del próximo domigo, antes de que se develase el misterio del balotaje.
Al llegar las palabras de los dos últimos oradores, que con un relato medido en el que anunciaban “ir hacia la victoria” con observaciones varias, una frase quedó retumbando en mi mente: días atrás no nos ganó Milei, la perdimos nosotros.
Javier Milei… un advenedizo, un invento mediático, un Frankenstein de laboratorio sociológico que desde el altar televisivo que lo diseñó, y teniendo un crecimiento panelístico vertiginoso en solo unos años, había escapado para siempre de las garras de sus infaustos creadores y ahora amenazaba seriamente con sentarse por cuatro años en el sillón de Rivadavia, aunque fuera por un voto de diferencia, sembrando terror en propios y ajenos, y una aquelárrica algarabía en las huestes de “La Libertad Avanza”, un compendio de rebeldes de mente estrecha víctimas de los discursos disruptivos del nuevo gurú de algo tan oximorónico como imposible: el ANARCO – CAPITALISMO. Algo que en pleno siglo XXI, suena tan ilusorio y contradictorio como sostener la planitud de la tierra, el ejemplo de un maquiavélico engaño histórico – conspiracionista.
Pasado ya casi un mes de aquel balotaje que ungió al libertario como el presidente número 55 de la Nación Argentina, y a un gran número de sus opositores de antes en aliados de ahora, miro hacia atrás y me pregunto: ¿cuándo comenzó la debacle del pensamiento racional, el triunfo de las mentes colonizadas, el ocaso del pueblo que ya no quiere ser pueblo y la indignidad de los dignatarios electos por nuestra vilipendiada sociedad?
Hacia 1992, entrevistado por Fernando Farina para La Capital de Rosario, Ricardo Carpani visibilizaba la situación social desde unas palabras potentes como un cross a la mandíbula de Newbery, dirigidas a un pueblo y un movimiento obrero, a todas luces, en vías de extinción:
“La sociedad de consumo genera pautas culturales que no tienen absolutamente nada que ver con la solidaridad ni con la convivencia social, comunitaria. Por eso estoy tratando de testimoniar el espíritu de mi época. Sería un absurdo que yo continuara pintando los obreros en actitud combativa que hacía en aquella época, primero porque ya casi no hay obreros, segundo, porque los pocos que quedan no están en una actitud combativa; entonces sería algo así como un disfrazado sin carnaval… hoy trato de testimoniar lo que vivimos. Estoy pintando porteños en la jungla. La jungla, una especie de paráfrasis de la sociedad que estamos viviendo…”
Brillante, Carpani testimoniaba que el nacimiento de la “aldea global” y del fin de las ideologías había trocado la pluma y el martillo, el martillo y la hoz, y las manos unidas en el escudo de la lucha popular, por la incertidumbre de una selva de concreto que fagocitaba al hombre por el hombre mismo, mientras las pantallas siniestras destruían las últimas barreras de la dignidad humana por la utópica quimera de un auto nuevo y un televisor en diez pagos.
¿La debacle de la democracia que habíamos recuperado a duras penas el 10 de diciembre de 1983 a costa de muchísimas vidas, un holocausto, muchas más miserias, y la casi destrucción industrial y económica de un país en vías de desarrollo comenzó en esos días, o había sucedido mucho tiempo atrás?
¿La permanente zozobra de una sociedad a dos aguas que durante dos centurias se ha debatido entre personas y personeros, dominantes y dominados, contrabandistas y funcionarios, patricios y advenedizos; alineados ora como beneméritos o confederados, anglófilos o leales, realistas o criollos, unitarios o federales, radicales o conservadores, anarquistas, socialistas, demócratas, progresistas, todos enlodados en décadas infames de dudosa honradez, peronistas o antiperonistas, milicos o revolucionarios, traidores o patriotas, imbéciles o crédulos, marionetas o titiriteros?
Tal vez, cuarenta años seguidos desde 1983 de ELECCIONES “LIBRES” y gobiernos más o menos republicanos, aunque “no democráticos” en su esencia, dado que la democracia es un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el derecho de este a elegir y controlar a sus gobernantes y por tanto se organiza de abajo hacia arriba, y viceversa, en un continuum constante de flujos y reflujos, no hayan alcanzado en nuestro país para que sus habitantes ejerzan su mayoría de edad política y social, sin anteponer a ello padres o abuelos, fundadores o cofundantes; iluminados o luminarias, reyes y entenados, capangas omnipotentes o líderes infalibles.
En esta nueva vida democrática que comenzó hace 40 años con la estampida de “los poderosos” ideólogos del fin del “caos y el desorden” de los salvajes ’70, quienes dejando tierra arrasada huyeron con el botín de guerra cuan Sobremonte a la sierra, soltándole la mano a sus bravíos ejecutores militares abandonados a su propia suerte, mientras ellos, los ELLOS de siempre de patricias familias prosaicas, o nuevos advenedizos allegados que buscan compartir sus blasones a costa de una porción de sus riquezas bien o malhabidas, lavaban las manos de tantos despropósitos, caos y muerte en aguas bendecidas por los paraísos fiscales de moda que generaciones de democráticos esclavos deberían financiar in eternum.
¿Qué tendríamos que festejar en éstos nuevos “cuarenta años de democracia”?
¿El volver “democráticamente” a las fauces de quienes se han fagocitado generaciones de habitantes, aborígenes, vagos y malentretenidos; pardos, negros, zambos y mulatos; inmigrantes, ciudadanos, camaradas, correligionarios, compañeros, o los modernísimos “vecinos”, aunque disten sus viviendas cientos de kilómetros entre puerta y puerta de su tácita vecindad?
¿Quién cometió el primer error que llevó a la cascada de desaciertos que a cuarenta años de aquella primera “elección en libertad” nos puede devolver de un plumazo a los tiempos más oscuros de la dependencia y la obsecuencia política de ser peones del imperio económico mundial y esclavos de nuestra propia imbecilidad?
¿Alfonsín y la idea de que con la “democracia se come, se cura y se educa”? Tal vez Herminio Iglesias y la quema del cajón… ¿o la quema de libros del Juez De la Serna, que se llevó los últimos que hablaban de libertad un par de años antes?
¿Habrá sido Carlos Saúl Primero, cuyos edecanes, el “Mingo” Cavallo incluido, hoy regresan reciclados y listos para poner en Libertad al encarcelado Washington en un cepo nefasto, y hasta un triunfante e ignoto sobrino del otrora “riojano más famoso” retorna al poder triunfal?
Tal vez lo cometieran De la Rúa, y sus aliados aliancistas. Chacho, la Meijide, Ruckauf, Pinedo, Cavallo, López Murphy y la mar en coche que dos décadas después vuelven remozados, y más sabios y búhos que nunca, listos para desmembrar el país de una vez y por todas, en nombre de la “libertad”.
Quizá los fantasmas de los varios presidentes en una semana, innombrables dietarios, que aplaudían sus propios nombramientos como focas amaestradas en un trágico aquelarre institucional.
O los Duhalde, los vestigios de las enseñanzas truncas de Néstor Kirchner, y sus discípulos y entenados que aprendieron diversas artes políticas, pero poco de peronismo, lealtad, dignidad y ética. Hoy leones rampantes, o gatos de ocasión, con supuesto poder político residual que recobra de palabra las banderas olvidadas.
Ese mismo poder político que hizo que la moderna masa-no-pensante-de casa al trabajo y del trabajo a casa, que mutó hasta ser de casa a la marcha y de la marcha a casa, se convirtiera en su propio némesis iletrado al ritmo de “que aprueben todos como sea”, haciendo girar la cohorte obsecuente y dominada hacia una nueva esperanza morocha: “el Peluca loco que le canta las 40 a LA CASTA” de la que se nutre alegremente, motosierra en mano.
¿No alcanzaron los planes, los descuentos, los préstamos a interés bajísimo, los medicamentos costo cero; ni la militancia ciega, sorda y muda, que como los tres monos sabios obedecía y ejecutaba la canción que la conveniencia decía que atraería más votantes ajenos que propios según los tiempos que corrieran?
No, no alcanzaron. Ni siquiera el discurso último, tan entregador de poder, de alianzas tácitas del “gobernaré con los mejores, sean del partido que sea” del abanderado de los humildes, el establishment y la unidad llamado Sergio Massa.
Tal vez privó un poco la dignidad de los más humildes, que debieron hacer colas al sol ante la incertidumbre de quedarse sin préstamo, o sin subsidio, o sin Plan, o sin alimentos… mientras desde atrás de sus peceras los otrora militantes los observaban como el aluvión zoológico que los mantendría en sus sillas porque “ellos” defendían sus derechos.
Tal vez, estos lumpenes de la historia hicieron caso a la máxima aquella que El General citara hace tantos años: “si los otros te dan una empanada y un vaso de vino, vas, te comés la empanada, te tomás el vaso de vino, y después votás lo que más te conviene”.
Y ellos esta vez, votaron lo que creían que más les convenía como víctimas de la televisión tinelizante, de las modernas sirenas del canto hipnótico de las redes sociales, de la tierra de los panelistas y las estrellas mediáticas, de pasar de grado sin saber leer y escribir, del encandilamiento con las luces de Palermo Jólibu, de creer “pertenecer” porque iban a la Universidad Privada, de la izquierda que dejaba las calles, las fábricas y las bases libradas al azar; del recuerdo de “lo bueno de la dolarización y el deme dos”, o el preguntarse: ¿y vos a que AFJP te vas a afiliar?
Como a una manada de zombies, mientras una ministra trasnochada decía: “la manada es buena… no estigmaticen a las manadas” como política de Estado de un ministerio que está en vías de extinción, víctima de sus propios argumentos y reivindicaciones; la sociedad argentina marcha esperanzada hacia la guillotina de la “democracia libertaria” que supimos conseguir.
Una democracia que olvidó que para seguir siendo “el mejor sistema de gobierno al que podemos aspirar”, debe desterrar sus propios vicios y bajezas, la inveterada costumbre de los políticos de fuste o los cachorros de la política que se atornillan al poder, la irrisoria superioridad del pulgar arriba o abajo para votar o vetar leyes que poco tienen que ver con el bien común, la liviandad de reemplazar ÉTICA Y DIGNIDAD por “espíritu de cuerpo y verticalismo” del cual se desdicen hasta lo inimaginable, creando “unibloques” dispuestos a “hacer la suya” en cuanto las papas quemen, o las dádivas lleguen.
Veintitrés años atrás, durante la primer gran hecatombe de este siglo sufrida por nuestro país, en 2001, mientras el quinto Presidente en una semana accedía al poder, y los allegados, diputados, senadores y funcionarios lo aplaudían en el Congreso, los españoles preguntaban: ¿me puedes decir qué aplauden, de qué sonríen, si su país se desintegra en mil pedazos, y los argentinos pujan por huir a cualquier parte?
Ayer, jueves 7 de diciembre de 2023, mientras los Diputados de la Honorable Cámara repartían cual sorteo de lotería de navidad amañado las presidencias y secretarías de la “cámara baja” aplausos y vivas mediante, recordaba la frase que un buen amigo pronuncia cada vez que estas bajezas indignas se enseñorean de la vida pública: “Y los honorabilísimos mañana dirán: lucharemos por nuestras ideas hasta la última gota de sangre… la suya.”
De nada servirán otros cuarenta, otros cien, otros mil años de “democracia” si no refundamos, al menos comenzando cada uno en su fuero más íntimo, una IDENTIDAD DIGNA, ÉTICA, SOLIDARIA E INCORRUPTIBLE, sin más banderas ideológicas que el bien común y la humanidad por sobre todas las cosas.
TODO LO DEMÁS ES PAN, CIRCO, Y CARNE PODRIDA.
Al gran pueblo argentino… ¿salud?
Todo da a entender que fuera quien fuese el ganador en nuestras últimas elecciones, debía existir un plan tácitamente acordado con “los dueños del mundo”, mediante el cual los representantes políticos entregarían los cielos, los suelos, las tierras y las aguas con cuidada sumisión; y los habitantes de esta santa nación bendecidos con la obediencia obcecada podríamos tener como aspiración máxima el no ser “daño colateral” del mundo que está por venir.
¿Y nuestros políticos?
Los ejecutores, serán beneficiados con el don de “pertenecer”.
¿Los perdedores? Beneficiarios de becas eternas en el primer mundo y sus adyacencias, por un par de generaciones.
¿Políticos? Dios y la Patria los demanden. Lucifer hace tiempo los abrazó.
Columnista invitado
Juan Rozz
Historietista, guionista, cuentista, escritor. Columnista en Revista TUHUMOR, edición digital, colaborador en NAC & POP Red Nacional y Popular de Noticias. Autor del libro “Historias de Desaparecidos y Aparecidos”, Acercándonos Ediciones. Creador de “El Caburé Peña de Historietistas” y “El Caburé – Cooperativa Editorial”. Creador, productor radial y columnista de “Gorilas en La Plaza” – EfeEmeUnydos. Colaborador en “Rebrote de la Historieta Argentina”. Colaborador en “Web Guerrillero” – Periódico Digital Internacional. Colaborador en “Museo de la Palabra” – Fundación César Egidio Serrano.


