Esta entrevista oficiaba de figurita difícil, puesto que estamos en presencia de uno de los imprescindibles de los derechos humanos, la paz, la no violencia. Un militante a tiempo completo, desde mucho antes de recibir el Premio Nobel de la Paz en 1980. Honra consuetudinariamente la responsabilidad que depositó en él semejante distinción. Pese a sus 93 años muy bien llevados, Adolfo Pérez Esquivel sigue aún formando parte del conjunto de compañeras y compañeros que están involucrados en las luchas de sus pueblos, en toda la amplitud del concepto.
Nos recibió en su casa de San Isidro y la charla se extendió por dos momentos inolvidables que podrás escuchar a tris de un clic, líneas abajo. Hablamos en una suerte de sala de trabajo y taller de obra.. Su atelier desbordaba de cuadros y la onda permanente fue la de la sencillez que ya teníamos el gusto de conocer. En 1992 paró en mi casa, cuando vino a presentar el libro ¿Pena de muerte”, de mi Ediciones La Sopaipilla. Dispuesto a compartir sus saberes, este docente en actividad y artista plástico de relieve, se prestó al diálogo en modo agenda abierta.
La convulsionada Argentina me permitió ver una Buenos Aires al borde del ataque de nervios, parafraseando al gran director de cine, el español Pedro Almodóvar. En este contexto de pobreza inducida, cada uno va haciendo la suya porque a todos nos corre el capitalismo salvaje. Sabemos que tarde o temprano ha de hacerse de nosotros y de nuestros sueños. Huimos hacia adelante en el deseo que seamos millones los que despertemos pronto de esta suerte de letargo, para recuperar el tránsito de construcción por una patria justa, libre y soberana. El flamear de tres banderas.
Entrevista: Adolfo Pérez Esquivel, 24 de julio de 2025 (primera parte)
Entrevista: Adolfo Pérez Esquivel, 24 de julio de 2025 (segunda parte)
Biografía
Adolfo Pérez Esquivel
“Es un activista, profesor, escultor y pintor destacado como defensor de los derechos humanos y del derecho de libre autodeterminación de los pueblos, y proponente de la teología de la liberación.
“En 1980 recibió el Premio Nobel de la Paz por su compromiso con la defensa de la Democracia y los Derechos Humanos por medios no-violentos frente a las dictaduras militares en América Latina. En su discurso de aceptación le afirmó al mundo que no lo asumía a título personal, sino “en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad”.
“Fue presidente del Consejo Honorario del Servicio Paz y Justicia América Latina, presidente ejecutivo del Servicio Paz y Justicia Argentina, de la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires, de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los Pueblos, de la Academia Internacional de Ciencias Ambientales, de la Fundación Universitat Internacional de la Pau de San Cugat del Vallés (Barcelona, España), y del Consejo Académico de la Universidad de Namur, Bélgica.
“También es miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos, del Comité de Honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no violencia y de la paz, del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Núremberg, del jurado del Premio de Fomento para la Paz “Felix Houphouet Boigny” de la UNESCO, del programa de educación internacional “Peacejam”, del Consejo Mundial Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial, del Consejo Asesor del Canal Telesur y del Consejo Directivo del Instituto Espacio para la Memoria (IEM) y actualmente da clase en un seminario sobre la Paz en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA”.
¿Cómo entrevistar a un premio Nobel?
Cuando el químico, ingeniero, escritor e inventor sueco Alfred Bernhard Nobel, famoso industrial multimillonario de la era victoriana, quien durante su vida registró más de trescientas patentes internacionales, entre ellas la de la invención de la dinamita, siendo propietario de la empresa Bofors, compañía comercial dedicada a la fabricación a gran escala de cañones y otros armamentos, leyó a sus más de sesenta años un obituario erróneo que lo condenaba como especulador de la guerra, tomó la decisión de que debería ser recordado por la historia de una manera más altruista.
Así fue como tiempo después, el 27 de noviembre de 1895, en el Club Sueco-Noruego de París firmó su testamento donde citaba: “Yo, el abajo firmante, Alfred Bernhard Nobel, después de madura deliberación, por la presente declaro que lo siguiente es mi último testamento con respecto a los bienes que pueda dejar a mi muerte…” – para a continuación legar a su familia, sobrinos y allegados, pues no había tenido hijos, cerca de un cinco por ciento de su fortuna de treinta y tres millones de coronas suecas, y a continuación citar:
“…Todos mis activos realizables restantes se desembolsarán de la siguiente manera: el capital, convertido en valores seguros por mis albaceas, constituirá un fondo, cuyos intereses se distribuirán anualmente como premios a quienes, durante el año anterior, hayan aportado el mayor beneficio a la humanidad…”
Desde entonces, todos los años, la Real Academia Sueca de Ciencias se ha encargado de otorgar los Premios Nobel en seis disciplinas: Física, Química, Medicina, Literatura y Economía que se entregan en Estocolmo, Suecia y el Premio Nobel de la Paz, que anualmente se entrega en Oslo, Noruega.
Menos de un millar de personas han sido desde entonces destacadas y galardonadas con tal magna mención, y poco más de un centenar han sido honradas con el Nobel de la Paz. Entre este honorable núcleo de eminencias, cinco de ellas, han sido argentinas. De esas cinco personalidades sobresalientes, solo una permanece en este plano: el Premio Nobel de la Paz de 1980, Adolfo Pérez Esquivel.
Llegamos al chalecito situado en el límite entre San Isidro y Beccar cerca de las tres de la tarde, justo a la hora en que Marcelo había concertado la cita para la entrevista. Nuevamente su generosidad me había hecho partícipe de un acontecimiento que tal vez se tenga solo una vez en la vida: conocer a un Premio Nobel personalmente, poder conversar con él, saber cómo es en la intimidad de su hogar…
Estábamos en el frente de un hogar suburbano, tal vez como el mío, o como el suyo; sencillo y acogedor, y tocamos timbre tal vez tímidamente, como pidiéndonos permiso a nosotros mismos por semejante atrevimiento.
Observaba el barrio de casas bajas, y se me ocurría similaral que Héctor Oesterheld, el Viejo Germán, describía y Solano López dibujaba en El Eternauta, en los años 50, cuando la puerta se abrió para encontrarnos frente a un hombre común, como usted, o como yo, que nos abría con total humildad la puerta de su morada: el mismísimo Adolfo Pérez Esquivel.
Desde hacía dos días, me preguntaba a mí mismo… ¿Cómo se entrevista a un Premio Nobel?
Y su presencia, su simplicidad, hizo todo tan sencillo como si estuviéramos conversando con un conocido de siempre, en lugar de estar sentados delante de uno de los argentinos más destacados y respetados mundialmente en nuestra historia reciente, de estar compartiendo la visión de quien es un símbolo de paz mundial que no ha claudicado en sus principios de humildad, servicio y amor al prójimo nunca jamás.
Tal vez, para Marcelo Sapunar la inquietud era menor a la mía, ya que había tenido el honor, hacía años, de haber albergado a nuestro entrevistado en su casa de Mendoza, quien asistiera a la presentación de uno de sus libros en esa ciudad; pero para mí era estar junto a una de las personas más significativas de nuestra historia.
La charla, una vez encendido el grabador, transcurría con la formalidad que la ocasión indicaba, y mientras nuestro entrevistado se explayaba en la coyuntura que atraviesa nuestro país y el mundo, yo miraba fascinado el atelier, estudio, refugio intelectual de Adolfo, quien a pedido de Marcelo nos había permitido llamarlo por su nombre a secas.
Las carbonillas, acrílicos, pilas de dibujos, desordenadamente ordenadas, ocupaban la geografía de la intimidad del espacio del creador, ya que Adolfo, antes de ser un referente de y cristiano defensor de la paz y el amor en el mundo, había sido un artista natural desde muy pequeño, cuando descubrió su amor por la escultura tallando la madera bajo los consejos de una celadora del internado donde era pupilo.
Extasiado en esa observación, desperté del ensueño cuando él nos pidió disculpas, ya que debía interrumpir la entrevista porque debía cumplir con una obligación importantísima que no podía obviar: avisar a su esposa, Amanda Guerreño, que ya era la hora en que tenía que acudir a una de sus actividades artísticas.
Los minutos en que Adolfo se ausentó nos permitieron observar su producción artística que asomaba aquí y allá, y a su regreso, ello generó la intimidad de conversar con Adolfo Pérez Esquivel de su vida, su infancia y juventud, del amor adolescente por Amanda, con quien se conocieron a los 15 años y nunca más se separaron, de los años en que estudiaron juntos hasta recibirse en Bellas Artes, en La Plata, él como escultor y pintor, ella como profesora superior de piano y composición. Pasó por la charla informal, que no recuerdo si está contenida en el podcast o no, el recuerdo de su padre, quien siendo él muy pequeño regresó a Combarro, a su Galicia natal, llamado por esa morriña y la necesidad del momento, para luego de unos años regresar, de cómo con poco más de un quinquenio de edad debió vivir con su abuela, quien hablaba guaraní, y muy poco el castellano… de su amor y defensa de nuestros pueblos autóctonos… de sus primeros trabajos para sostenerse, cuando tenía once años… de la gran mujer que hay siempre junto a un gran hombre, Amanda, su amor de toda una vida, quien silenciosamente brilla a su lado como concertista y cantante internacional, fundadora y Presidente del Foro Argentino de Compositoras, Embajadora y Artista por la Paz… eminencia del arte… de sus esculturas internacionales, de su participación y trabajo con organizaciones y movimientos latinoamericanos cristianos cercanos a la Teología de la Liberación en los años sesenta, de su actividad por la paz y en defensa de los pueblos originarios en los años setenta en Colombia, en Brasil… de sus primeras detenciones y cárcel en Brasil en 1975, junto a la Dra. Hildegard Goss-Mayr, del Movimiento Internacional de la Reconciliación, y en 1976 en Ecuador junto con obispos y religiosos latinoamericanos y estadounidenses.
En la intimidad de la charla, mostrándonos sus obras, y hablándonos de sus proyectos artísticos a sus 94 incansables años, de sus anécdotas casi cotidianas, donde sus interlocutores eran Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, o el Comandante Fidel… de la historia de su historia, la de un hombre común excepcional cuya palabra, don de gentes, sapiencia y visión humanitaria y política es respetada y escuchada en todo el mundo desde hace décadas.
La transparencia de sus palabras, de su aura límpida y clara, el amor que destila por sus semejantes, y sus principios inclaudicablemente cristianos que prodiga al mundo desde siempre, nos delinearon a un ser excepcional, en una tarde en que solo faltó el mate de por medio para sentirnos aún más íntimamente cercanos en ideas e ideales a un Adolfo Pérez Esquivel sencillo y completamente humano… un habitante de nuestra tierra argentina, como usted, o como yo, que nos honra desde hace décadas con su presencia y su compromiso por los que son menos considerados por esa máquina de excluir que son la “economía de mercado” y el “poder mundial”.
En la cálida post-entrevista, conocemos el mini –estudio y office de su Amanda, nos permitió sacar fotos de los diplomas de ambos, de sus obras, de sus premios… de la silenciosa grandeza espiritual de dos seres excepcionales, de un elegido entre miles de sobresalientes de la humanidad, que en el umbral de su hogar nos despidió con el más cálidos y puros abrazos con los que un “desconocido” me despidió en mi vida.
Adolfo Pérez Esquivel, al igual que Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, han sido y son dos seres de luz que los argentinos, en nuestra clásica costumbre de banalización de nuestros pares, de quienes en realidad poco conocemos, pero cuyas vidas y obra merecen ser mucho más conocidas y servir de inspiración para todos, y para toda la humanidad, hoy y siempre.
Y a la pregunta de “Como entrevistar a un Premio Nobel” responderè: NO TENGO LA MENOR IDEA. Solo lo he disfrutado, como quien aprende a ser, de quien merece ser ejemplo de ser.
Columnista invitado
Juan Rozz
Historietista, guionista, cuentista, escritor. Columnista en Revista TUHUMOR, edición digital, colaborador en NAC & POP Red Nacional y Popular de Noticias. Autor del libro “Historias de Desaparecidos y Aparecidos”, Acercándonos Ediciones. Creador de “El Caburé Peña de Historietistas” y “El Caburé – Cooperativa Editorial”. Creador, productor radial y columnista de “Gorilas en La Plaza” – EfeEmeUnydos. Colaborador en “Rebrote de la Historieta Argentina”. Colaborador en “Web Guerrillero” – Periódico Digital Internacional. Colaborador en “Museo de la Palabra” – Fundación César Egidio Serrano
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