La música de navidad me llega desde algún lugar incierto, que puede ser la radio o la euforia de algún vecino. Entre los ecos de los clásicos villancicos, me parece escuchar las campanadas que anuncian el cambio de año. En esta temporada hay una invitación a celebrar que además me impone ser feliz.
Poco hay de mirar tanto hacia dentro como hacia adelante. Es un período que combina la oportunidad de vender cualquier cosa que sea “regalable” con la calidez de la Navidad y su mensaje de amor y solidaridad.
A los pocos días renace la esperanza por el año nuevo, que nos ofrece la fantástica oportunidad de explotar con cada luminaria pirotécnica todo lo que quedó atrás, inconcluso, frustrante, doloroso y de empezar de nuevo, de escribir sobre esa hoja en blanco que es el primer día de enero.
La Navidad nos recuerda la importancia de compartir. Partir el pan sobre la mesa no es solo una tradición, sino un símbolo profundo de solidaridad y unión. En un mundo donde las divisiones parecen multiplicarse, necesitamos redescubrir este gesto como una herramienta poderosa para construir puentes y avanzar juntos hacia un futuro más amable. Hay que tender siempre la mano, tener el espíritu abierto para la construcción y cuantos más seamos, mejor será el resultado final.
Y luego, llega el año nuevo, esa frontera simbólica que nos invita a cerrar capítulos y abrir otros. Es el momento de dejar atrás los errores, no para olvidarlos, sino para aprender de ellos. La transición entre un año y otro nos ofrece la posibilidad de reflexionar sobre nuestras acciones y renovar nuestro compromiso con aquello que realmente importa: la empatía, la justicia social y el cuidado de quienes nos rodean.
Vivimos tiempos desafiantes, marcados por la sobreinformación y tensiones por las profundas desigualdades, que desbordan lo cotidiano. El año que termina nos deja números y estadísticas abrumadoras que ponen de manifiesto la inequidad fomentada con mano de hierro e indiferencia. Aumentan los ingresos de los que más tienen y se recorta todo lo necesario de quienes menos tienen.
Las explicaciones -el relato, como dirían- es tirado de los pelos. Los medios de comunicación repletos de espectáculos de noticias han desvirtuado el sentido del periodismo, asentados en una suerte de expertos en relaciones públicas. Se ve, pero no se siente, que hay una elección basada en la esperanza. Me recuerda el “estamos mal, pero vamos bien”.
Sin embargo, en medio de estos retos también encontramos oportunidades. Como comunidad, tenemos la capacidad de sumar esfuerzos y alcanzar esa “masa crítica” que puede generar cambios significativos.
El concepto de masa crítica ha sido tomado por las ciencias sociales para describir el umbral mínimo necesario para que un fenómeno social sea sustentable.
En este contexto, se refiere al número mínimo de personas, recursos o interacciones necesarias para que una idea, innovación o movimiento gane fuerza y alcance una dinámica propia que impulse su crecimiento.
En los movimientos sociales la masa crítica es el tamaño del grupo, suficiente y necesario para que una causa obtenga visibilidad e influencia.
Cada gesto cuenta, desde los actos cotidianos de amabilidad hasta el compromiso con proyectos que promuevan la solidaridad y la cooperación.
Esta temporada nos invita a reflexionar sobre conceptos universales como la paz, la fe y la esperanza. Pero también nos impulsa a la acción, a transformar esas ideas en pasos concretos hacia un mundo más justo y empático. Que esta Navidad y Año Nuevo sean una oportunidad para abrazar el valor de estar juntos, para fomentar conexiones reales y para renovar nuestro compromiso con los demás.
Brindemos por la solidaridad que nos une, por la esperanza que nos guía y por el amor que compartimos. Que los días venideros nos encuentren más dispuestos a construir juntos, a escuchar más y a hablar menos, a actuar con empatía y a vivir con propósito.
¡Felices Fiestas y un Año Nuevo lleno de posibilidades!
Toronto, 25 de diciembre de 2024
Columnista invitado
Rodrigo Briones
Nació en Córdoba, Argentina en 1955 y empezó a rondar el periodismo a los quince años. Estudió Psicopedagogía y Psicología Social en los ’80. Hace 35 años dejó esa carrera para dedicarse de lleno a la producción de radio. Como locutor, productor y guionista recorrió diversas radios de la Argentina y Canadá. Sus producciones ganaron docenas de premios nacionales. Fue panelista en congresos y simposios de radio. A mediados de los ’90 realizó un postgrado de la Radio y Televisión de España. Ya en el 2000 enseñó radio y producción en escuelas de periodismo de América Central. Se radicó en Canadá hace veinte años. Allí fue uno de los fundadores de CHHA 1610 AM Radio Voces Latinas en el 2003, siendo su director por más de seis años. Desde hace diez años trabaja acompañando a las personas mayores a mejorar su calidad de vida. Como facilitador de talleres, locutor y animador sociocultural desarrolló un programa comunitario junto a Family Service de Toronto, para proteger del abuso y el aislamiento a personas mayores de diferentes comunidades culturales y lingüísticas. En la actualidad y en su escaso tiempo libre se dedica a escribir, oficio por el cual ha sido reconocido con la publicación de varios cuentos y decenas de columnas. Es padre de dos hijos, tiene ya varios nietos y vive con su pareja por los últimos 28 años, en compañía de tres gatos hermanos.


