Realizado ante la Comisión del Senado de los EE. UU, el discurso del embajador Lamelas, apenas designado por el Presidente Donald Trump, resultó un libelo inadmisible por lo ofensivo para nuestra soberanía y la dignidad nacional, insólito para un diplomático en tiempos de paz y atrevido en su nivel de injerencismo, jactancioso de cumplir un papel en la persecución y condena a la ex presidente argentina CFK a la vez de descarado al declarar que viene a
presionar por la continuidad en el llamado caso Nisman por presunto asesinato.
Confiesa sus propósitos de relacionarse de manera directa con los gobernadores provinciales, pasando por encima de la institucionalidad del país, como si se tratase de un país balcanizado, tras el negocio de apropiarse de los recursos naturales a como de lugar. Viene a compartir la “corona” con el virrey Milei.
Tampoco oculta el objetivo principal de su gestión y lo declara: lograr que Argentina corte sus vínculos económicos y políticos con China Popular, enemigo principal de los EE. UU. y principal protagonista del flujo comercial (ida y vuelta) de nuestro país en el mundo.
Esta escandalosa pretensión cínica y públicamente expresada, es decir una presión a cielo abierto, bastaría por sí misma para rechazar la entrega de credenciales por parte de Lamelas, a la vez que exigir explicaciones al gobierno norteamericano. A un día y algo más de producidos estos incidentes, sólo un puñado de dirigentes políticos ha expresado su repudio. Juan Grabois tomó la delantera entre ellos. Estamos a la espera que Cristina, fuertemente implicada en sus dichos, se pronuncie antes de terminar el miércoles 23. A su estilo y con fuerza.
Lo que sí se ha producido ya, es una declaración oficial de la cancillería china. Fuerte y a los bifes, no guarda el estilo mesurado que la caracteriza sino que es detallado y contundente, lo que pone de relieve la enorme importancia geopolítica que le otorgan a la provocación norteamericana. Hablan de “resurgimiento de la doctrina Monroe” y de prejuicios ideológicos propios de una mentalidad de “guerra fría” y llama a no convertir a la Argentina en “campo de batalla” de los intereses de las grandes potencias. Pareciera que Milei y su gobierno buscan los contrario. Su compromiso con Israel, envuelto en el genocidio contra Gaza, nos convierte voluntariamente en blanco de represalias como las que experimentamos en tiempos de Menem. Los atentados de la Amia y el atentado terrorista que segó la vida de Menem junior son claras muestras de las consecuencias de meter la nariz donde no nos compete.
En este caso es al revés. No debemos permitir que vengan los yankys a meter sus narices y decirnos con quien podemos o no ser amigos o comerciar. No debemos ser patio trasero de nadie. Hay que exigir el rechazo a las credenciales del embajador enviado por Marco Rubio y por Trump. No a Lamelas ni a lamerlas.
Argentina se convierte en un blanco estratégico de la potencia norteamericana en un momento en que Brasil y Lula se fortalecen, Uruguay retornó a un gobierno del Frente Amplio mientras Chile vira más a la izquierda inclinándose por una candidata comunista.
Columnista invitado
Lido Egisto Iacomini
Periodista de internacionales y Geopolítica. Ex miembro de la Coordinación de Carta Abierta, responsable de su Comisión de Política Internacional. Ex miembro de Participación Popular. Editor responsable de Ediciones Nuevos Tiempos. Director de la Revista Digital Cuadernos de Bitácora (Geopolítica y Política Internacional). Todos los jueves hace 7 años tiene un programa en Radio Asamblea: Y el mundo sigue andando (Internacionales). Columna en radios De la Azotea y otras (política Internacional). Escribe en Tiempo Argentino.


