Buenos días desde La Barra Beatles. Hoy vamos con un tema de una de las bandas argentas que más pega en La Barra: Serú Girán, en su tiempo bautizada “Los Beatles argentinos”. El elegido es “Mientras miro las nuevas olas”, del álbum “Bicicleta”, grabado entre los meses de septiembre y octubre de 1980 y publicado en noviembre del mismo año. La letra es como un tour de cuatro minutos por lo que se dio en llamar la música joven de los años ’50 y ’60. Como en varias canciones de Charly uno lee comentarios ácidos, juegos de palabras, imágenes poéticas y una crítica dura para con la hipocresía siempre disfrazada, todo conviviendo a la vez y en armonía.
Cada vez que me siento a escribir sobre canciones de Sui Generis o Charly lo primero que hago es llamar a la Baticueva, me atiende Alfred “Freddy” Berro, la Viuda, y lo consulto. Es él quien me recuerda que la canción se llamaba “La nueva ola”, pero como no se pudo registrar con ese nombre le inventaron otro.
Alguien dijo en Radio Pasillo que la frase con que se inicia el tema: “saben los que te conocen, que no estás igual que ayer…”, hace alusión a un cruce dialéctico con Gustavo Santaolalla, gran cultor de la New Wave de ese tiempo, pero el mismo Gustavo se encargó de aclarar que no fue tan grave.
“¿Te acuerdas de Elvis cuando movió la pelvis?, el mundo hizo plop y nadie podía entender qué era esa furia…?”. En tres renglones un vuelo rasante por mediados de los años cincuenta. Toda esa explosión alrededor de Presley donde jugaron varias cosas: la época de posguerra que ansiaba alegrías, furias y descontrol; el estilo de cantar de modo agitado, bailando sensualmente, de un tipo de pinta, blanco, católico, bien yankee. Todo bajo la custodia del Pentágono, que empieza a imitar al departamento de publicidad de los nazis, mintiendo, inflando, lavando cerebros a cuatro manos, bajando línea groseramente, sabiendo que lo esperaba un éxito seguro.
Ponen a Elvis en el centro de la escena, le producen películas y la Alemania choreada por los yankees es el ámbito elegido. Con todos vestidos de milicos, sonrientes, bailando rock and roll, haciendo de inflamados idiotas útiles, que cobran como actores, pero son personal civil de las fuerzas de ocupación que saldrán a reemplazar a los nazis.
“Pues bien, el muchacho se hizo rico, y entonces las dulces canciones conquistaron las señoritas, a papá y mamita…”, claro, Elvis no le cantaba a los rockeros, buscaba un público careta que le crea, que le compre el pescado podrido que, ahora, vendían en las ferias americanas teñidas de verde. Papá y mamita aplaudían emocionados las canciones de los chicos blancos, buenos, creyentes, esos que se portan bien y son el ejemplo de la cuadra. Ese Elvis de cotillón que no era más que un personaje de Walt Disney, cantando rock and roles bañados en plástico.
“¿te acuerdas del Club del Clan y la sonrisa de Jolly Land?, la música sigue pero a mí me parece igual…”.
Yolanda Magdalena Deliso era una cantante rosarina que se vino a Buenos Aires a cantar haciéndose llamar Jolly Land. Pasó por varios programas de radio y televisión, era una voz común y silvestre, pero se casó con Ricardo Mejía, gerente del sello RCA, que fundó el Club del Clan con varios cantantes de esos años, y llegó al show nuevaolero. Si alguien quiere disfrutar de un rato de boludeces, superficialidad a mansalva y letras berretas, busque en youtube aquellas canciones. Hasta lo va a encontrar al mismísimo Palito Ortega como abanderado de la gilada y sus súbditos. Tremenda esa frase de Charly para cerrar la parte: “la música sigue, pero a mí, me parece igual…”. Primer palazo que pega García. Las veces que nos venden modernidad con nuevo papel de envolver, y cómo nos envuelven.
El tema comienza con un teclado oscuro y sobre esos acordes va una melodía brillante colmada de dulzura, cerrando con un juego de voces a lo Beatles.
¿Te acuerdas que entonces era La Nueva Ola? Y bien, ¿qué es esto de nuevo?. Claro, Charly, otra vez con lo mismo, los imitadores de siempre, que buscan vender por nuevas sábanas viejas. ¿Te acuerdas del tipo que rompía las guitarras, cuando nadie tenía un miserable amplificador? Hay miles ahora. Qué horrible era ver en fotos e imágenes a Pete Townshend, de The Who, rompiendo guitarras y amplificadores, cuando acá solo podíamos comprar equipos de guitarra por donde salían más ruidos que acordes. Qué lástima que no se le ocurrió otra manera de hacer show, aunque años después tuvo muchos problemas con la ley británica por visitar muy seguido sitios de pornografía infantil. Seguro que era mejor romper instrumentos que le regalaban las empresas para publicidad.
“Corbatas con saco gris, flequillo solo hasta la nariz, la historia prosigue, pero, amigo, yo ya la vi…”. Segundo palazo en dos renglones. Admiro tanto a los poetas con gran poder de síntesis, y Charly en esa es un maestro. Es un cruel planteo acerca de la falsa autenticidad con que se vende refrito, una suela gastada y llena de agujeros con la que tantos corren tratando de repetirse una vez más. Como cuando pasamos por las puertas de los cines y vemos Guasones sobreactuados, Batmans ahora amargos, Pingüinos con traje de boludo y todo el vacío que fabrica Hollywood a pedido del Pentágono porque urge idiotizar, y todo sin ideas ni imaginación. Otra vez sopa de los parásitos del norte.
“Quiero estar en la playa cuando se han ido, los que tapan toda la arena con celofán…”. Qué cuadro tan triste es caminar por la playa y ver la arena abarrotada de celofán, manteles para almuerzos vulgares, heladeras de caucho, botellas sin mensajes, toallas con dibujos horrendos, tratando de cubrir una de las cosas que fuimos a ver. Por eso la playa es algo para recorrer solo de noche, salvo en aquellas donde no hay nadie y uno se siente el dueño de todo en un capitalismo alquilado a la poesía.
Mientras suceden todas estas palabras sabias el bajo de Pedro Aznar saca el mejor pincel, comienza a pintar y el cuadro gana en belleza. Con una base de bajo así y la batería de Moro uno se le anima a cualquiera.
“Quiero estar bien, bien solo lejos del ruido, descubriendo por qué olvidamos y volvemos a amar”, ¿una de las grandes frases de las letras argentinas?, y si, claro, loco, a no dudarlo ni un segundo. Pero bienaventurados quienes puedan olvidar y volver a amar, de esos sí que será el reino de los cielos. “Y pensar qué sería de nuestra vida, cuando el fabricante de mentiras deje de hablar…”, y bueno, un pequeño recuerdo para Sui Generis, los grandes tienen la tarea de ser autorreferenciales, o como aclaman los finolis, codeándose unos a otros, poniendo cara de superados, “che, utilizá el intertexto…”.
Y para el final estoy seguro que Charly se dijo a sí mismo: “les dejo toda la poesía, la sabiduría y, de paso, un comentario desde la lejanía del que se despegó, “Mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar…”. Una de las frases más hermosas que escuché porque encierra tantas cosas. El sabio que contempla la anti novedad, la sinrazón de las viejas falsedades y elige recostarse sobre la poesía, prefiere irse con el mar cubierto de eternidad.
Termina la parte vocal y sale un solo de guitarra del Ruso Lebón que pone el moño. Tocado a doble cuerda, algo muy usual en los ’50, recreando la melodía cantada, cerrando con dos estiradas bien rockeras, lo repite y la segunda vez la hace más rabiosa.
Inversión final: “Te acuerdas de Jolly Land y la sonrisa del Club del Clan”, que algunas veces en recitales se escuchaba con un irónico cambio, “Te acuerdas de Jolly Land y la sonrisa de Billy Bond…”.
Claro que por esos días comenzaba a asomar la cabeza la “New Wave”, una movida de la cual Serú Girán no formaba parte. Se intentaba simplificar todo, queda siempre la duda en darse cuenta si esa es una decisión artística o si no es más que disimular las propias limitaciones. Daba toda la sensación que, tanto los ingleses como los yanquis, decidían un cambio de timón. Quizá se hacían pasar por simples aquellos que solo tocaban lo justo, se daba a conocer una nueva camada que ya no tenía mucho para expresar, que se alejaba de la poesía y caía sin remedio en lo literal. Reaparecían el pelo corto, la corbata, los zapatos de vestir, los trajes, todo el disfraz que imponían los conservadores, los censores. De golpe todos empezaban a bailar, a saltar, a no escuchar, en definitiva, a pensar poco. Hacían cola por ingresar a las discotecas. Las radios imponían los temas cortos, las negociaciones estaban a la orden del día, incluso, en los últimos de ese 1980, un ex policía mataba a Lennon en Nueva York clausurando el gran sueño. Acá la dictadura militar estaba agotada y buscaba una tabla de salvación que les permitiera una oscura retirada. Muchos pensaban que venía una nueva década, otros auguraban una drástica derrota. El debate continúa.
Quizá con esta canción Charly no hizo más que anticiparse, como siempre hace. Es muy probable que la poesía, el rock, la rebeldía, la revolución, la utopía, los amores locos, se hayan ido caminando por las aguas al grito de “Yo ya soy parte del mar”. Mientras los caretas, la hipocresía, la falsa alegría, los mentirosos, los vendehumo, los comerciantes siniestros, se hayan quedado en la playa a cubrir la arena con celofán.
Columnista invitado
Jorge Garacotche
Nacido en Buenos Aires. Músico, cantante, compositor, fundador del grupo de rock urbano Canturbe, con varios discos publicados con esta banda y también con La caja, un grupo de pop rock de los ’90. Canturbe fue el primer grupo de rock en grabar un tango, “Soledad”, de Gardel y Le Pera. En sus discos grabaron como invitados músicos/as de la talla de: Charly García, Litto Nebbia, Rubén Rada, Walter Malosetti, Liliana Herrero, entre otros. Es presidente de AMIBA (Asociación de Músicas/os Independientes de Buenos Aires.